La llamada de Carmen
Para Carmen, para que Quino sepa quién es Juan
Hoy, 13 de febrero de 2023, es un día de esos que las gentes de bien nunca calificarían como un día grande. Pero hoy es un gran día, y un día además grande, de esos que dan sentido a la vida. Hoy he recibido una llamada de Carmen Lobo Sánchez. No la conocía de nada. No sé qué cara tiene. Sólo retengo en mi memoria auditiva el tono de su voz. Pero Carmen es más que una voz. Carmen, el mito, lo que pudo ser y que otros cercenaron de raíz. Carmen, jardín, higuera, poema, morada íntima y protectora. Carmen, la ensoñación. Carmen, la realidad. Carmen, la fuerza. Carmen, la libertad. Carmen, la rebeldía. Carmen, el valor. Carmen, el miedo. Carmen, el grito. Carmen, el susurro. Carmen, la perseverancia. Carmen, la risa. Carmen, el llanto. Carmen, la llama viva que alumbra la noche oscura. Carmen, la Ariadna tejedora de luz en un laberinto de oscuridades. Carmen, la meta donde llega jadeante la verdad. Carmen, abuela, madre, hija, nieta. Carmen, pasado y presente. Pero Carmen es, sobre todo, futuro, un Futuro con mayúsculas, ese que se va forjando pasito a pasito, con tiento, con
mimo. Porque Carmen no es un mito, no es una quimera. Carmen es realidad de la buena, realidad de esperanza. Carmen es memoria.
Carmen es la nieta de un vecino de la La Puebla de Cazalla, asesinado en 1937 por las hordas del terror, soltadas por una caterva de salvapatrias contra el gobierno de la II República española el 18 de julio de 1936. Hoy sabe que su abuelo, en breve, podrá descansar en paz junto a su padre, para que la verdad, la justicia y la reparación cierren la herida que, a ella ya los suyos, como a muchos otros cientos de miles, la ha hecho sangrar durante toda su vida. Hoy, Carmen sabe que en una de las fosas de asesinados que están siendo exhumadas en mi pueblo, en Osuna, un equipo de personas con conocimiento, con capacidad, con corazón están sacando a la luz la verdad. Porque la verdad cura. La verdad nos hace libres. Bien lo dice la Biblia, que es relato que muchos reivindican como verdadero.
Al amparo de la Ley de Memoria Democrática, el pasado verano, comenzaban los trabajos de exhumación de la fosa de represaliados y represaliadas por los franquistas en Osuna. Un trabajo que lleva por nombre “Osuna Recuerda” y que está dirigido por un magnífico equipo de arqueólogas y antropólogas. Gracias a este equipo, mujeres en su mayoría, Osuna está recordando, sacando a la luz, dignificando a los nadie de siempre, a los pobres de toda la vida, a quienes fueron asesinados y asesinadas por el simple hecho de querer un mundo mejor, un mundo donde los de arriba tuvieran obligaciones, como todo hijo de cristiano, y donde los de abajo tuvieran derechos, como toda persona de bien. Es poético, hermoso, que sea un equipo en su mayoría, insisto, femenino quien esté reconstruyendo la verdad y la memoria, para construir un futuro justo y digno. Y digo que es bonito porque es la voz femenina, la voz muchas veces apenas audible, la que ha sido la tradicional depositaria, en nuestras casas, del saber más auténtico, de las verdades más íntimas, de las alegrías y de los dolores.
Gracias a Osuna Recuerda, Carmen recuerda, y uno también recuerda. Pero no sólo recuerda. He tenido la suerte de compartir con ese equipo de expertas y expertos algunas horas, viendo in situ cómo trabajan, cómo cuidan con mimo cada objeto, cada fragmento, me he emocionado con ellas y ellos. Y me he alegrado con cada avance, con cada metro de tierra excavado. Hace unos días, en el marco de unas Jornadas científicas, el proyecto Osuna Recuerda reunía en un espacio universitario local a un magnífico equipo de investigadores y expertos en exhumaciones. Durante dos días, Osuna ha recordado científicamente. Durante dos días, Osuna ha visto cómo se trabaja con capacidad, con coherencia, con base científica a lo largo y ancho de toda España para recordar, dignificar y hacer justicia. Durante dos días, Osuna se ha imbuido de ciencia y de conocimiento para comprender mejor y defender, con mayor ahínco si cabe, la verdad.
