- Se encuentra presentando por todo el territorio nacional ‘Cancerberos. Teoría y sentimiento del portero de fútbol’
Tiene más pinta de haber sido portero de balonmano que de fútbol, pero defiende a ultranza la sencillez y la universalidad del denominado deporte rey.
Igual que había porteros predestinados a serlo, su sino caminaba por otras lindes. Escritor que aparentemente trata temas cotidianos y baladíes hace justo lo contrario. Lleva la filosofía y muchos brochazos poéticos al folio en blanco gracias a esos temas que al común de los mortales nos parecen intrascendentes.
José María Contreras (Osuna, 1987), licenciado en Filología Hispánica y doctor en Estudios Literarios ya ha presentado Cancerberos. Teoría y sentimiento del portero de fútbol (Ediciones Monóculo, 2024) en Osuna y Sevilla, y va a continuar haciéndolo en Madrid, Barcelona y Jerez de la Frontera.
Prologado por Juan Bonilla, Premio Nacional de Narrativa, en este nuevo libro de José María Contreras, profesor en la Universidad CEU Fernando III, puede encontrar el lector anécdotas reales de porteros como el Loco Gatti, Yashin, Buffon, Bono o Casillas con la disputa entre Júpiter y Juno, una viñeta de Mortadelo y Filemón, alusiones a las Metamorfosis de Ovidio o verle metido en un vergel con Buytendijk del que sabe salir airoso.
Este columnista cultural del diario nacional El Debate vuelve a las andadas editoriales tras Crónicas coreanas (Renacimiento, 2016), Confesiones de un padre sin vocación (Homo Legens, 2018) y Niños apocalípticos (Ediciones Monóculo, 2022), entre otros.
Ya lo adelanta tu prologuista. El portero siempre era el más malo jugando al fútbol, el hermano pequeño, aquel al que no le gustaba correr…
En parte tiene razón. Normalmente, es muy raro que alguien, por voluntad o una vocación fuerte, decida hacerse portero. Son circunstancias. Puede ser que seas especialmente malo o que estés desinteresado absolutamente por el fútbol, como fue también mi caso. Yo empecé porque ni me interesaba el fútbol, ni sabía darle dos patadas al balón. Como a mí en realidad me daba igual, me pusieron en la portería y allí permanecí. De hecho fue Antonio Galicia el que me obligaba a ponerme en la puerta de mi cochera. Yo obedecía y me ponía. Y después respondí al parecer con cierta celeridad y ahí me quedé. En mi caso es completamente anecdótico, pero la mayoría de los grandes porteros también empezaron por casualidad.
Tu despiste es comparable al del portero ruso Dassaev, tres veces mundialista con Rusia, quien, estando en el Sevilla, se cayó al foso del edificio del Rectorado.
Y estaba el rumor de que se cayó dos veces, pero él asegura que no, que una vez sí se cayó. Ya la segunda no, aprendió dónde estaba el hoyo y ya no volvió. Pero es que para mí también era difícil, porque mantenerte, sobre todo en el fútbol once, concentrado durante 90 minutos, donde te llegan puntualmente, a mí es algo que me costó. Además, como yo tendía a divagar, a pensar en las musarañas, tengo algunas cantadas memorables por eso mismo, por estar mirando donde no debía.
¿El portero es el enemigo número uno de los más incondicionales del fútbol?
Sin duda. Porque la riqueza que tiene el fútbol, y su éxito, creo que radican en el gol, en lo especial que es. Este tiene una entidad ontológica innegable. El gol es el fútbol. ¿Y qué tenemos que hacer nosotros? Evitarlo. Y esa es nuestra verdadera vocación. Queremos evitar a toda costa que el gol se produzca. Entonces, por eso llegó a sostener en el libro que en realidad el portero es, primero, prefutbolístico y segundo, antifutbolístico. Estamos en el fútbol para acabar con él.
¿Eras un portero que salía del área?
Muy poco, porque, dado que soy tan malo con los pies, intentaba no salir mucho de ella. De hecho, casi me asfixiaba y me ponía a boquear como un pez sacado del agua cuando abandonaba el área. Entonces eso también me ha impedido mucho, ha sido la razón de ser de muchos de mis errores. Yo soy un portero de portería, de área, y ahí es donde verdaderamente me sentía cómodo
Llevando la anterior pregunta a la literatura. ¿Eres un escritor que te sales de lo políticamente correcto? En este libro veo muchos atisbos por el que te pegarían balonazos sin desmayo.
Tengo la esperanza de lo que decía Azaña, que “si quieres guardar un secreto, escríbelo en un libro”. Tengo la tranquilidad de que aunque diga algunas cosas que pueden resultar escandalosas, raro será que alguien las encuentre. La piel de lo políticamente correcto se ha vuelto tan fina que han puesto muy fácil escandalizar. Y como a mí también me gusta el rollo, pues imagínate.
Al grano, José María. ¿El balón es amigo o enemigo del portero?
Yo creo que enemigo y así lo sostengo en el libro, porque ya no sólo es que se utilice para intentar meternos un gol, que es lo que queremos evitar a toda costa, que nuestra portería sea profanada, sino que también es revoltoso. Aunque sea un objeto inanimado, de alguna forma misteriosa en su interior bulle el instinto ofensivo más que el defensivo. Independientemente de cómo se le utilice, el balón en sí es uno de los grandes males que aquejan al portero.
