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Columnistas

La alegría de vivir

28 julio 2024
La alegría de vivir
Freepik
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Luis Rebolo

A DIOS ROGANDO

Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.

Desde Aristóteles a Tony Robbins, desde la “eudaimonía” al “happiness”, desde el estudio de los años 30 en la Universidad de Harvard a la fórmula de Martin Seligman, la definición, el secreto o el camino de la felicidad han sido siempre objeto de reflexión y estudio. Unida etimológicamente a la suerte y filosóficamente a la virtud, la felicidad dejó hace mucho tiempo de ser una conquista para convertirse en un suculento negocio. Nosotros hoy nos adentraremos gratis en este síntoma que llamamos felicidad, y que es el resultado de algo más profundo que se cuece dentro.

Desde la psicología positiva, hay dos elementos que parecen ser claves en la experiencia de la felicidad. En la película Del revés 2 emparejan a todas las emociones en la cabecita de la jovencísima protagonista. Van de la mano la tristeza y la vergüenza, el miedo y la ansiedad, la ira y la envidia, el aburrimiento y el asco… pero la alegría no tiene compañero. Su compañero no ha llegado todavía a la vida de Riley porque el compañero de la alegría es el amor.

No hay felicidad sin alegría y amor. Parece que cuando el ser del hombre se oscurece, las distintas formas del ego se hacen sinuosas. En cambio, la alegría y el amor son las dos formas más genuinas de vibrar de nuestro ser verdadero. El Maestro de Nazaret nunca entonó aquello de «en este valle de lágrimas», sino que nos enseñó el mandamiento del amor «para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15, 11). San Pablo definía el sentido profundo de su ministerio de una forma bellísima: «somos servidores de vuestra alegría» (2 Cor 1, 24). Esta es la misión de todo buen cristiano, hacer posible la verdadera alegría y la plenitud en el amor de cada persona con la que se cruza.

En mi vida personal he podido descubrir a trompicones varias lecciones que terminé creyendo necesarias para conservar la alegría de vivir. Con toda seguridad no son las más lúcidas, pero no me apetece que hoy hablen otros por tratarse de algo tan personal como la experiencia de la felicidad. Por eso comparto mis propios aprendizajes, a saber:

  1. El camino de vuelta duele. En los cuentos, todos los tesoros están custodiados por seres monstruosos. En la vida, también. La consciencia se compra con la moneda de la verdad. La verdad la hemos experimentado casi siempre como una herida de rechazo, abandono, humillación, injusticia o traición. La personalidad, en cambio, es la careta de nuestra supervivencia, el analgésico del corazón. La careta te da alegrías esporádicas, pero también insatisfacción y zozobra permanentes. Por eso, cuando las serpientes mordieron al pueblo en el desierto, Moisés hizo una serpiente de bronce. Y quien la miraba se curaba. Uno sana volviendo a contemplar aquello que le causó tanto daño.
  2. Permanece. Confieso mi simpatía por San Josemaría Escrivá de Balaguer. Una de sus frases se me quedó grabada por su composición semántica: No tengas la cobardía de ser “valiente”: ¡huye!». A pesar de mi devoción, a mí la vida me enseñó lo contrario. Un día dejé de huir y me senté a escuchar a mis demonios. Resulta que el que era malo conmigo era yo mismo, y no ellos. ¡Qué cosas! No me concedía ser vulnerable, sentirme mal, estar agobiado o tener dudas. «Tengo que estar bien para los demás», pensaba yo desde lo alto de mi frágil andamio superyoico. El día que me permití permanecer en mi contradicción sin huir, nací. También me caí del andamio… Dolió, pero tuvo su gracia. Por último, quien aprende a permanecer, también aprende a marcharse, es decir, sabe cuándo y cuánto debe permanecer. Saber marcharse y de qué manera forma parte de eso tan difícil de aprender en la vida, que es el “saber estar”.
  3. Acepta sin juzgar. Poco más que decir. Las cosas son como son. Si no las aceptas como realmente son las maquillas o te rebelas, y no podrás gestionarlas. Aceptar es el único camino para transformar lo que hay en el corazón y en la propia vida. Quien acepta convierte lo peor de uno mismo en sabiduría práctica, empática, profunda. Quien no se acepta, no acepta ni respeta a los otros. Si no aceptas la realidad tal y como es serás un profeta cabreado, pero no una alternativa ni siquiera para ti. Los grandes acomplejados suelen ser gente quijotesca que estrella su idealismo no contra los molinos de la injusticia, sino contra su propio ego lacerado. Hay mucho ego en la acción y mucho poder en el silencio. Por último, acepta también este momento, en su complejidad, como un verdadero regalo y como lo único que tienes. Muchas flores preciosas ayer fueron semillas pisadas en el barro.
  4. Crece. Solo hay un movimiento en la vida consciente, y es crecer. Crecer como los árboles, en altura y en raíces, en flor y en fruto. Quien no tiene pasión, envejece; quien no tiene curiosidad, muere. Hay mucha felicidad en vivir con oído de aprendiz. La felicidad es crecer. Yo he visto crecer a monjas de clausura en una celda de 7 metros cuadrados, y ser más libres que los del otro lado de la reja. Crecer no es cambiar de actividad, sino de mirada. Hay gente que hace la maleta creyendo que cambiando de escenario va a dejar atrás sus problemas, pero los problemas son como la ropa interior: lo primero que se echa en la maleta. Van contigo a donde vayas. Cuando se cambia la mirada, la actitud, se transforma esa parte de la vida que no se puede cambiar porque son cartas que te vienen dadas. Yo puedo esforzarme por cambiar una situación injusta, pero no, por ejemplo, para dejar de padecer una enfermedad congénita. Lucha por lo primero, acepta con sabiduría lo segundo. Y sé inconformista siempre. Inconformista desde la ilusión por seguir creciendo.

Le decía San Francisco de Asís al hermano León que la perfecta alegría está en «el vencerse a sí mismo, voluntariamente, por amor». La alegría está en vencer al verdadero saboteador de mi propia felicidad: yo mismo. Eso a mí no me lo dijo San Francisco, sino Pepe Pirula en el año 2007, cuando me advirtió que para «conseguir algo en esta vida hay que dejarlo todo hecho y quitarte de en medio el día de la foto». Y añadió: «Si lo haces así, a lo mejor te dejan trabajar». La felicidad está en el bien, no en el ego.

Regresa, permanece, acepta y crece… No son consejos, son experiencias. No sé, por si os ayudan también a vosotros a conservar y agrandar vuestra alegría de vivir. Y que la celebremos juntos muchos años.

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Luis Rebolo 28 julio 2024

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