In Memoriam

Acabo de asistir al entierro de Da. Milagros Bueno Caballero, la que fuera enfermera-jefe del Hospital de la Merced, el primitivo, aquel que crearon los añorados D. José Mª Contreras, D. Ángel Caraballo, D. Emilio Fernández, D. Eduardo Díaz Ferrón, etc. (discúlpenme los herederos de los que no he nombrado), que después pasó a “La Zona”, épocas en las que un hospital servía solamente para atender a la salud y la enfermedad de la población, y en nada para “banderín de enganche” de votos del partido en el poder.

Pues bien, durante todos esos años, estuvo presente, y de qué manera, la figura de Milagros. Mujer de carácter fuerte, pero con dulzura de corazón, con sentido del deber, del orden, de la disciplina y de la justicia (valores imprescindibles dentro de un hospital), gracias a cuya labor, y con unos medios humanos y materiales muy precarios, sacaba adelante un trabajo que hoy día sería impensable. Por supuesto que con la colaboración inestimable de “las niñas”, un grupo de Auxiliares de Enfermería, que en nada tenían que envidiar a las mejores instrumentistas quirúrgicas, o enfermeras de planta de cualquier hospital, y todo gracias a las enseñanzas y el estímulo de “La Jefa”, como cariñosamente se le llamaba.

Mi primera relación con Milagros la tuve de niño, con seis años, a raíz de una fractura de clavícula que requirió un determinado tipo de vendaje, el cual debió ejecutar de modo impecable, dado que curé magníficamente y sin ningún tipo de complicación. Pasó el tiempo, y ya siendo médico especialista en La Zona, tuve ocasión de trabajar con ella y apreciar su calidad profesional y humana. Y, por supuesto, la de sus “niñas” Puedo dar fe personalmente.

Era una gran aficionada. Querida y respetada por todos los taurinos locales y de fuera, a la que el Círculo Taurino de Osuna había hecho Miembro de Honor.

Hoy, en la Victoria hemos estado acompañándola en su último viaje a la calle Écija, algunos de los que trabajamos con ella. La iglesia estaba casi llena, había tres cuartos de entrada, y eso que Milagros casi no tenía familia. Los que allí estábamos éramos gente que la queríamos y ya está. Las flores eran del Círculo Taurino. Tenía noventa y tres años y la cabeza bien amueblada hasta última hora. Descanse en paz.

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José Mª Sierra

6-1-2012

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