Intervenciones en la Imagen del Señor Yacente del Santo Entierro

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Desde el pasado sábado, el Señor Yacente de la Hermandad del Santo Entierro se ha repuesto al culto tras concluir la intervención a la que se ha visto sometida por el imaginero Marco Antonio Humanes, autor de la dolorosa de ésta misma Hermandad, María Santísima en su Soledad y Amargura. En el transcurso de la Función Principal la imagen fue bendecida por el Rvdo. P. Manuel Sánchez de Heredia.

El Señor presentaba varios daños como fisuras, grietas, repintes o deformación de distintas partes de su cuerpo, puesto que no se sabe con exactitud desde cuándo no se intervenía en ella.

Todo se ha subsanado en un proceso de restauración. Además, la Hermandad ha aprovechado para incluir nuevos elementos en la imagen como el tallado de la barba, el cabello o el sudario y una nueva policromía (la original apareció pero no se ha respetado). Por tanto, nos encontramos con una imagen híbrida: sobre una base antigua, quizá del siglo XVIII, se han añadido elementos del siglo XXI.

El resultado ha sido elogiado por miembros de la Hermandad y muchos devotos, pues la imagen, en un principio, parece más bella. Sin embargo, existe otra opinión pública acerca de la intervención (no se puede hablar sólo de restauración puesto que añadir a la talla nuevos elementos no es restaurar) que va más allá de la simple clasificación de bella o fea.

Hace unos meses el conservador del Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, José Luis Romero Torres, en una conferencia que ofreció en Osuna sobre la atribución del Cristo de la Caña, destacaba la singularidad del Señor Yacente por conservar cabellera postiza de pelo natural (la última en Osuna). Este postizo y otros fueron muy usados en siglos pasados para lograr un aspecto efectista y sobrecogedor de las imágenes destinadas a procesionar y trasmitir un mensaje a los fieles. Tras esta intervención la peluca natural ha sido eliminada y no sabemos si se volverá a utilizar más.

El hecho es que era la conjunción de los rasgos físicos de la imagen primigenia junto con la urna donde se colocaba lo que producía el efecto realista que impresionaba al público. Es decir, el aspecto que presentaba la imagen antes de la intervención (la peluca, el sudario de tela, el velo que cubría su cuerpo a modo de mortaja) más la soberbia urna donde se ubicaba el Yacente (con la luz interior y los cristales antiguos no lisos sino rugosos) funcionaban como conjunto. Esto es el gran y verdadero valor que tenía la imagen del Señor Yacente, más importante que la simple clasificación de bella o fea. Ahora puede que esto se haya perdido tras la intervención sobre la talla del Yacente.

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La intervención en una talla resulta muy comprometida para la junta de gobierno que lo decida. Detrás de una actuación de este tipo existe una legislación sobre patrimonio artístico y un código que los profesionales (los restauradores en este caso) deben cumplir. Además, las restauraciones y/o intervenciones tienen que tener un carácter reversible.

Por otra parte, es cierto que la finalidad que tiene una imagen procesional es despertar la devoción y la forma de trasmitirla a los fieles varía de cómo era en siglos pasados a cómo es en nuestros tiempos. Pero la pregunta que surge es por qué para ajustarse a la posible demanda actual que existiera no se ha realizado una talla nueva del Cristo y se hubiera conservado la primitiva tal cual era.

Por lo tanto, ésta y cualquier otra restauración y/o remodelación es un tema controvertido para el que existen partidarios y detractores. Recordemos otros casos en nuestras hermandades: repolicromía del Cristo de la Paz y de Ntra. Sra. de Consolación, perdiendo las originales; modificación y pérdida de la iconografía primitiva de Ntro. Padre Jesús Caído; sustitución de las manos entrelazadas de la Virgen de los Dolores de la Hdad. de Jesús Caído, juego de nuevas manos sueltas y hace unos años recuperación de las originales unidas; sustitución del Señor Yacente de la Quinta Angustia por uno nuevo; sustitución de Ntro. Padre Jesús de la Humildad y Paciencia por uno con iconografía diferente, recuperación del original y remodelación del segundo.

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