La gallina, un animal prodigioso

Muchas veces nos hemos preguntado si la gallina fue primero o lo fue el huevo. La disyuntiva no debe suscitar demasiada curiosidad, pues el personal parece estar más interesado en degustar la exquisita tortilla española (o de patatas).

La caza es un medio de subsistencia para una gran parte de los seres vivos, de todos aquellos que están obligados a sustentarse, total o parcialmente, de la materia orgánica procedente del sacrificio de individuos de otras especies animales. Es el caso de los de régimen omnívoro, entre los que se encuentra el ser humano.

Con el tiempo, las formas de satisfacer las necesidades de proteínas han evolucionado hacia métodos más sencillos y cómodos, que ha permitido al hombre tener siempre cerca los alimentos. La domesticación y cría de animales vino a sustituir a la caza, que ha quedado como diversión, si es que matar puede ser divertido. La gallina es un ejemplo de domesticación.

Procedente del gallinero llega, lejano, el «kikirikí» que, seguido de un rumoroso cacareo, viene a anunciar la alborada. Una tenue luz aclara el cielo tiñéndolo tímidamente de azul y, en pocos minutos, ilumina las cumbres proyectando sombras en las hondonadas, disipa las últimas tinieblas de la noche y se adueña de campos y ciudades.
En el cortijo, con el kikiriki, el durmiente se despierta y se levanta perezosamente, pero con la visión feliz de vivir un nuevo día. En la cocina, las mujeres se afanan en freír rebanadas de pan y hacer café, un frugal desayuno para sostener la vida durante las primeras horas de la mañana.

El gañán unce su yunta y se dirige a la besana, donde le espera una dura jornada agarrado a la mancera. El cabrero, el porquero y el yegüerizo conducen sus ganados a los pastos. La mujer hace la recova, tomando de los ponederos los huevos de la puesta de la tarde noche anterior.

El Sol brilla en el Cenit, traza su estela hacia el ocaso y se esconde tras los arreboles del atardecer. Las mentes se adormecen y caen en un pesado sopor que apenas redime la fatiga de la jornada, pues en pocas horas sonará un nuevo canto, aviso del comienzo de otro día de extenuante tarea.

La domesticación de la gallina ha resultado de suma importancia para la alimentación humana. De ella se extraen dos productos que forman parte esencial en nuestra dieta: la carne y los huevos. [Anécdota. Uno de mis hermanos y yo, reñíamos con frecuencia. En una ocasión, entramos en el gallinero para resolver nuestras diferencias y, posicionados a cierta distancia, nos atizamos tomando los huevos de los ponederos como proyectiles. Claro que después llegaron las regañinas y los escobazos de nuestra madre. (Madre, donde quiera que estés, un beso largo y ancho como el mar)].

El hábitat proporcionado a la gallina era el gallinero, dotado de comedero y bebedero pera su alimentación, ponederos para depositar sus huevos, y unos travesaños de madera adonde se retiraban a descansar.
En un paréntesis hay que indicar que, en años pasados, las gallinas vivían en un régimen de libertad, total o restringido. Pero a mediado del S. XX, se las recluyó en una muy ceñida jaula que impedía todo movimiento natural, como andar, escarbar o desparasitarse (¿Se imaginan el sufrimiento del animal?). Así se aumentaba la puesta y, por ende, el rendimiento económico.

Afortunadamente para la gallina, se va tomando conciencia y considerando el método como maltrato animal. Algunos granjeros se deciden ya por un régimen de semilibertad.

No sé si se trataba de un caso generalizado, pero en casa de mis padres, la puerta del gallinero permanecía casi siempre abierta y las gallinas tenían acceso al corral y andaban siempre picando lo que encontraban comestible en el estercolero.

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Las funciones íntimas en los hogares se ejercían en un habitáculo cerrado y lo más alejado posible de las estancias de la vida familiar para evitar el contacto con sus desagradables efluvios. Tal vez para alejar aún más esos efluvios, mi padre mandó construir en un rincón del corral, elevada sobre el estercolero, una plataforma con función de escusao, pero abierta por un lateral. Como las gallinas andaban picoteando entre la basura, cuando veían u oían que alguien subía a la plataforma, y se percataban de lo que se avecinaba, acudían en tropel y picoteaban bajo la dicha plataforma hasta dejar completamente limpio el lugar.

Yo no lo creo, pero muchas personas afirman que la naturaleza es sabia y, en este caso, les doy la razón. Como una forma natural de reciclar y ejercer una economía circular, se produce prodigiosamente la transmutación de las sustancias ingeridas por las gallinas a su paso por el tubo digestivo.

Como resultado, estas sustancias mutadas aparecen de nuevo en el ponedero, listas para el consumo y, sobre la mesa, hacen las delicias del comensal un par de huevos fritos aderezados con papas y jamón.

La gallina, un animal prodigioso.

Antonio Palop Serrano

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