Inglés, tenis y terapia
Las cifras han caído hasta edades alarmantes: el acceso a la pornografía, la primera ingesta de alcohol, los casos de suicidio, las edades del acoso escolar, el debut con porros y cocaína, malos tratos a los padres, delincuencia, adicciones tecnológicas, conductas sexuales de riesgo, comportamientos machistas… cada vez nos sorprende la edad más y más baja de los niños que salpican titulares y desploman estadísticas.
Los padres y madres acuden, juntos o por separado, a buscar ayuda terapéutica porque no saben cómo desconectar a sus hijos de los videojuegos después de haberle dedicado a las pantallas un verano entero de entre 8 y 14 horas diarias. Ahora toca instituto, pero muchos de ellos han adquirido rutinas que generan dependencia e incluso adicción, y esos adolescentes responden a los intentos de apagarles la consola con gritos, conductas desafiantes, amenazas de autolesiones o agresiones verbales y físicas a sus propios padres. Además, no logran concentrarse en clase, han perdido habilidades sociales y comunicativas, se han vuelto más impulsivos, tienen una ansiedad mucho más disparada y entran fácilmente en peleas o conductas de riesgo buscando un poco de esa dopamina que ya no les da su consola.
“No sé lo que hacer con mi hijo”, te dicen nada más entrar. Y es cierto. Ha habido un salto generacional que más que una brecha ha supuesto un terremoto. Ves cómo chicos de 27 o 28 años se parecen más a sus padres que a sus hermanos menores, con los que se llevan pocos años. Esa generación vive en el ojo de un huracán tecnológico y social que cambia por minutos, y al que personas de otras edades y otros ritmos no estamos en condiciones de seguir la huella ni de lejos. Muchos padres reconocen que necesitan ayuda, herramientas, orientaciones para lograr establecer una comunicación más o menos fluida, afectiva y confiable con sus hijos.
Según la encuesta EDADEs, casi un 20% de los jóvenes españoles consume benzodiacepinas para sus problemas de depresión, sueño o ansiedad. Además, en los centros de desintoxicación cada vez encontramos chicos de menos edad y con perfiles de más problematicidad. Acompañan su adicción tecnológica o a sustancias con psicoticismo, trastornos límite de personalidad, comportamientos disociales, narcisistas, disonancias cognitivas, dificultades de concentración, incapacidad de proyectar planes a futuro o valorar las consecuencias de sus actos a medio-largo plazo…
Lo hemos afirmado muchas veces. La mejor prevención de “casi todo” es la educación y la gestión emocional. Solo con eso, el bullying, las cifras anuales de suicidio, la tolerancia a la frustración, la depresión o las adicciones verían mejorados y reducidos sus números.
No sé si el formato de este intento de solución consistiría en una asignatura, en escuelas de familia o en talleres a los padres, pero alguien debe hacerse cargo de esto de forma pública y gratuita. De lo contrario, ya saben en muy poquitos años cuáles van a ser las extraescolares de sus hijos: inglés, tenis y terapia.
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.