Entrevista al escritor José María Contreras Espuny: “Mi señor padre tiene un verbo torrencial, fresco, divertido.”

El joven ursaonés ha presentado su último libro "Confesiones de un padre sin vocación".

Locuaz, perspicaz, propenso a promover y efectuar cambios, José María Contreras Espuny se “detiene” unos minutos para charlar con El Pespunte a raíz de la presentación de su nueva obra “Confesiones de un padre sin vocación”.

No es fácil entrevistar a quien se sabe la respuesta un instante antes de que termines de preguntarle. Su clarividencia y un sentido del humor que envuelve su vasto conocimiento quedan palpables en la conversación.

¿En qué género literario se enmarca tu nueva publicación? ¿Drama, terror, tragedia?
– De todo un poco. Al fin y al cabo narra la vida misma y en la vida misma hay de todo, como en botica. Decía Santayana que “todo lo que vive es trágico en su destino, cómico en su existencia y lírico en su esencia ideal”. A mí la tragedia me parece altisonante y la lírica no se me da bien, así que no me quedaba más remedio que la comedia.

¿Has conocido a alguien con vocación de padre?
– No directamente. Lo de siempre: un primo segundo de un conocido de un amigo dice que una vez conoció un padre vocacional. Pero siendo de natural escéptico, no acabo de creérmelo.

“Hagas lo que hagas, hijo mío, te vas a equivocar”. Tienes un blog que se llama Animal de azotea, pero tienes a un padre que es un animal comunicativo.
– Los que fueron a la presentación de Osuna lo comprobaron de primera mano: mi señor padre tiene un verbo torrencial, fresco, divertido. Es un don natural. No tiene nada que ver con la oratoria, sino con una capacidad innata de que las palabas lleguen y atraviesen a quien las oye.

¿Sigues vivo después de que tu primera palabra sobre tu primogénito fuese “aquello”?
– Sí, inexplicablemente. Además quien me escuchó decir aquello de “aquello” fue una matrona… estoy vivo de puro milagro.

El “piel con piel” nada más nacer es demasiado grimoso.
– Hombre… bastante. Es que sale el niño de la catacumba uterina, tras atravesar no sé cuántas estrecheces, y te lo plantan ahí. “Ábrete la camisa”, te dicen, “que vamos a hacer el piel con piel”. Lo que cualquier padre primerizo necesita en esas circunstancias en un tiempo de reflexión. Contemplar a la criatura, meditar, hacerse el cuerpo.

¿Consideras que la guardería es, junto a la cama, uno de los grandes inventos de la humanidad?
– Sin duda, al menos hasta que inventen el interruptor de los niños. Ahora sí, ahora no: a tu gusto. Eso sería glorioso. Mientras tanto, la guardería es casi un don del cielo.

-¿La lactancia es un seguro de vida?
– Para el padre, que tiene los pezones de secano, quizás. Para el niño está por ver. Para la madre está claro que no.

-¿La redacción de tu libro fue la excusa para escaquearte de tus quehaceres de padre?
– Para nada… a no ser que le preguntes a mi mujer. Ella tiene otra versión de los hechos.

-¿Has patentado ya el Método Contreras: “Todo lo que me gusta es malo para la salud”?
– No, pero quizás debería, nos ahorraríamos un cantidad ingente de estudios. Lo indudable, en cualquier caso, es que tiene un trasfondo moral inquietante. A mi cuerpo sólo le gusta lo que no le conviene. Todo lo bueno te consume. Y los niños te consumen, ergo son buenos.

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-¿Hay algún anticonceptivo mejor que el cólico del lactante?
– Diría que sí si no fuera porque entre el acto imprescindible para tener un niño y el niño hay un salto de tal magnitud, que uno se olvida. Se dice en el libro: “Dios hizo apetecible a la mujer y sorprendente a sus hijos”. De cualquier modo, cuando mi primer hijo sufrió los dichosos cólicos, me lo tomé como si estuviera condonando una deuda, pues aseguran que de bebé fui insoportable, que empezaba a berrear cuando el sol se ponía y no paraba hasta que volvía a salir.

-¿Vamos por la familia numerosa?
– Dios dirá.

-¿Has empezado ya una nueva obra?
– Ay…

El autor

Doctor en Estudios Literarios por la Universidad Complutense, José María Contreras vuelve al mundo editorial tras Hojas del silencio (Entrelíneas), Fisiología (Círculo Rojo) y Crónicas coreanas (Editorial Renacimiento).

De la mano de Homo Legens, José María trae Confesiones de un padre sin vocación, un libro en el que encontraremos los gozos y padecimientos que le implicó al autor estrenar la paternidad. Ese desconcierto de levantarte una mañana y comprobar que tu vida está irremediablemente comprometida para siempre a una criatura capaz de elevar tu existencia, así como de reventarte los tímpanos berreando madrugada tras madrugada.

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