Hagamos un buen diagnóstico


La medicina es una práctica clínica científica que se ocupa de personas, no es pura ciencia porque no se desarrolla en un laboratorio, sino en la vida real con sus condicionantes. Hay una máxima hipocrática que dice no hay enfermedades sino enfermos, poniendo el acento en la singularidad de cada uno de nosotros. El diagnóstico clínico ha hecho avanzar la medicina, define una patología, su origen, su tratamiento conocido, su evolución esperable y su pronóstico.
En psiquiatría el diagnóstico también aporta ese conocimiento del aparato psíquico, del que emerge la mente que se construye en la interacción entre el cerebro y el entorno social desde que nacemos.
Y usted lector dirá a estas alturas ¿De que va la columna de hoy? ¿De una clase de medicina? Pues no, es un preámbulo necesario para intentar comprender cosas que nos están pasando en nuestro mundo algo sorprendentes e inesperadas. Cosas de las que el presidente actual de USA Donal Trump se ufana de ser el autor.
El diagnóstico psiquiátrico no es una ofensa, pretende aprehender la realidad de una persona, el valor social de la misma no estará en su diagnóstico sino en sus acciones, en su interacción con sus semejantes y el mundo. Usaré una clasificación psicoanalítica que resulta útil y espero fácil de entender, Freud agrupa a las personas en tres tipos de estructuras de personalidad:
Psicóticos. Su juicio de realidad esta alterado, construyen una nueva realidad que sustituye a la realidad común. La justicia los considera inimputables porque toman sus decisiones vitales sobre esa realidad alternativa y alucinada.
Psiconeuróticos narcisistas. Su juicio de realidad está conservado, ante la frustración se refugian en gozar para tranquilizarse, hacer lo que les gusta. Sus síntomas son egosintónicos no les crean conflictos internos, se los crean a los demás, sin sentimientos de culpa, lo primero son ellos.
Neuróticos. Su juicio de realidad está conservado, para escapar de la realidad frustrante se refugian en su fantasía, sus síntomas son egodistónicos, les crean conflictos internos, culpa, angustia.
Pues nuestro sujeto de preocupación que es el señor Trump, podemos ubicarlo diagnósticamente en el grupo de psiconeuróticos, cumple criterios, tiene juicio de realidad, se dedica a su propio goce, sin conflictos internos, los crea fuera, sin sentimientos de culpa. solo culpa a los demás. Hay una clasificación internacional ampliamente utilizada la DSM 5 para los diagnósticos psiquiátricos y él cumple todos los criterios de “El trastorno de personalidad narcisista se caracteriza por un patrón general de grandiosidad (grandeza), necesidad de adulación y falta de empatía. El diagnóstico se realiza por criterios clínicos. El tratamiento es con psicoterapia psicodinámica”.
Es que nuestro personaje, el otro día nos cuentan las crónicas que dijo: “El premio nobel de la paz, lo merezco, pero nunca me lo darán. Es una pena”, lo dijo desde el Despacho Oval ante la risa de Netanyahu, después anunció que expulsará a los palestinos de Gaza para reconstruirla y convertirla en la nueva “Riviera de Oriente Medio”. “Sería maravilloso”, ha espetado. Es decir no ha perdido el juicio de realidad, tampoco muestra empatía con los palestinos, y nos muestra de lo que goza el mover dinero con el negocio inmobiliario.
Parece un chiste, como el que a continuación les voy a contar para terminar la columna con algo de sentido del humor, que siempre ayuda a sobrellevar los malos royos. Pero es cierto.
¿Que podemos hacer? Ya que no parece que vaya hacer tratamiento de psicoterapia psicodinámica como aconseja el DSM 5.
Se dice que el psicótico crea castillos en el aire que no existen en la realidad, los neuróticos con su fantasía habitan en ellos y los trastornos de personalidad les cobran el alquiler. Pues el señor Trump es el que quiere cobrarnos el alquiler, incluso subírnoslo, como la mayoría somos neuróticos diferenciemos entre fantasía y realidad, hay que negarse a pagarle el alquiler, el castillo no existe. Si pone aranceles, pongamos los nuestros y que sean mejores que los suyos. Es lo único que le afectará que su goce no se produzca, la que lio cuando perdió las elecciones, porque los complejos de superioridad no te hacen mas grande, aunque si mas insolente.
Dignidad para los gazatíes y como dice un refrán árabe cuando te muerden te acuerdas de que tienes dientes.
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.