Este pueblo de Sevilla da nombre a una avenida en Francia: la increíble historia detrás


No es raro encontrar nombres de ciudades y localidades españolas en calles de otros países, pero hay un caso particular que llama especialmente la atención. En una de las zonas más exclusivas del suroeste de Francia, cerca de la frontera con España, se encuentra una vía que lleva el nombre de un municipio sevillano. Este homenaje no es casualidad, sino que tiene raíces históricas que se remontan al siglo XIX.
La ciudad en cuestión es conocida por sus elegantes playas, su arquitectura de influencia imperial y por haber sido un destino predilecto de la aristocracia europea.
Sus calles han acogido a reyes, artistas y figuras ilustres que dejaron huella en su historia. Entre ellos, un noble español tuvo un papel clave en el vínculo entre este enclave francés y un pueblo sevillano, dejando un legado que aún perdura.
En Biarritz, una de sus avenidas lleva el nombre de Osuna, un municipio sevillano con una rica tradición histórica y un fuerte legado nobiliario. Pero, ¿cuál es el motivo de este reconocimiento? La respuesta se encuentra en la Casa Ducal de Osuna, que tuvo una relación estrecha con la ciudad francesa durante varias décadas.

Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Fernández de Santillán, XIII Duque de Osuna, fue una figura influyente en la corte española y un habitual en los círculos aristocráticos de Biarritz. Este noble, conocido por su excentricidad y gusto por el arte, construyó en la ciudad francesa una fastuosa residencia: la Villa Javalquinto, también llamada Château d’Ossuna. Su diseño, de estilo gótico fantástico, combinaba elementos arquitectónicos llamativos con una impresionante colección de antigüedades, esculturas y pinturas de maestros como Murillo, Goya y Canova.

A caballo entre Casanova y Don Quijote, la vida novelesca y galante del Marqués de Javalquinto, Duque de Osuna y Grande de España, le valió el más extravagante de los títulos: «Don Magnífico». Coleccionista, erudito, íntimo de monarcas, amigo de artistas y del pueblo de Biarritz, fue una persona excéntrica y despilfarradora. En 1866, estableció su «refugio» en la parte alta de la playa de la Emperatriz, frente a la monumental entrada del palacio imperial, cuyos jardines dominaba. El Château Javalquinto, castillo de estilo italiano con acentos góticos, fue el escenario de las veladas más barrocas de Biarritz. La exuberancia y el lujo de sus recepciones fueron un hito.

En dos décadas Biarritz se llenó de españoles que influyeron en la ciudad
Así que en tan solo dos décadas, Biarritz se llenó de ilustres vecinos que trajeron su influencia. Osuna se hizo la Villa Javalquinto y trajo consigo a los dominicos de España, creándoles en 1892 un convento que aún sigue en pie. Durante la Guerra Civil, este convento se convirtió en un gran colegio improvisado que acogió a más de 600 alumnos españoles.
Sin embargo, la imprudencia se paga. Al fallecimiento del duque en 1900, sus herederos, garantes de las deudas, tuvieron que hacer frente a numerosos acreedores. Fue entonces cuando Joseph Petit, alcalde de Biarritz desde 1919, propuso la compra de Javalquinto para instalar el ayuntamiento. En 1924, tras tres años de difíciles negociaciones con el Duque del Infantado, la villa se convirtió en la sede del consistorio hasta 1953.

En 1985, en los sótanos de la villa, se descubrieron suntuosas vidrieras: paneles perdidos de los cuentos de Grimm (1882). Representaciones de elfos, Blancanieves y Cenicienta, que habían sido desmontadas antes de la ocupación nazi para ser sustituidas por obras de arte requisadas. Hoy en día, Javalquinto alberga la Oficina de Turismo y Congresos de Biarritz, conservando en su fachada los escudos nobiliarios de los Osuna y las iniciales “TG” en honor a su fundador.

Este legado aristocrático explica por qué Biarritz rinde homenaje a Osuna con el nombre de una de sus avenidas. Un reconocimiento que mantiene viva la historia de una conexión singular entre el sur de España y la costa atlántica francesa.
