ENTREVISTA | Gregorio Luri, filósofo, pedagogo y ensayista: “La sobreprotección es una forma de maltrato”

La educación es, o debe ser, uno de los ejes sobre los que se vertebra una sociedad y resulta fundamental para contribuir a la integración y desarrollo pleno de sus ciudadanos.
De promesas educativas, de lagunas, del papel de los docentes y de otros temas hablamos con el doctor en Filosofía navarro Gregorio Luri (Azagra, 1955), que además es pedagogo y gran conocedor de todo lo relacionado con la educación en nuestro país.
Luri cuenta con cerca de una veintena de libros de filosofía y pedagogía, además de poseer una amplia trayectoria académica y personal.
Aprovechando su participación en un encuentro organizado por Cesur en Sevilla, El Pespunte ha querido conversar con uno de los grandes analistas de temas filosóficos, educativos, pedagogos y políticos de la actualidad que fue condecorado, además, con la Cruz de Carlos III el Noble de Navarra.
Vi hace poco a unos padres destrozados porque su hijo se matriculó en Filosofía.
Pues los acompaño en el sentimiento, ¡qué vamos a hacer! Pero hay que reconocer que si tienes un hijo aventurero, hay que sobrellevarlo con dignidad. Mucho apoyo, mucho apoyo, que hablen entre ellos y que no le pierdan el cariño. Elegir filosofía es elegir una de las muchas maneras que hay en la vida de ser infeliz.
¿Quién tiene en cuenta el papel del pedagogo? ¿El político que establece la norma o los centros educativos?
Yo creo que los políticos lo que debieran establecer son los fines y los objetivos y establecerlos de manera clara. Y después dejar a los centros educativos los procedimientos para alcanzar esos objetivos con la correspondiente evaluación. Porque la experiencia internacional que tenemos es precisamente esta, que allá donde los objetivos son claros, los centros son autónomos y hay una evaluación colectiva del sistema, los resultados son mejores.
¿Qué cielo están prometiendo al alumnado actual?
Ay, es el cielo de… “mira, no te preocupes, que si eres vegetariano ningún tigre te atacará en tu vida”.
¿Debo traumatizarme si mi hijo no es buen estudiante?
A los hijos los queremos de manera incondicional. Y por lo tanto, todo aquello que nos parece que no se corresponde con lo que nosotros aspiramos, porque el peor padre sería además el que no tiene ninguna aspiración para su hijo, nos preocupamos. Ahora, traumatizarse quizás sea excesivo, porque la vida es muy larga y nunca sabemos cómo va a acabar la trayectoria de nuestro hijo.
Los jóvenes no se saben aburrir. Siempre tienen un aparato que les hace sentir seguros. ¿Hay miedo a pensar o, simplemente, al futuro?
Yo tiendo a creer que las tecnologías en general no son más que prótesis antropológicas que amplifican lo que ya somos. Por ejemplo, las gafas. Son una prótesis que amplifican nuestra capacidad visual. O ahora que nosotros estamos hablando a distancia, pues disponemos de una tecnología que amplifica la capacidad de nuestra voz.
El problema es efectivamente cuando te encuentras a niños, y a adultos también, que no pueden separarse de la tecnología. Y entonces lo que me pregunto es: ¿no tienen nada en sí que les interese?
¿No hay nada en ellos que les entretenga, y por eso necesitan buscar en las tecnologías más que una ampliación de su vacío, un entretenimiento que no saben proporcionarse ellos mismos? El otro día lo pensaba porque iba en un tren de cercanías y todo el mundo iba con el móvil, todo el mundo iba con el móvil pegado a la oreja. Y algunos además, que eso no lo entenderé jamás, hablando a grito pelado de trivialidades cotidianas.
Igual es que el móvil es un síntoma de que se nos ha hecho imposible la espera. Cuando no teníamos móviles y había que esperar, pues hablábamos con el vecino o imaginábamos, qué sé yo, una aventura amorosa. Ahora tienes el móvil y entonces el móvil, podríamos decir, que devora la espera. ¿Es esto lo que nos pasa?
No lo sé. Tiendo a creer que sí, pero vivimos en un mundo en el que las tecnologías van mucho más rápidas que nuestra capacidad para comprender sus consecuencias.
¿Qué papel cree que desempeña la inteligencia artificial en la educación?
