Emoción, añoranza, fe y recuerdos de un hombre cofrade en el XXV Pregón de las Glorias de Arahal
- El profesor Javier Rodríguez Caro describió la devoción de su pueblo a través de las imágenes Virgen de Montemayor, San Antonio de Padua, Madre de Dios del Carmen y Santa María Magdalena

Redactora de El Pespunte.
Periodista sevillana con más de 30 años de experiencia. Fundadora y CEO de AionSur durante 10 años. Especializada en reportajes agrícolas y sociales en la provincia de Sevilla.
El profesor Javier Rodríguez Caro ha vuelto a hacerlo. Ha vuelto a emocionar con palabras que hablan de recuerdos de la infancia, de un padre maestro, Francisco Ruiz, que lo enseñó a dar los primeros pasos en la fe cristiana justo en el mismo barrio de San Roque. Ha vuelto a exaltar, esta vez las imágenes de Gloria, parándose como no podía ser de otra manera, en hablar directamente a la Virgen de los Dolores de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que será coronada en días contados, exactamente seis. Y siempre asegurando que la Madre de Dios se presenta con distintos nombres, pero es la misma. Rosario, La Piedad, Angustias, Dolores… La XXV edición del Pregón de las Glorias ha alcanzado ese nivel admirado y temido a partes iguales, ¿ quién se atreverá a dar el siguiente después de escuchar a Javier? También dicen que es cuestión de estilo, y seguro que se celebrará otra edición, Dios mediante, porque, entre otras cosas, en este pueblo de la campiña sevillana hay mucho que contar sobre cómo se vive la fe.
“Arahal está viviendo un mes de mayo grandioso”, decían algunos asistentes al Pregón de las Glorias, organizado por el Consejero General de Hermandades y Cofradías, el mismo que arropa a este pregonero con la calidez que supone que la mayor parte de sus componentes hayan recorrido caminos similares. Siendo hermanos en las mismas o distintas hermandades, porque, como esta mañana ha quedado claro en el Auditorio de la Casa del Aire, completamente lleno de público, sólo hay una Madre de Dios, representada por distintas imágenes, con nombres diferentes, pero la misma.
Infancia arraigada a la música
Con diez minutos de retraso, “cosas del directo” que diría Antonio Brenes, representante del Consejo, comenzó un esperado Pregón de las Glorias. Fue la presentadora, Mati Caballero Lobato, hermana mayor de la Hermandad Sacramental de la Esperanza. Fue la primera que subió al atril a anunciar brevemente los días de las Glorias para pasar a lo que, de verdad, la traía a estas tablas: presentar a un hombre familiar, cofrade, comprometido, intenso, pero sobre todo, llegaba a hablar de un amigo, compañero de batallas en su misma hermandad, en la que también fue 12 años hermano mayor.

