
Cada uno, con sus colores, los que no cambiaremos, razón de llanto y alegría, los que, con orgullo, enseñamos a nuestros hijos y hacen que el corazón nos dé un vuelco cuando, los nuestros, saltan cada domingo al campo.
Pero hay que reconocer, que las noches de Champions son especiales y, si juega el Madrid, y en el Santiago Bernabéu, el espectáculo parece asegurado. No soy merengue, la vida me premió con otra suerte al final de la palmera, pero esas citas europeas son disfrute para cualquier aficionado.
El fútbol ha perdido, a mi entender, casi todo el romanticismo que tenía. Ya no hay clubes -hasta los que lo son, no lo parecen- sino sociedades mercantiles, ya no hay directivas -se las han ventilado los consejos de administración-, ya no se mira por el aficionado, y mucho menos por los niños -se ajustan los horarios al gusto y beneficio de las televisiones-,… lo importante ya no es la pelota sino el negocio. Esas tenemos, pero, aun así, hay partidos que te devuelven la ilusión.
No me gustan algunas de las formas que rodean al Madrid. Ese tufillo a ayuda arbitral que siempre le envuelve, la prepotencia en fichajes -nunca olvidaré aquel asalto a Lopetegui días antes de que España debutara en el mundial de Rusia-, el arropo de la prensa, el invento de la superliga y la sensación de que el dinero es el centro de toda actuación. Comprendo que los tiempos cambian, pero prefiero seguir concibiendo el fútbol como pasión, más que como negocio.
Por mucho envoltorio que le quieran poner, son once contra once en un campo de batalla en el que todo puede ocurrir. Pero, en ese estadio, en esa competición, en esas noches europeas, siempre pasa lo mismo. Pocos equipos han sido capaces de construir esa leyenda. Decía el malogrado Juanito que “noventa minuti en el Bernabeu son molto longo”. Una vez más, así ha sido. Amigos madridistas me confesaban haber estado, otra vez, al borde del infarto, pero para los que lo vemos desde fuera, ajenos a los colores, es un espectáculo futbolístico impresionante.
Me quedo con esa entrega, esa confianza, esa lucha hasta alcanzar el objetivo. El fútbol, que tanta incidencia tiene en nuestros jóvenes y no siempre ofrece grandes referentes, ha mostrado, en esta ocasión, los valores que conforman, hoy, el mejor ejemplo para una sociedad, tantas veces conformista y acomodada.

POR DERECHO
Abogado, socio-director Bufete Rodríguez Díaz. Profesor en la Universidad de Sevilla (US), Universidad Pablo de Olavide (UPO) y Loyola Andalucía.