La gente de a pie

Pontificar sobre el bien es hacer el mal. Conceptos subjetivos, cadenas férreas agarradas al árbol de la moralina. Cada uno diseña un mapa para llegar al cielo, su cielo, otros ni siquiera se plantean que haya uno. Todo puede estar aquí, en esta bala de plata a la que llamamos cuerpo, en esta carretera que tenemos la certeza de que acaba en precipicio. Ni todo lo antiguo es viejo ni todo lo viejo es bueno. Ni todo lo moderno es nuevo ni todo lo nuevo es chabacano. Por lo visto, existe una fina línea donde hacer equilibrio, pero le tenemos miedo a la caída. Es humano querer perseguir el bien, pero más humano es hablar sobre él, discutir sobre dónde se encuentra en vez de hacerlo. Como planear con colegas un viaje que luego nunca se materializa, como esa agenda nueva que te comprabas que a partir del día 10 de septiembre ya estaba en blanco.

La gente de bien no sabe que es gente de bien, generalmente porque desconocen la existencia de un término tan absurdo. Esas personas no fantasean con la posibilidad de que un igual les considere así. Cada uno tenemos nuestros filtros, no hay nada que guste más que una maldad hecha por la persona correcta. El mal, por desgracia, será mal dependiendo de quien lo ejerza. Lo decía Fito en aquello de que siempre es la mano y no el puñal. Por eso esto no va de gente, esto va de personas. La gente son personas anónimas, las personas son ojos y palabras. Y cada uno elegimos en qué ojos confiar ciegamente y sobre qué palabras dejar caer nuestra defensa.

Esta realidad nuestra es complicada, concienzuda, cada uno tiene su hipocresía y sus contradicciones bien blindadas, su asociación de los dos conceptos muy marcados. Yo creo en el bien que se descubre, en el que en un momento dado nos encaja. Esto va de completar ratitos, de que cuadren los elementos de nuestro presente. Mañana es otro día y los días están hechos de matices. La perfección solo es un momento puntual. El bien es vaciar de contenido el mal, descargar el cargador del odio. Las personas no militamos en lo correcto y si alguno cree que sí y lo veis repartiendo carnets, huid, desconfiad de él, porque estará cobrando por ello.

Los ángeles nunca dejarán de ponerse rojos y los demonios tendrán que seguir llegando a fin de mes. Todo es un negocio, equivocarse es más obligación que opción, todos tenemos dos hombros y dos piernas que nos sirven para meter la pata y caminar hacia el bien. El problema es que nadie sabe dónde está, todos hablan sobre él, en su nombre, pero no se puede meter en el Google Maps, ni te pueden pasar ubicación. Podrás girar a la derecha y en la siguiente calle a la izquierda, tomar la tercera salida en la rotonda. Puedes pasarte toda la vida recalculando ruta. El bien es la duda. Y en el principio digo que no se puede pontificar. No sé, puede que mañana todo el texto me parezca mal.

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Santi Gigliotti
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