Íñigo Errejón y las adicciones
El ya ex diputado Íñigo Errejón declarará ante el juez el próximo martes 12 de noviembre. Lo harán también 16 mujeres, que así se ratificarán en sus declaraciones contra el investigado –¡paradojas de la vida!– por violencia machista.
Como en el mundo del toro o en la Iglesia, no hace falta que vengan enemigos a empujar desde fuera. El feminismo institucional tiene dentro sus peores detractores. El daño ha sido enorme, como enorme es la sombra de sospecha de que los y las feministas oficiales blanquean las fachadas de sus sepulcros con los discursos que hagan falta para no soltar tajada. ¡Qué pena! El feminismo no solo es el resultado de reivindicaciones justas, sino un fruto maduro de la evolución histórica de la conciencia humana. No hay futuro sin feminismo y la pena es que lo saben más de un y una cuentista.
Tras el comunicado –atribuible a un monólogo de Ozores en el Un, Dos, Tres– con el que Íñigo Errejón anunciaba que deja la primera línea de la política, varios medios han confirmado que el diputado llevaba meses en terapia por adicción al sexo y a las drogas, lo cual estaría en el origen de sus presuntas expresiones de violencia machista. Y ahí sí me gustaría añadir algo como profesional de las adicciones, debido a la repercusión de la noticia y a las distintas valoraciones que se han venido realizando sobre los hechos.
Tanto algunas denunciantes como distintos profesionales de la Salud Mental se han despachado en los medios afirmando que el susodicho tiene un trastorno disociativo que le permite esta doble personalidad o que es un psicópata narcisista. Pero quienes sabemos lo que es una adicción, tenemos claro que, simplemente, es un adicto.
Según estudios realizados por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), se estima que alrededor del 40% de los adictos al sexo consumen alcohol y el 30% estimulantes como la cocaína como parte de un patrón de abuso de sustancias múltiples. Esta cifra apunta a una relación elevada entre el consumo de sustancias, especialmente de cocaína y alcohol, y la adicción sexual. Y es que tanto la cocaína como las conductas sexuales adictivas incrementan la liberación de dopamina, la hormona relacionada con el placer. Esta sobreestimulación de los receptores dopaminérgicos crea un patrón de dependencia que lleva a una mayor búsqueda de gratificación en ambos comportamientos. Esto incrementa la tolerancia y la necesidad de intensificar estas actividades para lograr el mismo nivel de placer.
Desde el punto de vista clínico, estos patrones de comportamiento han motivado que muchos centros de rehabilitación implementemos protocolos de evaluación que detecten tanto el abuso de drogas como la adicción sexual, en orden a abordar ambas adicciones de manera simultánea y así mejorar las posibilidades de recuperación y reducir las tasas de recaída de nuestros pacientes.
Aunque no todos los adictos a la cocaína son agresores en casos de violencia de género, un informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (2021) advierte de la profunda relación existente entre el consumo de cocaína y la violencia machista. Se trata de un tema complejo que ha sido estudiado en el ámbito de la criminología y la psicología. Aunque no existe aún un porcentaje exacto, varias investigaciones muestran cómo el consumo de esta droga aumenta significativamente el riesgo de comportamientos impulsivos, compulsivos y violentos, quedando de manifiesto la comorbilidad entre la adicción y la violencia de género.
Por tanto, es conveniente recordar que estamos hablando de un trastorno psiquiátrico ampliamente estudiado y porcentualmente frecuente, en el que se vinculan la doble adicción al sexo y a la cocaína con las expresiones de violencia machista.
Por tanto, no se trata de un vicio, sino de un trastorno psiquiátrico que supone un grave desorden en todos los ámbitos de la vida personal. Si bien esto no exonera a ningún adicto de la propia responsabilidad personal ni jurídica sobre sus actos, sí requiere ser considerado como un problema de salud mental y recibir un tratamiento social y mediático responsable.
Ahora que la Salud Mental comienza a tener la tan necesaria visibilidad de la que carecía, no olvidemos que la adicción no es un defecto moral, sino el síntoma de un problema personal más profundo. Detrás del personaje está la persona. El primero genera muchos problemas, la segunda los sufre. Las opiniones y decisiones del personaje son susceptibles de valoraciones pero, antes de mirar a la persona, es mejor suspender el juicio y tentarnos la joroba. Quien es adicto o tiene uno en casa sabe de lo que hablo.
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.