Francisco sin tiempo


La devotio moderna rescató el memento mori, esto es: “recuerda que morirás”. Un aldabonazo directo al pecho para despertar a los inconscientes. Desde el Kempis hasta el Discurso de la Verdad, desde el Audi filia a los Ejercicios ignacianos, todos ponían los pies en el suelo imaginando aquel pudridero del Finis gloriae mundi que el pincel de Valdés Leal hizo eterno en la iglesia sevillana de la Santa Caridad.
Una de las meditaciones del memento mori que más me gustan es la que se refiere a la toma de decisiones. Esto es, cuando tengas que elegir o tomar una decisión, imagina que estás a punto de morir y, echando la vista atrás, pálido y febril, repasas la historia de tu vida. ¿Qué te hubiese gustado hacer en ese momento?
Haced cuenta que estáis ya en el paso de vuestra muerte, lo más verdaderamente que lo pudiéredes sentir, diciendo a vos misma: «Llegar tiene algún día esta hora de mi acabamiento; no sé si será esta noche o mañana; y pues ciertamente ha de venir, razón es que piense en ello.» Pensad cómo caeréis en la cama, y cómo habéis de sudar el sudor de la muerte; levantarse ha el pecho, quebrantarse han los ojos, perderse ha el color de la cara, y con grandes dolores se apartará esta junta tan amigable del cuerpo y del ánima. Amortajarán después vuestro cuerpo, y poneros han en unas andas, y llevaros han a enterrar, llorando unos y cantando otros. Echaros han en una sepultura chica, cobijaros han con tierra, y después de haberos pisado, quedaros heis sola, y seréis presto olvidada. Pensad, pues, todo esto que por vos ha de pasar. ¿Qué tal estará vuestro cuerpo debajo de la tierra? Y cuan presto se parará tal, que cualquiera persona, por mucho que os quiera, no os pueda ver, ni oler, ni estar cerca de vos. Mirad allí con atención en qué paran la carne y su gloria (San Juan de Ávila, Audi filia, cap. 60).
Al papa Francisco se le ha echado el tiempo encima. Había muchas decisiones que tomar todavía y, in ictu oculi, un empeoramiento repentino de su salud le está dando un valor crucial a cada una de sus decisiones. Veamos algunas de ellas.
En primer lugar, Francisco percibe cómo el nuevo orden mundial se está construyendo únicamente sobre el mercado, sin más escrúpulos. Y lanza un mensaje de preocupación por las deportaciones de Trump y sus políticas migratorias. Francisco apela a crear un nuevo orden, sí, pero el ordo amoris. Es decir, el orden del amor, que prioriza a partir de las necesidades del hombre, empezando por las más básicas.
En segundo lugar, parece que quiere dejar claro quiénes son la inspiración y el modelo para la Iglesia de hoy. Así que, desde su cama del Policlínico Gemelli, autorizó, entre otras, la canonización del venezolano José Gregorio Hernández, el “médico de los pobres”, y la de un carabinero que entregó su vida para salvar a inocentes víctimas del totalitarismo nazi.
En tercer lugar, Francisco ha nombrado por primera vez en la historia a una “alcaldesa” de la Ciudad Estado. Para ello ha tenido que cambiar la Ley Fundamental del Estado Vaticano. Y algo más, la ha sentado junto a los contados cardenales que le asesoran en el gobierno de la Iglesia. No cabe duda de que se trata de un intento de seguir dejando claro que, si el ministerio es masculino, la responsabilidad es de todos.
Por último, el papa ha convocado un consistorio, que es una reunión de cardenales convocada para actos solemnes, anuncios importantes o dirimir asuntos de relieve. Esto promete, porque no sabemos si el papa renunciará, nombrará cardenales con los que apuntalar su proyecto o quizás abordará grandes cuestiones pendientes. Pero al papa se le echa el tiempo encima… y no podrá ser un consistorio más, sino el testamento de un papa reformador, el testamento de Francisco.
A DIOS ROGANDO
Teólogo, terapeuta y Director General de Grupo Guadalsalus, Medical Saniger y Life Ayuda y Formación.