Hospitales, ¿qué tendrán las ambulancias?
Por mi profesión de médico he pasado mucho tiempo en los hospitales, como paciente o familiar de ingresado menos, pero también. En este ámbito, de entrada o de salida me he topado con las ambulancias, como se dice de Don quijote con la Iglesia, querido Sancho.
Las ambulancias las conocerán ustedes, circulan entre nosotros, de vez en cuando pasan por nuestras calles con sus luces encendidas y el ulular de sus sirenas, a los niños pequeños les llama mucho su atención.
Desesperan en los traslados entre hospitales o en las altas a domicilio desde urgencias, tardan y tardan. La familia compañera de habitación de este hospital, pues ahora mientras escribo estoy de familiar acompañante, tienen el alta desde las 8.30 de la mañana cursada y pedida la ambulancia, llevan 4 horas esperando y sin saber.
Con las ambulancias en mi vida profesional también me he topado, hay dos anécdotas que ilustran su necesidad y su funcionamiento. La primera me ocurrió estando yo de jefe de la guardia en el hospital Virgen del Rocío, era la máxima autoridad del hospital fuera del horario de atención administrativa. Que un psiquiatra lo fuera, nos costó, ya que los habituales jefes de guardia, cirujanos e internistas no se fiaban de nosotros. Era de madrugada, hacia falta evacuar a un paciente y no venía la ambulancia me trasladaron el problema. Orgulloso de mi función cogí el teléfono a las 3 de la madrugada (como si fuera Don Manuel Ruiz de Lopera salvando al Betis):
— Oiga la empresa de ambulancias.
— Si dígame.
— Soy el Dr Conde, jefe de la guardia del Virgen del Rocío necesitamos una ambulancia urgente. –sin impresionarse nada el telefonista me contestó sin darle más importancia
— Oiga no hay disponible, en el momento que podamos le enviamos esperé.
A pesar de mi insistencia y de mi tono exigente no conseguí otra respuesta de aquel encargado, Así fue, aunque llegó pronto.
Por cierto la familia compañera de habitación por fin, 5 horas esperando ha llegado su ambulancia y se marchan de alta con su familiar, todo llega.
La otra anécdota es más emocionante y peleona. Empieza con la atención a un niño de unos 8 años, paciente oncológico del hospital infantil, enviado urgente por mis compañeros de salud mental, le hago un hueco en mi agenda saturada y viene trasladado en ambulancia dentro del recinto del hospital, en camilla, paso al chico al despacho junto a su madre y empiezo la consulta con él. Al poco tiempo se abre la puerta de mi despacho y el conductor de la ambulancia me interrumpe agobiado, metiéndome prisa. No di crédito, no respetó la puerta de una consulta cerrada, lo expulsé airadamente. Al poco volvió a entrar, mi indignación era máxima le pedí el teléfono y hablé con sus superiores directamente, diciéndoles que iba atender al niño el tiempo que necesitase y que le dijeran a su conductor que respetará ese espacio de atención clínica. Pues entró otra vez al poco y lo expulse empujándolo, hasta que terminé de atender con la corrección que consideré a ese paciente único. Les juro que sigo sin entender el atrevimiento de aquel joven conductor, pensé en la presión a que estaría sometido en su trabajo, no encuentro otra explicación. Presenté un informe de queja a la dirección del hospital por lo inadecuado de lo sucedido, sin ningún efecto práctico para el día a día de las ambulancias. Al poco tiempo mis compañeros me informaron que desafortunadamente el chico había fallecido, pero que llegó hablando orgulloso de ese médico que peleaba por él con los de la ambulancia, lo que hizo que se me saltarán las lágrimas.
No se que tendrán las ambulancias que mandan tanto en Sevilla, será el nombre de una de sus empresas Ambulancias Tenorio, a lo mejor por su apellido son familia de Don Juan el burlador de Sevilla, esa fue la empresa del conductor transgresor y presionado.
Desde mi experiencia, decirles que se hacen de esperar pero que siempre llegan, paciencia y confianza y que los gestores les aprieten los machos para mejorar su eficiencia y probablemente su número.
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.