Indultemos el olivo de la rotonda

Preguntaba un día a un amigo aficionado al mundo de los toros qué cualidades o circunstancias debían reunirse en una faena taurina para que se decidiera indultar a un toro, más allá de que lo solicitara el torero y lo aceptara el presidente de espectáculo. Con mucha claridad y conocimiento me señalaba que era un conjunto de circunstancias dadas al mismo tiempo y que muy excepcionalmente coincidían en la misma faena.

Lo primero que se tiene que dar es que el toro tenga “jechura y trapío”, pues un toro sin presencia es muy difícil que pueda ser indultado , después es preciso que a la bravura del toro se le una la nobleza en la embestida, por ambos pitones, y que, sin renunciar nunca a la pelea, no se le vean feos derrotes o cabeceos impropios de lo que en realidad son toros de élite. Es importante también, señalaba, que el torero le haga una gran faena capaz de trasladar la emoción y el sentimiento a la grada. No existe indulto si el torero no es capaz de hacer una gran faena, hasta el punto de que un toro para indulto se puede ir estoqueado a los corrales simplemente porque el torero no esté a la altura. Y ya por último, el presidente tiene que acceder al mismo, a tenor de la conjunción de las circunstancias.

Una vez indultado el toro vuelve al campo donde se convertirá en el más mimado de los elementos de la ganadería, sabiendo que nunca más volverá a una plaza y nunca más tendrá ya que demostrar su valía como toro bravo.

Días atrás pasé por la rotonda del olivo, -la única rotonda que se ha hecho de una sola vez en todo Alfonso XII- y como todas las veces que paso por ella he admirado esa grandeza de la conjunción del hombre y la naturaleza, que supone el olivo allí plantado. Días atrás había comentado la belleza exultante que presentaba y el buen cuidado al que estaba sometido, como árbol ornamental, señalando la distinta suerte que podría haber corrido en caso de no haber sido plantado para adornar una rotonda. Es más que probable que a estas alturas su madera hubiera caldeado cualquier habitación en una chimenea.

Pero hoy, cuando he vuelto a pasar por la rotonda, me he acordado de la conversación del indulto taurino, sobre todo cuando he visto que el olivo de la rotonda ha sido talado como si fuese olivo de dar aceitunas. Un “tareero” del olivo le ha hecho volver a la plaza para realizarle una faena, ¡pero una faena!, al olivo de la rotonda y le ha hecho perder la frondosidad y la belleza de días atrás. Ha descargado el interior del olivo y ha dejado sólo lo cogollos exteriores como si el fin de éste fuese volver a “cargar de aceitunas” para la molienda de cualquier almazara o molino. Me recordaba esta tala a la misma que presentaban los “olivos hermanos” del parque San Arcadio en las previas de las elecciones cuando, “tareeros” contratados con miras electoralistas, procedieron a la tala de los mismos dejando raquítica su frondosidad y ornato como si en la misma Jaretilla o en La Dueña se encontrasen.

Como digo, hoy recordaba el indulto taurino de “jechura y trapío”, bravura y nobleza, a la vez, faena con sentido que transmita al público…, hoy me imaginaba la cantidad de años que el olivo ha cumplido con su cometido en el campo y me imaginaba la cantidad vareos otoñales y de talas profundas a las que ha debido ser sometido a lo largo de su vida con el único objeto de descargar y cargar aceitunas, hoy me imaginaba la alegría que tendría ese olivo el día que se vio presidiendo en solitario la entrada de un pueblo señorial amante de los olivos y me imaginaba lo orgulloso que se sentía cada vez que escuchaba los piropos desde los vehículos que circundaban la rotonda y apreciaban su frondosidad y ornato, recordaba que ese olivo ya no estaba en la plaza, tiene más que demostrada la bravura y la nobleza, y pensaba que ya no se le exigiría una determinada cantidad de aceitunas.

Pero parece que no es así. Parece que falta faena propia de indulto y que nuestro olivo es considerado uno más sin apreciar ni el tareero ni la presidencia que cumple con todas las cualidades para ser indultado, tan sólo hace falta conocimiento de lidia olivarera y altura de presidencia. Creo que no es tan difícil hacerlo…ya, el próximo año.

Marcos Quijada
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  • Amigo José Mª, elolivo está fraileado y respetado en sus chupones y plantado en una rotonda, lejos de los campos de cultivo, pero no está indultado pues se le sigue exigiendo -podando- como si dar aceitunas fuera su cometido.
    Sobre los chupones se puede “aclarar” o recortar para árbol ornamental y se decide lo primero, como si en plena faena se encontrara. Para faena la que le hacen. es una árbol ornamental cuyo valor está en su porte teniéndose que buscar, por tanto, agrandar y poblar su copa, cosa que no se hace. Y en este todavía, pues “sus hermanos del Parque” los desgraciaron y ahí están los pobres recuperándose de la faena de maletilla de tienta que le hicieron unos indocumentados del olivar.
    En fin, que lo único que digo es que con lo agradecidos que son los olivos no perdamos el sitio en tientas de dehesa y seamos capaces de rematar faena de plaza de primera.

  • Yo también estoy de acuerdo con el indulto del olivo, a ver si dentro de unos años, cuando realmente esté frondoso, ocurre algo similar a lo que está ocurriendo en algunos pueblos de la sierra con los jabalíes, que bajan a comer hasta las afueras del pueblo. En el caso del olivo, no precisamente jabalíes, pero si una “tiraita” de zorzales cercana a varios “aguaeros” de humanos. Un saludo, Marcos.

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