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Fiel a la erección

Fiel a la erección

Odio eterno a esas personas que, ufanas y sonrientes, te dan la turra hasta niveles insospechados y que cuando saltas te espetan: “Joder, es que no sabes aguantar una broma”. Esos mismos son los que luego se rasgan las vestiduras cuando les toca a ellos ser el blanco de las burlas. Para ellos, el sentido del humor es patrimonio de sus ombligos y depende únicamente de eso, del sentido en el que vaya. Desconfía del que se ponga estupendo, del que use la empatía como comodín del público porque probablemente solo sepa empatizar consigo mismo. No creas nunca en alguien que se autoproclama gracioso y que intenta legislar y poner límites sobre el humor.

Lo tengo más que comprobado, la persona más graciosa es la que menos lo busca. Nunca he encontrado en un monólogo la chispa que ha encendido en mi barriga un comentario espontáneo de una persona random en una situación absurda. El humor, como la belleza, nace de la espontaneidad, por lo menos el que a mí me gusta. Y es que ahí está el tema, lo que a mí puede hacerme partirme la caja, a ti te puede dejar indiferente. Pero porque a mí no me haga gracia lo que a ti te hace mondarte no tengo por qué atacarlo, sino acatarlo.

Para todo en esta vida hay gustos, estamos confeccionados por una serie de valores y vivencias genuinas que conforman nuestras personalidades y nuestras formas de obrar y pensar. Esas cosmovisiones distintas son las que hacen que nuestras preferencias difieran. Personalmente, el chiste que ha llevado a David Suárez a ser el centro de la polémica estos últimos días, no me hace ni puta gracia, y créanme que tengo mis motivos, pero no por ello voy a montar en cólera y voy a dilapidarlo en el pelotón de fusilamiento de las redes sociales. Ni mucho menos, qué disparate, voy a pedir prisión por un cacharro desafortunado.

La cabeza, últimamente, parece que solo la tenemos para poder llevarnos las manos a ella. Se ha instaurado una cultura de la indignación en la que cualquier salida de tono parece merecer convertirse en una guerra civil. Cada vez la piel es más fina y el argumento más grueso, ya no hay espacio para el desvarío ni con los colegas. Lo escribo en plata porque esto me cabrea: me cago en la corrección, en las poses odiosas que nos hemos acostumbrado a adoptar, en la cultura woke perpetrada por todos los fariseos que han encontrado un negocio en ella, en esa izquierda remilgada que quiere convertir el asqueroso y antiguo puritanismo en una suerte de transgresión que hay que practicar para ir a la moda. Defeco sobre todos esos progres modernos que han copiado lo peor de los conservadores de antaño, censores y torquemadas camuflados bajo el ropaje de un buenismo hipócrita.

Ahora lo más punk es ser una persona normal, alguien que pasa de lo que no le mola y exprime lo que le gusta, alguien que no necesita follarte la oreja con argumentos que le ha escuchado a otro para sentirse orgulloso y realizado y demostrarte lo imbécil que es. A ver quién coño se atreve ahora a crear con este panorama, a ver quién, aparte de los carnavaleros, canta algo provocador y sugerente que se salga del pop ñoño y la basura empoderadora, a ver quién escribe líneas que incomoden, a ver quién se atreve a coger la bandera de la rebeldía y ser fiel con lo que le excite sin pensar en qué dirán la mancha de odiadores que copan las redes sociales. Eso es, ser fiel con la erección, así voy a titular esto.  A ver si alguien se ruboriza.

 

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Santi Gigliotti
Blog: https://smvjblog.wordpress.com/
Twitter: @santigigliotti
Fotografía: Unsplash.

 

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