La otra mirada

Hoy les traigo un libro sobre pintura. Se trata del catálogo de la exposición Meunier à Séville, llevada a cabo por los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica entre septiembre de 2008 y enero de 2009 en su sede bruselense. Constantin Meunier (1831-1904) fue un pintor y escultor belga conocido por obras en las que pone de manifiesto la explotación laboral en las cuencas mineras y los centros industriales de la Bélgica de su época. Sin embargo, durante su larga trayectoria profesional recibió un encargo que le trajo a Sevilla, ciudad que habitó, y retrató con pasión, entre octubre de 1882 y abril de 1883.

El catálogo, bien provisto de ilustraciones a color, comprende cinco artículos de diferentes autores. Vandepitte escribe sobre el encargo que trajo a Meunier a Sevilla; Levine sobre la visión que el pintor tiene del mundo de los toros, los tablaos flamencos y los mendigos que llenaban las calles; Baudson reflexiona sobre las peleas de gallos y el trabajo de las mujeres en la Fábrica de Tabaco; Colón nos acerca a la Semana Santa de la época y, por último, Hostyn comparte la numerosa nómina de artistas belgas que pasaron temporadas en España durante el siglo XIX.

Constantin Meunier llega a Sevilla con el encargo de realizar una copia a tamaño natural de la obra del bruselense Pedro de Campaña —en realidad Pieter de Kempeneer—, Descenso de la Cruz (1547), colgada en la Sacristía Mayor de la Catedral. Una vez en la ciudad, a la que viene en compañía de su primogénito, Karl, de dieciocho años, se encuentra con la oposición del cabildo catedralicio, poco partidario de consentir una labor autorizada por un obispo recientemente fallecido. Una vez conseguido el permiso, Meunier tropieza con la negativa del cabildo a descolgar el cuadro para que sea trasladado a un lugar donde el pintor pueda trabajar con la luz conveniente y, en general, en las condiciones que requiere un encargo como este. Piénsese en las dimensiones del cuadro —317 X 191 cm—  y en la penumbra de las sacristías en pleno siglo XIX. Salvar todos estos obstáculos le llevó a Meunier unos meses, durante los cuales fue incapaz de estar mano sobre mano. Su actividad puede seguirse en la abundante correspondencia que mantuvo con su esposa, Léocadie. En ella asistimos al proceso gracias al cual Meunier se hace a la vida en la ciudad, cómo se traslada de un hotel en la Plaza Nueva a otro en la calle Sierpes, donde iba a estar más cerca del pueblo. Porque Meunier, como buen amante de las personas, acaba venciendo las reticencias iniciales y enamorándose de la ciudad y, sobre todo, de los miembros de las clases populares. Dispone de todo el día para dibujar. En la catedral retrata monaguillos y pertigueros y, sobre todo, mendigos. Por la noche, y en compañía de otros extranjeros artistas, acude a los cafés cantantes, en los que debió coincidir con los sevillanos folkloristas del momento, principalmente Luis Montoto, Antonio Machado y Álvarez —Demófilo—, padre de los hermanos Machado, y el ursaonense Francisco Rodríguez Marín, residente en Sevilla en aquel momento y centrado en la edición de sus Cantos populares españoles. A través de la lectura de la correspondencia entre Meunier y su esposa asistimos a los descubrimientos que va realizando. Los cuadros flamencos le parecen subyugadores y, por supuesto, los pinta, justo cuando el estadounidense, nacido en Florencia, John Singer Sargent realiza su célebre obra El jaleo (1882). En la Fábrica de Tabaco descubre el mundo de las cigarreras, que retrata con maestría. Y lo mismo puede decirse del ambiente de las peleas de gallos, o de la tauromaquia, recogidos también en su obra. De vuelta a su país, Meunier recibió el aplauso por muchas de sus obras españolas y, a decir de los críticos, su paleta se volvió más colorista y luminosa.

El libro finaliza con la nómina de pintores belgas que visitaron España durante el siglo XIX, todos «víctimas» de un proceso parecido. La luz y los colores del sur atrajeron con fuerza a los pintores de aquellas latitudes. España no poseía restos romanos colosales que estudiar, como Italia, tan visitada en los siglos anteriores, pero sí fuerza, pasión y carácter, frutos de ese mestizaje cultural que nos vuelve únicos.

 

Francisca Vandepitte, Sura Levine, Pierre Baudson, Carlos Colón y Norbert Hostyn, Constantin Meunier à Séville. L’ouverture andalouse, Bruselas, Editions Snoeck, 2008..

 

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Imagen : Manufacture de tabac à Séville. Óleo sobre lienzo. 1883. (165,5 X 227 cm). Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. Bruselas. Inv. 3227.

 

Víctor Espuny

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