Y se ve que Osuna está recordando y recuperando dignidad. El trabajo honrado, honesto, intelectualmente sólido y humanamente comprometido del Equipo de Osuna Recuerda nos está haciendo mejores, nos está permitiendo descubrir qué pasó realmente, sacando a la luz de forma incuestionable lo que era una verdad silenciada y ocultada. Se arroja luz sobre la mentira. Y por eso produce bochorno que se puedan organizar otros encuentros, no científicos, sino propagandistas, que vienen a tratar de seguir arrojando arena y cal sobre los cuerpos asesinados, para borrar el recuerdo, para borrar la verdad, para seguir alimentando con odio y mentiras, la carcoma de las injusticias y de dolor. Lo diga Agamenón o su porquero, la propaganda nunca es conocimiento. Lo niegue Agamenón o su porquero, la verdad es un derecho y el conocerla una necesidad, aunque duela, aunque no guste. Y lo que resulta aún más doloroso es que la propaganda negacionista y revisionista busque amparo en lo mismo que ya la buscaron otros y otras con anterioridad: en palabras preñadas de odio y de hiel, en soflamas incendiarias que, camufladas bajo un título, destilan ardor guerrero e incendiario. Y todo ello con el ánimo de seguir destruyendo, que diría Víctor Klemperer, el gran lingüista alemán, el primero en denunciar las falacias y las mentiras del lenguaje de los nazis, esa neolengua de la barbarie. Klemperer, en su obra El Lenguaje del Tercer Reich, afirma «El lenguaje no solo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuando mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él… En la conciencia o en el subconsciente del pueblo una mentalidad próxima tanto a la enfermedad como al crimen fue considerada durante años como la virtud suprema».
Y eso es lo que se esconde detrás de las perversiones del lenguaje, eso es lo que se intenta camuflar cuando a la propaganda se la quiere hacer pasar por ciencia. Pero provoca aún mayor vergüenza y estupor que la propaganda se enmascare con titulares belicosos, no podía ser de otro modo, viniendo de quien viene la cosa. Porque un titular con ardor guerrero alentará a las huestes y mesnadas propias, pero no es sino lo que es, un empeño más por tergiversar la Historia, por manipularla para impedir lo que los tratados de Derecho Internacional exigen: verdad, reparación, justicia y garantías de no repetición. Y como la palabra, el verbo, es un don humano, un don divinamente humano, un hecho performativo que construye mientras se enuncia, que moldea mientras se articula y se escribe. Por eso, ese dolor es aún mayor cuando se comprueba con tristeza que hay quienes siguen anclados en el lenguaje del odio, en ese tratar de hacer bando donde sólo hay derecho. No, no todo vale, ni puede valer pues, como sostiene Klemperer en la obra referida, “El lenguaje del vencedor… no se habla impunemente.
Ese lenguaje se respira, y se vive según él”. Y ese es el lenguaje que se quiere seguir imponiendo para nuestra vergüenza, porque lo que se persigue no es debatir, no, esa lengua es la lengua del vencedor, esa lengua que se usó y se quiere seguir usando para despojar al individuo de su esencia más íntima para, como Víctor Klemperer sostiene, «… narcotizar su personalidad, en convertirlo en pieza sin ideas ni voluntad de una manada dirigida y azuzada en una dirección determinada, en mero átomo de un bloque de piedra en movimiento».
Pero, la voz de los exhumados y de las exhumadas es voz transparente, envolvente, que escribe con decencia el futuro que fue truncado. Esa voz es voz justa, digna, sanadora. Es la voz de Carmen hecha lágrima de esperanza al otro lado del auricular. Es la voz de cada una de nuestras individualidades que con cada hueso rescatado, con cada objeto recuperado, nos reconstruye en nuestra mejor esencia, aquella que permite forjar una auténtica sociedad libre, justa, digna, en definitiva, democrática.
En Osuna, a 13 de marzo de 2023.
Manuel Martín Santillana
Profesor – Coordinador de Izquierda Unida Osuna