La feria que viví

Hoy he acudido a un fisioterapeuta para tratarme de un pinzamiento del nervio ciático, una alteración física que me impide desarrollar mis actividades diarias con regularidad.

Me han diagnosticado cierta artrosis sin importancia y el deterioro de una vertebra por dónde discurre el “puñetero” nervio.

Del interrogatorio de rigor me llamó la atención una pregunta:

¿Cuándo empezaste a trabajar? A los catorce años… le digo. “El organismo tiene memoria y pasa factura tarde o temprano” me dice… ¡Ea.., vaya por Dios!

Tumbado en la camilla hago una paraita de torero y me templo para recordar como inicié, hace 50 años, mi vida laboral en una feria que viví. ¡Ojú, qué de años!

La británica Mary Quant ya había diseñado la minifalda de Massiel y los amores tempraneros se apoderaban de mí. En Osuna, Antonio Díaz “El Mini” tocaba la guitarra eléctrica y los hippies rompían tabúes: ellos hacían el amor y no la guerra.

Veo secuencias de la relación laboral con Manolillo “el Levadura”. Lejío abajo, en un isocarro, me olvidé del colacao y el África Tropical que cantaba un negrito mientras cultivaba. Me interesé por la “Baladilla de los tres Ríos” de Lorca y “Chiquito de Osuna”. Bregué con el solano y personajes de bares y tabernitas en cabos de barrios: “Manolito Pará”, el “Chicha” “el bizco Ribera”, Chico Callejuela…

En ese tiempo Osuna tenía dos ferias. La Chica de Septiembre y la Grande de Mayo. Las arcas municipales no debían andar boyantes y trasladaron la “Velá de Consolación” (La Patrona) al Lejío. ¡A la feria, a la feria!

Esto ocurría cuando la gestión consistorial en Osuna suspendía en cuestiones de conservación patrimonial. La Villa Ducal ya era “Conjunto Histórico Artístico”. Aún así poco importaba el pillaje arqueológico y los atropellos urbanísticos en los alrededores de la Ursao ibera. Algo debió caer por su peso cuando, la “Feria Chica” que cito, tuvo escasa duración en el tiempo. Desde entonces el Lejío se viste de farolillos solo por Mayo.

Por las calles Sevilla, San Pedro y Carrera pedaleaban Marmolista, Cayetano y Virorto. Feria de Arco de la Pastora, del Muñequito Andújar y la troupe familiar de Antonio “el Neo”.

El Soberano seguía siendo cosa de hombres y el vino a “más años más solera”. Propagandismo de la Lola de España y lunares flolclóricos del seiscientos de “Jicales” anunciando la corrida de la tarde. Paranoia del “Gasolina” y recuerdos de Zapaterito en los sillares milenarios del coso taurino.

Los Hermanos Reyes cantaban al “amor de dos caballos” y la Bulería no era una calle del recinto ferial, sino una forma de vivir del Titi, Caracolé y el inmarchitable “Reondo“. Trapicheo ancestral de ganado del Toto, Antón, Chaparrito… Borrachera de Arte Gitano y gracia populachera en el Lejío.

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Bajo los toldos cabíamos todos. El niño de San José, la “Paparrá“, taurinos, béticos, sevillistas y los 40 dominantes alérgicos a cualquier avance social. Después todo seguía igual. Unos controlaban la resignación popular desde el escaparate inmoral y otros se fumaban los días de soledad en la Alameda.

Gente y rincones que conservo de una Feria que viví cogiendo botellas de vino por el gañote.

El nervio sigue inflamado… Suerte que ya estás jubilado, dice el fisio.

¡Un detalle!

Antonio Moreno Pérez

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