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A Dios rogando

Francisco y Pepe

18 mayo 2025
Francisco y Pepe
Foto: lilartsy
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Luis Rebolo

A DIOS ROGANDO

Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.

Últimamente escucho una pregunta que, honestamente, no termino de entender del todo: ¿Pueden dos personas que piensan distinto llegar a ser amigas? Me resulta una disyuntiva inverosímil a estas alturas, absurda y potencialmente peligrosa. Y lo que más inquieta es que esta sospecha, esta especie de alergia al desacuerdo, ha sido cultivada irresponsablemente por buena parte de la clase política, que parece cómoda dividiendo desde el miedo a lo diverso, simplificando la riqueza de la diversidad humana en bandos irreconciliables.

En un tiempo en que la polarización política y social amenaza con romper los vínculos que sostienen nuestras relaciones personales y debilitar las alianzas entre los pueblos, las figuras del papa Francisco y de José «Pepe» Mujica emergen todavía con más fuerza que nunca como referentes morales con los que nuestra generación ha tenido la suerte de convivir. Representan un estilo político y ético que no busca imponerse ni vencer al otro, sino integrar, servir y construir un nosotros capaz de sostener una sociedad más justa y profundamente humana.

El pensamiento inclusivo que encarnan es una forma de ver la política y el liderazgo como espacios para la convivencia, la escucha y la dignificación de toda la persona y de todas las personas, especialmente de quienes cargan con la mayor parte del sufrimiento y carecen de voz. Es, frente a la lógica del descarte, una política del cuidado. No impone, convoca. No margina, abraza. Francisco y Pepe, desde escenarios y trayectorias tan distintos, coinciden en una idea esencial: nadie debería quedar fuera del proyecto común. Lo dijo Mujica con la claridad que lo caracteriza: «La política es la lucha por la felicidad humana. No puede ser solo para unos pocos.» Y lo reafirma Francisco en Fratelli Tutti al recordarnos que «nadie se salva solo; podemos salvarnos únicamente juntos.»

Desde el sur de América, Pepe Mujica representa una de las expresiones más coherentes del pensamiento inclusivo. En un curioso paralelismo con Nelson Mandela, fue guerrillero, sufrió prisión durante doce años en condiciones extremas, y llegó a ser presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Supo comprender que la política no se trata de escalar posiciones ni de brillar, sino de encarnar humildad, cercanía y sentido común. No buscó venganza, sino reconciliación. No trató de aplastar a sus antiguos enemigos, sino de integrarlos en una visión de país sin exclusiones.

«El poder no cambia a las personas; solo revela quiénes son realmente», dijo. Y lo vivió en carne propia. Su estilo austero —viviendo en su casa de siempre, conduciendo su viejo escarabajo, donando buena parte de su salario— desarmó los moldes clásicos del político profesional. Pero más allá del gesto simbólico, promovió políticas concretas que ampliaban derechos y generaban una idea de patria compartida, sin revanchas ni dogmas cerrados.

Para Mujica, el progreso de un país no se mide solo en sus cifras macroeconómicas, sino en su capacidad de incluir a los más vulnerables, de respetar la diversidad y de construir un nosotros sobre la justicia social. En esto conecta nuevamente con Mandela, quien afirmaba que, para iniciar de verdad un proyecto común de reconstrucción nacional, el primer paso —y quizá el único punto de partida viable— es el perdón. «Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces se vuelve tu compañero.» Mandela comprendió que el futuro de su nación dependía de integrar incluso a los antiguos opresores en un horizonte común, por eso promovió aquella valiente Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Mujica hizo lo mismo, a su modo: no predicó la inclusión, la practicó.

Mientras tanto, el papa Francisco ha sido otra gran voz del pensamiento inclusivo, aunque desde un ángulo espiritual y ético. Su pontificado ha estado atravesado por una denuncia constante a la «cultura del descarte», esa lógica que desecha a los que no sirven, no producen o no encajan. En su lugar, Francisco defiende a los pobres, a los migrantes, a las minorías, a los marginados. Y lo hace sin esconderse detrás de declaraciones genéricas. «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por encerrarse y aferrarse a sus propias seguridades,» afirmó en Evangelii Gaudium (2013).

Plantea una Iglesia «en salida», que no espera a que la gente venga al templo, sino que va a su encuentro. Y en lo político, propone un modelo de desarrollo humano integral, donde la economía esté al servicio de la persona y no al revés. «La política, tan denigrada, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común,» escribe en Fratelli Tutti (2020), en una reivindicación necesaria de la vocación pública.

Su pensamiento inclusivo se plasma también en su insistencia en que las diferencias, lejos de separarnos, deben ser ocasión de diálogo. No importa si la brecha es cultural, religiosa o social: lo fundamental es reconocernos como parte de una misma humanidad. Y eso no se logra con uniformidad, sino con respeto profundo a la diversidad.

Aunque vienen de mundos distintos —el laicismo reconciliador de Mujica y el humanismo cristiano de Francisco—, hay algo esencial que los une: entienden la autoridad como un acto de servicio, no de poder; saben que incluso el adversario tiene un lugar en la conversación; su pensamiento nace de la dignidad humana, sobre todo la de los últimos; ninguno absolutiza su verdad ni presenta su propuesta como un pack ideológico cerrado que se acepta o se rechaza sin matices. Ambos crean espacios para el encuentro, para la escucha, para la construcción de algo nuevo desde lo diverso. Y ambos creen que el cambio no pasa por el asistencialismo, sino por una transformación estructural de la cultura y de las instituciones.

Cada uno en su lugar, Francisco y Mujica han representado en primera persona una posibilidad real, necesaria y urgente de otro mundo posible: más inclusivo, más humano, con más conjunciones copulativas y menos disyuntivas. En estos tiempos de trincheras, exclusiones y crispación, su pensamiento inclusivo nos recuerda —a modo de legado— que el único futuro sostenible no se construye con muros, sino con puentes. Que gobernar, predicar o acompañar no es imponer, sino inspirar a una comunidad para que camine unida hacia un nosotros duradero.

 

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Luis Rebolo

A DIOS ROGANDO

Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.

Luis Rebolo 18 mayo 2025

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