Fortunata y Jacinta

Me crucé el otro día consultando la programación en internet con que esa noche iban a echar en la 2 de TVE “Fortunata y Jacinta”. Como quiera que no recordaba haberla visto o, al menos, haberla visto entera, decidí que eso es lo que iba a ver esa noche en la tele. Sí, ya sé que estoy hablando de una serie de hace más de 40 años (1980) y que muchos o algunos lectores pensarán que adónde voy a estas alturas con esto, pero es que yo no soy moderno, quiero decir que no descargo series ni películas de ningún sitio y que voy tirando con lo que me van ofreciendo las distintas cadenas, de manera que sigo viendo, por ejemplo, Friends, Dos hombres y medio, Colombo, Hércules Poirot, películas en blanco y negro, etc, etc.
Cuando a las diez de la noche me senté ante la tele para verla y le di al “Guide” del mando, me enteré de que no era una película sino una miniserie de varios capítulos que terminaba a las 2:30 de la madrugada. Como la TVE2 no mete publicidad y yo no tenía que madrugar al día siguiente, decidí verla. Total, ya tengo experiencia tras haber pasado noches enteras y haber visto amanecer viendo las finales del Concurso de Agrupaciones del Carnaval de Cádiz y, hace muchos años, quedándome a ver y grabar de madrugada –teniendo que trabajar al día siguiente- películas que ponían en blanco y negro de Harold Lloyd, Buster Keaton, Charles Chaplin,…
(Por cierto que, a las 2:30 horas de la madrugada, viendo el final tan raro o abrupto del capítulo 5 -último de los cinco que ponían- sospeché que ni el capítulo 5 era el último ni ese era el final, cosa que esa misma madrugada me confirmó mi amiga Wiki (pedia), que nunca duerme y siempre está ahí para echar una aclaración y una información.)
Y me pasó lo que me ha pasado otras veces cuando creo que lo que estoy viendo es una obra maestra, que pienso que es para verla en pantalla grande porque, cuando ves en un cine, no solo ves y oyes, sino que estás como metido dentro de la historia.
Qué magnífico partido le sacan Ricardo López Aranda como guionista y Mario Camus como guionista y director a la considerada mayoritariamente por la crítica literaria la mejor novela de Benito Pérez Galdós. Qué soberbia forma de interpretar, todos en general, pero no sé por qué me atraen y me admiran siempre tanto esos actores y actrices antiguos que, a menudo, son considerados como secundarios: Mª Luisa Ponte, Mary Carrillo, Manuel Aleixandre, Luis Ciges, Berta Riaza,… y ese Mario Pardo, en el papel del enfermizo Maximiliano Rubín.
Qué magnífica la ambientación, esa recreación del Madrid de la segunda mitad del XIX. Y qué magnífico el vestuario de los personajes. Después de haber visto hace pocos días el grotesco -y triste- desfile de las actrices del cine español por la alfombra azul de los premios Goya, en el que queda patente que se han puesto en manos de supuestos artistas del vestir, del calzar y del peinar, después de esto, digo, hay vestidos en “Fortunata y Jacinta” que me parecen obras de arte, tanto los de mujer rica de Jacinta como los de mujer pobre –de pañuelo en la cabeza y mantón sobre los hombros- de Fortunata. (De la feminidad o femineidad hablaremos otro día.)
¡Y qué hermosa está Ana Belén (Fortunata)! ¡No se puede estar más guapa! ¡Y eso que Maribel Martín no le va a la zaga!
No quiero extenderme, que dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero, en este caso, me quedan cinco capítulos por ver, y estoy deseando que llegue el próximo martes –que supongo que los pondrán- pues, repito, en este caso, lo bueno, si extenso, dos veces bueno.
Antonio G. Ojeda
