Esos años malos


España viene de años malos, no lo voy a negar. Algo así como que seguimos viniendo de la crisis del ladrillo; que se unió a la del Covid —que se propagó 12 años después—; que, a su vez, se unió a la del estallido de la Guerra de Ucrania. Nadie en su sano juicio diría que estas dos décadas han sido doradas para esta nuestra Españita. Nadie sale a la calle y dice, ¡Ay, con lo bien que estaba yo en 2011! Y eso, el que no estemos peor que hace una década, hay dos partidos que se lo atribuyen como logro. Unos alegando al “milagro económico del PP” —a lo que alguien respondió con retintín “en la cárcel, ahí está el milagro económico del PP, en la cárcel”—; y, otros, a las “políticas progresistas” de Sánchez, tan sociales que imponen la tributación del IRPF al Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
Y en esas sigue anclado el debate político. En esas ha vuelto en las primeras sesiones parlamentarias de este 2025. En el destrozo de las instituciones; en los borrados del Fiscal General, que se comporta como un delincuentillo del tres al cuarto poniendo todas las trabas posibles a la investigación; en los cambios de opinión constantes de la política variable según el viento desfavorable.
En los que consuman su falta de rigor votando en contra de lo que prometieron para llevarle la contraria a Sánchez. Esos que evidencian su falta de carácter, su inviable oposición torticera ante el poder de incesante ensanche para con los contrapoderes —de los que dudo ya si existen—, su incapacidad para convencer e ilusionar. Los que son calificados como mentirosos por Patxi López. Hay que caer bajo para que el mudo se ría del tartamudo.
Vuelven disfrazados de otras cosas. Vuelve un Sánchez acorazado en la institucionalidad como si no le brotasen los supuestos casos de corrupción allá por donde pisa. Vuelve un PP que pide una subida del SMI sin tributación al IRPF, abanderados de las políticas sociales, como si no fueran los mismos que votaron en contra de subirlo cuando este se encontraba en los 600 y pico euros, aunque, al menos, eso era coherente. Dejando botando el cuplé en el Falla, las risas en el bar, la decepción de sus votantes y el palacete al PNV. Vuelven enmascarados pero son lo mismo en esencia, utilizan los mismos chascarrillos, las idénticas justificaciones vagas, los exactos desplantes a la ciudadanía.
Vuelven las sesiones sin debates serios. Sin afrontar los problemas a largo plazo. Sin darse cuenta de que la subida del salario mínimo, que como su propio nombre indica no da para vivir — si acaso para sobrevivir—, sólo magnifica un problema aún mayor. ¿No es obvio que si el SMI se acerca peligrosamente al sueldo medio estamos aceptando la desaparición de la clase media? Un planteamiento que no he tenido el placer de escucharlo en el Parlamento. ¿No es obvio que la alternativa a su Sanchidad es casi igual de ineficaz e inestable? Que los futuribles socios de Feijóo son casi peores que los de los socialistas, y no digo peores por aquello del partido heredero de ETA —uy lo que he dicho, ¿seré fascista?—.
¡Ay, esos años malos! Los que vienen para esta nuestra Españita de Caleta y cuplé, de guitarrita y olé; pero también de política simple e inestable. De la falta de alternativas e ilusión. De mirar desorientado a izquierdas y derechas. Del voto fuera de la urna. Los años malos de la desaparición de la clase media.
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.