La pelea está en el centro
Vivimos tiempos de incertidumbre, hace ya más de una semana que Putin sorprendió a medio mundo y se decidió a invadir Ucrania. Un pueblo, una nación, que contra todo pronóstico, resiste el asedio. Paradójicamente, la terrible y cruel ocupación rusa ha propiciado un tiempo de tregua en la política española. Algo así como un repliegue estratégico, una pausa obligada en nombre de la responsabilidad que parecía haberse extinguido, un “ahora no toca” consensuado, que al Partido Popular le ha venido de perlas tras la infantil y bochornosa reyerta de las últimas semanas.
Este contexto le ha servido al Presidente Sánchez para rescatar su “Manual de resistencia” y disfrutar de una vida extra cuando parecía tener todo en su contra. El socialista no solo es un hombre con suerte, también es un político inteligente que sabe como nadie aprovechar los errores de los adversarios y exprimir las oportunidades que le brinda el destino. Esta semana ha vuelto a demostrar que en su manual hay una táctica que no falla: El lunes por la mañana lanza el globo sonda de que no va a enviar material ofensivo a Ucrania, se arma el revuelo. Él, mientras, sondea, estudia las reacciones, calcula el impacto electoral, para 48 horas después, rectificar, que es de sabios, y comparecer en el Congreso diciendo que España finalmente sí mandará armas a los ucranianos, granjeándose así el aplauso de los que le criticaron. Pero esto no queda aquí, sabedor de que esta concesión supone un descontento en parte de su electorado más escorado a la izquierda, el jueves anuncia que la Estación de Atocha llevará el nombre de Almudena Grandes, icono irrefutable de la izquierda cultural. Una de cal y otra de arena.
La estrategia es clara, su viraje al centro ha comenzado, y el objetivo es llegar antes de que lo haga cierto gallego. Feijóo se decidió a dar el paso esta semana con un mensaje muy claro: “No vengo a insultar a Pedro Sánchez, vengo a ganar a Pedro Sánchez”. Recuerda mucho a esa máxima de Víctor Hugo: “Quien me insulta siempre, no me ofende jamás”. Toca bajarle los decibelios a la política, los extremos les sobran a los dos. González Pons, nuevo, por decir algo, hombre fuerte del PP, esta semana ya ha calificado a Vox como un partido de extrema derecha. La polémica de las armas le ha servido a Sánchez para escenificar la ruptura con sus socios de investidura, esos que defienden la vía del dialogo y la diplomacia, los que apuestan por la paz como solución, mientras el sátrapa ruso masacra a un pueblo entero.
Mientras Podemos y Vox se enzarzan en la discusión de si Putin es un comunista o un ultraderechista, mientras que Montero y Belarra parecen seguir viviendo en su adolescencia activista sin darse cuenta de que hay gente muriendo en Ucrania y otra manifestándose en Rusia jugándose el pellejo, mientras Vox dice que los refugiados es mejor que se queden cerca de su país, mientras tratan de alejarse de esas fotos que sus amiguetes tienen con Putin. Mientras Iglesias desde su podcast intenta que no se le hunda el proyecto y Olona se disfraza de andaluza y da mítines que harían a Goebbels sentir verdadero orgullo. Mientras pasa todo eso, hay una señora rubia, elegante, gallega y de izquierdas que ha hecho de la serenidad y del respeto su seña de identidad, que se erige como mujer de Estado apoyando al presidente en el envío de armas, que pisa Andalucía por primera vez y llena la Facultad de Derecho de la US y que habla de “proceso de escucha” y de “proyecto de país”. Tengo una duda y una certeza. La duda es si Iván Redondo habrá terminado su descanso, la certeza es que la pelea vuelve a estar en el centro.
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EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.