
CON LA PALABRA EN LA BOCA
Lector fiel de las páginas escritas por Virginia Woolf, Dulce Chacón, Pérez Galdós, Buero Vallejo y Ramón J. Sender. Licenciado en Escenografía y Dramaturgia por las escuelas de Arte Dramático de Sevilla y Madrid respectivamente. Máster en Creación Literaria por la Universidad de Sevilla. Máster en Estudios Feministas y de Género por
la Universidad del País Vasco. Docente en Escola Superior de Arte Dramática de Galicia. Cursando estudios de doctorado en el Instituto de Investigaciones Feministas de Madrid.
Irá quedando atrás. Olvidándose. Me refiero a una joven que fue arrastrada por un suelo situado en la frontera entre Israel y Gaza. A su cuerpo desnudo con claras marcas de haber sido brutalmente golpeado y subido a una camioneta ante el júbilo de barbudos milicianos. A su rostro de poco más de veinte años posando sonriente y feliz frente a la cámara de un teléfono móvil escasas horas antes de verse forzada a ser pieza de trofeo para el solaz de testigos varones que gritan Alahu Akbar. Dios es Grande.
Testigos varones, decimos. Porque eran hombres -llegados en paracaídas desde el cielo- los que asesinaron a cientos de jóvenes que celebraban una fiesta en campo abierto. Guerrilleros embriagados de fanatismo y dispuestos a degollar personas indefensas. No había entre los asaltantes una sola mujer. Ni una. En las imágenes llegadas a todo el mundo las mujeres aparecen como víctimas, ninguna como verdugo. Y toda esta masacre se lleva a cabo por la liberación de un pueblo (Palestina) que sufre desde muchas décadas atrás un profundo hostigamiento sin pausa por parte de otro (Israel). Alahu Akbar.
Toda población merece y debe ser libre, pero no toda cultura perteneciente a cualquier pueblo es digna de respeto. No. No porque tras cada mujer asesinada por Hamás, hay mucho más que la víctima de un ataque terrorista. Tras cada muchacha vejada y masacrada en aquella zona fronteriza, los ejecutantes de los asesinatos llevaban a cabo un castigo a estas jóvenes no tanto por pertenecer al bando enemigo, sino por ser libres, por no llevar puesto el velo, por hablar y mirar a los ojos a los muchachos, por bailar, por llevar poca ropa, por ofender a Dios. Por no cumplir las reglas con las que mantienen en un puño a sus hermanas, esposas, hijas. Y tal castigo es llevado a cabo bajo mandato divino. Alahu Akbar.
Todo sistema estructurado sobre la sumisión de la mujer hacia el varón debe ser firmemente combatido. Sin tregua. Por ello, condenando y deseando el fin de los bombardeos por parte de Israel, conociendo el hecho de que Palestina no es el grupo terrorista Hamás (aunque domina parte de su territorio, Gaza), anhelando que la población de este Estado obtenga la autonomía que le ha sido y es negada, me pregunto, una vez conseguido tan ansiado objetivo, quiénes y cómo gobernarán la vida de sus habitantes. Porque toda nación tiene derecho a su libertad, siempre y cuando puedan ejercerla todas y todos. No podemos permitir que mujeres, homosexuales, lesbianas y todo individuo o individua que no entre en lo impuesto por unos mandatos religiosos que colocan al devoto hombre heterosexual por encima de todo, salgan de una represión para caer en otra aún peor, o para permanecer en ella, como lleva ocurriendo desde hace demasiado tiempo con las mujeres palestinas: la que su propia comunidad y familia le impone. En palabras de la abogada y feminista palestina Amani Aruri en una entrevista del 22/11/2019: “No podemos hablar de estar libres de la ocupación si las mujeres [que habitan en Gaza] no dejan de ser tratadas como esclavas o como ciudadanas de segunda clase. Hablar de liberación implica hablar de cambios sociales y políticos. Juntos, en paralelo.”
Irá quedando atrás, pero algunas y algunos la mantendremos en la memoria. Me refiero a una joven que fue arrastrada por un suelo situado en la frontera entre Israel y Gaza. Una muchacha que fue cruelmente asesinada por un fanatismo religioso llevado al extremo y bajo mandato divino mientras festejaba una fiesta entre amigas y amigos. Mientras ejercía su libertad.

CON LA PALABRA EN LA BOCA
Lector fiel de las páginas escritas por Virginia Woolf, Dulce Chacón, Pérez Galdós, Buero Vallejo y Ramón J. Sender. Licenciado en Escenografía y Dramaturgia por las escuelas de Arte Dramático de Sevilla y Madrid respectivamente. Máster en Creación Literaria por la Universidad de Sevilla. Máster en Estudios Feministas y de Género por
la Universidad del País Vasco. Docente en Escola Superior de Arte Dramática de Galicia. Cursando estudios de doctorado en el Instituto de Investigaciones Feministas de Madrid.