Jesús Quintero, patrimonio de la eternidad
- Este jueves 3 de octubre se cumplen dos años de la muerte del genial periodista onubense
Uno de los capítulos de ‘Trece noches’, una suerte de libro sagrado al que quien suscribe estas letras recurre periódicamente, lo dedicaron Jesús Quintero y Antonio Gala a la muerte. “Hay escuelas para todo, pero no hay ninguna que nos enseñe a morir”, sentenció el Loco, mientras reconocía al escritor cordobés que era un tema que le “intranquilizaba bastante”; aunque como su admirado Woody Allen, solo esperaba no estar allí cuando sucediese.
Las entrevistas de esos fabulosos encuentros entre estos dos genios de la palabra que pretendían así reivindicar la conversación sosegada, el pensamiento y la sabiduría, tuvieron lugar entre 1991 y 1992. Cuando hizo esas entrevistas, a Quintero todavía le faltaban 30 años para que su sombra proyectara forma de lápida, pero ya sabía sobradamente que no estaba preparado. “A veces la muerte es preferible a una vida que es solo apariencia de vida. Porque hay muchos muertos en pie, que diría Bécquer”, decía esa misma noche mostrando así su enemistad con el paso del tiempo. “Cuando la vida se convierte en un penoso trabajo, sin ninguna gratificación, no es extraño que uno quiera descansar”.
El 3 de octubre de 2022 le sucedió lo que a todos ha de suceder. El mítico comunicador falleció a los 82 años en la residencia Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique. Comió a mediodía por última vez, se fue a la cama a descansar y ya no se despertó.
“¿Usted prefiere morirse sin darse cuenta o conscientemente, sabiendo que se está muriendo?”, inquirió el maestro del silencio en la ya citada entrevista al autor de ‘La pasión turca’. “No me importa. Hace poco tiempo ha muerto un viejo, en todos los sentidos, amigo mío. De noche. Cuando han ido a despertarlo estaba muerto. Pensamos todos: no es mala muerte. Pero, ¿lo sintió? Eso no lo sabemos. Creo que en el último minuto el ser humano tiene como un deslumbramiento, se enfrenta por primera vez con él, sin las complicaciones y contradicciones que ha habido en la vida, y creo que elige. En ese minuto único en que de verdad es libre de aceptar, acepta. Tengo gran confianza en eso”, respondió.
Hoy se cumplen dos años de aquella triste e inesperada noticia. El primer aniversario estuvo repleto de homenajes. En San Juan del Puerto (Huelva), el pueblo en el que nació y se crió, se celebraron varios actos para recordar la figura de su vecino más emblemático. Entre ellos destacó sobremanera la espectacular escultura (obra de Elías Rodríguez Picón) que se inauguró ese día y que desde entonces preside la entrada del cementerio municipal de la localidad, donde descansan sus restos.
También tuvieron lugar, por ejemplo, la presentación de los I Premios Huella Jesús Quintero a cargo de la Asociación Promoción Turística y Cultural de Huelva y la emisión en directo del programa de RNE ‘Crónicas de Andalucía’ realizado desde la Plaza de España de la localidad onubense. Una semana antes, además, vio la luz el libro ‘Memoria del silencio: el mundo desde la colina’, un recorrido biográfico con numerosos testimonios y una selección de algunas de sus mejores entrevistas.
Este segundo aniversario está siendo mucho más terrenal, tanto como las circunstancias de su muerte. Ni un solo recuerdo institucional, ni rastro de los premios periodísticos anunciados doce meses antes, ni una sola publicación en los medios a modo de recuerdo.
Pero no toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido. Nada podrá arrinconar el legado de su obra artística. Sí, artística, porque Jesús Quintero otorgó al oficio de entrevistador y comunicador las grandezas del arte más elevado. Sibarita de la profundidad y orfebre de la palabra y el pensamiento, Jesús se oponía al mundo con su propia actitud, invitando a la reflexión desde una mezcla de cercanía e intelectualidad y, por supuesto, con sus silencios.
Todas esas virtudes afloraban, adaptándose a las circunstancias, independientemente de si tenía enfrente a un Premio Nobel o al ‘Risitas’. Porque otra de sus grandes aportaciones fue constatar como pocos el humor y la filosofía de vida de sus ‘Perros verdes’, dejando testimonios inigualables.
A los que le recordamos constantemente nos gusta pensar que su espíritu errará nostálgico eternamente por su amada Andalucía, emulando los versos de ‘El viaje definitivo’, que nunca sonaron tan bellos como cuando salieron de su garganta, con ese tono melancólico y sincero recitado que tan bien casa con el golpe de realidad descrito con tanta lucidez por su paisano Juan Ramón:
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostálgico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.