Instituciones y personas


El caso del Fiscal General del Estado, su imputación por el Tribunal Supremo, está haciendo correr ríos de tinta, de palabras y de imágenes. He escuchado numerosas opiniones provenientes de medios de comunicación o personas adscritas a la derecha política que recriminan al fiscal general, Álvaro García Ortiz, sin entrar en si es culpable o inocente, que no haya dimitido para salvaguardar el prestigio de la institución. El daño, al parecer, es permitir que se visualice este pleito entre el Tribunal Supremo, instruido por el magistrado Ángel Luis Hurtado, y la Fiscalía General del Estado, representada por Álvaro en su persona.
El asunto es que, desde la derecha, como son conservadores, quieren conservar una imagen social ideal sin conflictos entre las instituciones. La derecha es muy de “ordeno y mando” y piensan que solo hay que obedecer para que cada cosa esté sin moverse en esa imagen ideal. Pero el conflicto es inherente a la mente humana y a la sociedad, existe y mejor contar con él. Si dimitiera el fiscal general, seguiría la imputación de lo que él hizo representando esa institución. Desde luego, el prestigio o el desprestigio de la institución dependerá del comportamiento que haya tenido el fiscal, y dependerá del resultado final del pleito, tanto para la institución como para su ocupante actual. Si dimitiera ahora, simplemente el que le acusó, novio de una política, se habría salido con la suya aunque al final no tuviera razón.
Hay que considerar la relación de la institución y la persona que la encarna. En mi juventud profesional formé parte de una comisión de investigación sobre la situación asistencial de uno de los hospitales psiquiátricos andaluces y sus servicios asistenciales. Eran los años 80 del pasado siglo, en Granada dependía de la Diputación Provincial. Tuvimos entrevistas con los políticos, los directivos, los trabajadores, los profesionales del hospital, con algunos pacientes, para realizar nuestro informe. Siempre recordaré una frase de un directivo que justificaba una negligencia de la Diputación con la expresión de que las instituciones eran celosas unas de otras. Esa idea se quedó en mi mente, y con el tiempo creo que fue una burda justificación. Nunca se presentó en mi consulta ninguna institución por celotipia, no, solo se presentaron personas, y si una institución es celosa es porque lo está siendo el que la ocupa y la representa con el otro o la otra que ocupe o represente a la otra institución.
Una institución es un organismo social con sus tareas y sus reglas de funcionamiento. Las instituciones tienen historia, la de las decisiones de las personas que las habitaron. Por ejemplo, la institución de la presidencia de EE. UU. no es que fuera antes aburrida y ahora es inestable, no, es que antes estaba Biden y ahora está Trump. Si culpamos a la institución, se nos escapan sus ocupantes, se van de rositas.
En España tenemos un ejemplo en nuestra institución más añeja, la monarquía, más de mil años de trayectoria, hay historias de todo tipo. Recientemente, Don Juan Carlos I dejó la institución hecha un adefesio, porque claro, la institución era él, y se hartó de saltarse las reglas familiares, de comportamiento social y económico; ahora dicen que la institución tiene mejor salud, está más guapa, es que su hijo, Don Felipe VI, es que no parece ni Borbón, de su buen comportamiento, que sepamos por ahora.
Así pues, el Fiscal General es el acusado, no la institución, y tiene no solo el derecho, sino el deber de defenderse como Fiscal General. Quizás el juez Don Ángel Luis debería dimitir si está actuando de parte, como da la sensación, por su actuación y su trayectoria. Ya en el caso Gürtel hizo un voto particular oponiéndose a la condena del PP como partícipe a título lucrativo; también se opuso a que Mariano Rajoy declarase en el juicio de la trama de corrupción de la caja B del PP.
Considero que la decisión de Álvaro de defenderse como Fiscal General del Estado hace honor a la institución, pues considera que su conducta no ha sido delictiva. El prestigio aquí se lo juegan las dos instituciones y dependerá, al final, del comportamiento de quienes las encarnan en las personas de los magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y de la Fiscalía General del Estado y de que conozcamos la verdad.

EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.