El papel que queramos darle, pero hay una imagen de la persona y de la educación que no me gusta nada. Es esa que dice “¿para qué estudiar o para qué memorizar si las cosas están en internet? ¿Para qué esforzarte si tienes todo el conocimiento en un clic?” Pues porque el conocimiento los hace. Si yo leo a Antonio Machado, no solamente adquiero conocimiento de quién es Antonio Machado; mi experiencia de su lectura es una experiencia constructiva. Entonces, si obtengo de la inteligencia artificial elementos para construirme a mí mismo, bienvenida sea. Si lo que creo es que puedo confiar en la inteligencia artificial para ahorrarme el esfuerzo de construirme a mí mismo, entonces estoy totalmente equivocado.
¿Son las aulas los únicos espacios en los que los participantes no graban todo lo que hace el actor principal? En el fútbol, en un concierto, en la calle… todo se graba con el teléfono móvil.
Qué pregunta más buena (risas). No me lo había planteado. Tiene usted toda la razón. Ahí hay un elemento para pensar. Se me ocurre que debiéramos buscar elementos de resistencia como aquellos territorios, las reservas de los indios en Estados Unidos. Debiéramos buscar reservas en las que la relación cara a cara tenga más poder que la relación tecnológica.
Magnífica pregunta y desde luego me da usted un motivo de reflexión.
Un profesor de mi hijo está de baja por ansiedad. No me parece nada raro. ¿Esto ya es algo habitual?
Ay… Este tema es para mí de los más dolorosos que hay en educación porque se habla mucho del absentismo de los niños. Pero la clave para evaluar la calidad de un sistema educativo es el absentismo de los
maestros, de los docentes. Sobre el cual, por cierto, la administración no acostumbra a dar datos. Pero estamos viendo que está incrementándose. En el conjunto de Europa, en el conjunto de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), estamos viendo tres fenómenos muy curiosos. Primero, que las familias dedican cada vez más recursos a la formación extraescolar de sus hijos. Segundo, que la docencia está dejando de ser atractiva para los universitarios. Y tercero, que al mismo tiempo que estamos bajando la asistencia en los centros, subimos las notas de sus conocimientos.
Las tres cosas juntas creo que nos ofrecen un panorama digno de ser analizado con calma.
Me encanta que mis hijos lleguen con la ropa sucia del colegio y con las rodillas magulladas. ¿Soy un maltratador?
Es usted uno de los míos. Mire, primero, antes de dejar las cosas claras, primero, la sobreprotección sí es una forma de maltrato. ¿Por qué? Porque los incapacita a los niños para ser autónomos. Y eso es un maltrato. Con respecto a las rodillas, a mí me parece, que lo que más me preocupa de la infancia actual son sus rodillas impolutas, porque eso significa que el niño no tiene espacios en los que ser niño autónomamente sin la directa supervisión de un adulto. Y un niño tiene que tener esos espacios. Un niño tiene que ser trasto. Un niño tiene que hacer trastadas. Y un niño tiene que volver a casa con el pantalón roto y decirnos que no sabe por qué se lo ha roto. A un niño, si es niño, le gusta subir a los árboles, subir por las tapias, correr de manera desmedida, pero, honestamente, quien no ha vivido nunca el riesgo de una caída, no ha tenido infancia.
Si nosotros recordamos nuestra infancia, ¿qué recordamos con cariño? Pues todas aquellas experiencias aventureras en las que efectivamente asumimos ciertos riesgos. Pero es que eso es crecer, enfrentarse a riesgos. Aquella canción de Serrat, Los locos bajitos, que decía “nada ni nadie va a impedir que sufran”, pero sí podemos proporcionarles instrumentos para llevar con serenidad los sufrimientos inevitables que van a tener. Y el principal es el de la autonomía.
Gregorio, ¿los buenos valores se educan?
Con el ejemplo. Ya nos gustaría que el órgano educativo fuese el oído, porque entonces daríamos consejos a nuestros hijos y ellos harían caso. Pero el órgano educativo es el ojo, no el oído.También es algo que aprendemos con la edad. A mirar de nuestros padres aquellos ejemplos que quizás en la juventud no valoramos tanto.
Pero el ejemplo tiene una característica muy peculiar. Que es tanto más sincero, cuanto más inconsciente somos de que estamos dándolo. Y para que el ejemplo sea efectivo ha de ser sincero.