¿Por qué has decidido poner en el título ‘Cancerbero’ y no ‘Portero’? ¿Declaración de intenciones de que todo tiene la profundidad que uno quiera encontrar? A mí me lleva directamente a la mitología.
Sí, porque es una referencia mitológica que yo creo que al menos la gente que más o menos está familiarizada con el fútbol lo utiliza de manera coloquial. No es algo demasiado culto o pedante. Pero sí es verdad que tiene una cierta ironía el hecho de que así se titula el libro, porque yo durante el mismo evito utilizarlo como sinónimo de portero. Y no como estos locutores tan imaginativos que van cogiendo sinónimos de todo tipo para no repetirse porque al fin y al cabo están hablando de lo mismo. Yo lo evito premeditadamente. Que se titule el libro como una palabra que yo rehúyo a utilizar a lo largo del mismo tiene su cierta gracia. Sí es verdad que hablo de la figura de ‘Cancerbero’ y de todas aquellas que en la mitología o en el mundo de la cultura en general se pueden considerar como antecesores del portero de fútbol.
Se habla mucho de la soledad del portero. Tú formas parte de una familia numerosísima: muchos hermanos, muchos tíos, muchos primos, muchos hijos… ¿Te ha servido ese hobby para evadirte del ruido familiar?
En su día diría que no. También especulo en uno de los capítulos con la posibilidad de que me convirtiera en portero por lo mismo que era capataz: por la singularidad, por el intento de descollar en una familia tan numerosa. A lo mejor hay una especie de instinto para llamar la atención que es el que me lleva a la portería, pero no lo sé, lo ignoro. Ahora sí me vendría muy bien, porque con cuatro niños en mi casa, que por lo que sea no suelen mantenerse en silencio, están escandalosamente vivos, ahora sí me vendría bien como escape o como refugio, pero ahora ya las rodillas no me dejan. Así que ahora que sí me habría servido como un refugio, como una soledad, que ahora sí ansío, pero ya no me lo puedo permitir por culpa de las articulaciones.
¿Entre las gradas de los campos de colegios y pueblos que has visitado se han acordado mucho de tu estirpe?
Sí, muchísimo. Y lo fui tolerando cada vez menos. Al principio estaba acostumbrado a que empezasen a defecar en todo tu árbol genealógico. Pero cada vez me costaba más tragarlo. Y cuando por ejemplo mentaba a mi madre gente que yo no conocía, simplemente porque jugaba en el equipo contrario, cada vez me cabreaba más.
¿Cómo te sienta que en el fútbol moderno el portero deba saber jugar con los pies como un defensa más?
Mal, porque a mí se me daba fatal. Yo he sido un portero reaccionario por incapacidad, porque no podía jugar con los pies. Yo era un portero de la estirpe de Zubizarreta. Luego ya, haciendo de la necesidad virtud, ya ha sido por una posición ideológica, ahora ya soy reaccionario convencido y una de las razones para ello me la ha dado a Antonio García Calle, que me presentó en Osuna, en la Peña Sevillista, y me da una de las desventajas que tiene este nuevo portero y en la que yo no había reparado en su día, y es que, como el portero juega tan bien con los pies, se produce una circulación continua entre los centrales y el portero. Entonces el fútbol se estanca ahí detrás, hasta el punto de que pueden darse algunos partidos en los que el portero sea el que más veces ha tocado el balón con los pies, lo que me parece una aberración absoluta. Este fútbol moderno por el que abogó Cruyff, y luego Guardiola, y que requiere que el portero juegue con los pies, ha hecho que los partidos resulten mucho más soporíferos.
Una pregunta técnica. ¿El interior de los guantes modernos sigue oliendo igual que los de mi infancia?
Totalmente. También depende de lo sudoroso que sea uno, pero acaban oliendo a costalero. Los últimos que tengo me he negado a tirarlos, aunque en el libro decía que los tiraré. Pero he decidido conservarlos y de vez en cuando meto las narices en ellos y me da ese olor de hombre, de costalero, me despierta ciertas añoranza.
Deambulas como pez en el agua yendo, constantemente y sin rechinar, de lo local a lo universal, y viceversa. Y nos llevas a tus lectores de lo trascendental al humor como un portero va al choque, de manera instintiva y natural.
Yo he intentado… Bueno, no lo he intentado con mucha fuerza. En realidad, el tono que han caracterizado, mis libros desde Crónicas Coreanas es un poco ecléctico y tiende a la mescolanza de los tonos y de los temas aparentemente triviales con los trascendentales. Pero es que a mí me divierte muchísimo. No me gusta compartimentar lo cotidiano o lo aparentemente trivial y hacer un dique con los grandes temas. Lo que yo he podido encontrar en mis lecturas de filosofía, de literatura o incluso los grandes hallazgos del arte, el bagaje cultural occidental que he adquirido y sigo haciendo, he querido llevarlo a lo cotidiano, llevarlo al día a día de manera que se enriquezca y eso es lo que he hecho con los porteros. En este caso no utilizo la figura del portero como pretexto para hacer filosofía sino al contrario, cojo la filosofía, los hallazgos que pueda haber en ella, para iluminar el portero. No vamos de Ricardo Zamora a Platón, sino de Platón a Ricardo Zamora.
Redactor Jefe de El Pespunte.