Inflando ‘glovos’

Con la mirada juguetona del que se sabe triunfador, lanzaba Évole hacia el otro extremo de la mesa una interrogación en forma de recordatorio de la realidad, como si la pregunta pudiera pellizcarle el brazo para así cerciorarse de que no estaba soñando: ¿por qué después de 10 años ha accedido a que le entreviste? El entrevistado movió aquella parte superior al labio dónde antes descansaba su icónico bigote y con el aplomo del que tiene una respuesta perfectamente diseñada para cualquier tipo de interpelación, le respondió: “Porque es usted un español perseverante, y la perseverancia siempre tiene premio”.

Cuando lo escuché, me pareció uno de los reconocimientos más honrosos que se le pueden hacer a un periodista. En realidad, a cualquier profesional, sea del sector que sea, o, mejor dicho, a cualquier persona. La perseverancia es un mérito que nosotros mismos nos otorgamos, y, por lo tanto, que otros, máxime si son con los que hemos sido perseverantes, nos lo reconozcan, supone una gesta de la que sentirse orgullosos.

He estado esta semana reflexionando sobre ello, y he llegado a la conclusión de que la perseverancia no tiene por qué depender del talento, pero en cambio, el talento no subsiste sin perseverancia. Este atributo representa la cualidad de sobreponerse a las dificultades, de no ceder ante los contratiempos, de no cejar en los intentos por mucho que te puedan llegar a tomar por loco o pesado. El empecinamiento a veces también abre puertas. Y sí, es probable que te tomen por loco o por pesado, pero el consuelo del pesado es saber que, teniendo la mollera tan dura, es capaz a fuerza de cabezazos de llegar a romper algún muro. La justicia siempre suele caer del lado del que se ha caído muchas veces.

El persistente no es el que no pide permiso, sino que es el que es capaz de pedir permiso veinte veces más con la misma cara de cuando lo solicitó en la primera ocasión. Las toallas no se tiran, se lavan. Hasta el guion más pulido y el director más puntilloso, en un momento dado, pueden estar receptivos a un cambio, solo hay que saber y estar. Saber cuando es el momento y sobre todo estar allí para convencer. Siempre hay una manera de apretar las tuercas, de darle una vuelta al tornillo, de encontrar el que creen que hemos perdido. Solo hay que saber buscar la herramienta correcta. Las puertas la mayoría de las veces se abren con llaves, pero otras, hay que abrirlas con radiografías.

Todo el mundo tiene historias de resistencias, cada cual se obstina de manera distinta en cosas distintas. En España hay ejemplos. En 2006, un tipo que estudiaba filosofía y que se hacía llamar “Crema”, sacaba un EP que pasó sin pena ni gloria. Quince años y miles de horas de trabajo, absorción y aprendizaje después, ha conseguido que su nuevo proyecto musical pulverice todas las marcas y ha logrado el hito de que sea el mejor debut de un álbum español. Es un hecho que, si en 2006 aquel “Crema” se hubiera rendido, no hubiésemos podido conocer hoy a C. Tangana. Sigo a Tangana desde el 2016 y cada vez que lo he escuchado hablar, me ha impactado la seguridad y la confianza que tenía en su éxito. El pelotazo lo da siempre el que ha pinchado muchos balones.

La semana pasada también conocíamos a través de una foto, la historia de un chaval que a la espera de que alguien desde su casa encargara una hamburguesa, estudiaba al amparo de una farola convertida en flexo. Lo entiendes todo cuando le escuchas hablar y no le oyes quejarse, y te cuenta que su sistema es estudiar de 20 minutos en 20 minutos en cualquier poyete, y te habla de que su sueño es competir en Moto GP. Y es que esa es la clave de las personas que resisten, ese anhelo recurrente que empuja a seguir en los momentos difíciles, esa meta, o ese sueño que neutralice las ganas de mandarlo todo a la mierda.

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No es un momento fácil, sobre todo para nosotros, los jóvenes. El futuro es incierto y la tasa de paro juvenil asciende a un 40%. Por eso solo nos queda encomendarnos a nuestra persistencia, preparar la cara para llevarnos más de un portazo, agudizar el ingenio y endurecer el ánimo. Parafraseando al flaco de Úbeda, vamos a tener que aprender a vivir con un gramo de esperanza en lista de espera. La situación no es fácil, pero es el momento de ganarse ese reconocimiento de “español persistente”. Que no se diga.

Santi Gigliotti
Twitter: @santigigliotti
Fotografía: Pedro G. Díaz (Facebook).

 

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