Para presentar a Javier Rodríguez Caro hacen falta muchas líneas que Mati Caballero, su hermana cofrade, supo resumir en una infancia arraigada a la música, no en vano perteneció durante 12 años a la Agrupación Musical Santa María Magdalena, aquella para la que ha presentado actos en numerosas ocasiones. Citando a su tío, Manolo Ruiz, emblemático maestro que creó en Sevilla un estilo musical. Todo esto y más, también lo ha pregonado cada vez que ha tenido ocasión Rodríguez Caro. Y fue el que exaltó la Semana Santa de Arahal de 2013, palabras y estilo que aún se recuerda doce años después.
Por eso, era un pregón esperado. Y sin promesa de por medio, el que fuera durante 12 años hermano mayor de la Sacramental, volvió a tejer con palabras un manto de recuerdos que empiezan cogido de la mano de su padre, Francisco Ruiz. Antes, se situó en el siglo XIII para contar, a través de otra anécdota familiar, que fue en este tiempo, incluso antes de que Fernando III de Castilla iniciara la Reconquista, cuando Arahal ya era cristiana, un 22 de julio de 1242, día de la Magdalena, patrona del pueblo.
María Magdalena y Montemayor
Por ella empezó Javier a hablar de las Glorias. Por María Magdalena que fue “quién anduvo perpetua detrás pero nunca rezagada, del Apóstol de los Apóstoles, gloria a ti y toda gracia, mujer entre hombres elegida, la primera, la adelantada, la que nunca al Cristo abandonó, a su par, tras él, confiada, la de la cruz en la mano, la del corazón entregada, valiente ante el temor, la de Dios siempre en la cara…”
El verbo se convirtió en adjetivo y en nombre para definir cada tramo del pregón. Con cada imagen que entregaba al público, Javier daba un paso hacia las emociones más profundas, desde el contenido de un cajón “una estampa envejecida y amarillenta”, un relicario apenas plateado por el paso del tiempo, o un rosario “en el que empleó horas y horas del día quien rezaba todo aquello que no era capaz de rezar el resto de los suyos”.
Y así llegó a la historia de la devoción en Arahal por la Virgen de Montemayor. La misma que tiene nombre propio, el de Rafael García Pérez, marido de Pepa a quién Javier acudió para hilar la historia de la hermandad. “Javi -me dijo Pepa- no hay nada ni nadie importante de quién te podamos hablar porque la única importante es la Virgen”. Montemayor es la advocación del mes de mayo, el mes de María.
De arahalense linaje
Y el 16 de julio es el día de otra Gloria, sale en procesión la Virgen Madre de Dios del Carmen. Llegados a este punto, el pregonero se situó esa tarde de verano en la plaza del Santo Cristo, el mismo lugar que protagoniza el Jueves Santo, cuando el Cristo atado a la columna, ya hombre, aparece azotado y, detrás, su madre, la Virgen de los Dolores partida de dolor.
Evocar esta imagen y unirla a la hermandad de Gloria fue posible gracias a la mirada del niño que lleva la Virgen del Carmen en los brazos. “Mirad esa cara aniñada porque es equiparable, idéntica a la faz del hombre que azotaron tras atarle. Dentro queda, ahí en su templo y, a pesar de como sabe que siempre a mitad de julio vuelve a su puerta a asomarse, cuando aprietan las calores, en brazos de la del Carmen, advocación centenaria de arahalense linaje”.
Así fue como pasando, de una imagen a otra, de una advocación a otra, hasta pararse un rato en su misma hermandad y en el título que la acompaña: Sacramental. Javier Rodríguez Caro pasó por explicar la importancia de este título por medio de varias anécdotas. Un título que los hace “privilegiados valedores del Santísimo” citando a los pioneros de la reorganización Hermandad Sacramental en 1945, con una retahíla de nombres de hermanos muy recordados, “grandísimos verdolagas”.
A través de ellos rompió una lanza a favor de su hermandad hasta llegar al recuerdo del que fuera párroco de la Santa María Magdalena, Pepe Quirós, que “ennobleció los cultos parroquiales y la procesión en honor del Santísimo tras años de olvido y desidia”.

El Señor Sacramental
“Allí estaban de nuevo aquellos insignes del verde de raso y blanco de capa para sacar adelante tamaño empeño” y, aseguró, que los primeros en dar la cara fueron los hermanos de la Esperanza, sobre todo costaleros del paso de palio de la Virgen de las Angustias. Historia viva, reclamo para los suyos, con testimonios de una vida en la hermandad que llega a la actualidad. “Construyeron las andas que a día de hoy todavía se utilizan para portar la Custodia, el Señor Sacramental”.
Llegados a este punto, la música a piano de Jesús Oliva, salió al encuentro porque era el momento de hablar del amigo, hermano, gran cofrade, Juanma (Brenes Gago). Entró en el pregón porque es añorado cada hora, cada día, cada mes después de su fallecimiento. Fue entonces cuando el auditorio se encogió de pura emoción.
«La última vez que te vi fue delante de un paso. Mira que hay gente buena junto al Señor, sin embargo, él se fijó en ti, por algo será. Y esa fotografía que tengo contigo y con otros hermanos y capataces de la Custodia, quedará guarda en paño en un lugar preferente y profundo de mis sentimientos, así será mientras yo viva. Porque fue un gran momento indescriptible, coincidió con mi último año de hermano mayor de la Hermandad Sacramental. Y te marchaste, pero te marchaste siendo uno de sus elegidos, habiendo sido su capataz, capataz de su Angustias y del mismísimo Dios vivo”. Javier llegó roto a este momento y muchos de los que estaban en la sala, lo acompañaron, especialmente la madre de Juanma, Adelina Gago, presente también.
Fundidos en un abrazo
Antes de ir a abrazarla, dijo que le costaba mucho entender su marcha “es algo casi inexplicable, solo consuela saber que el Señor por algo te llevó. En la misma Gloria, aunque hay grandes capataces, requirieron tu presencia, señalaban tu talante, del que siempre hiciste gala, como así lo demostraste, en querer a tu gente, en pretender soluciones sin que el problema importase. Cuánto vacío es tu ausencia y cuánta falta nos hace, cuánta bondad dejaste…” Siguió un minuto más engrandeciendo la memoria de su amigo y hermano, no había espacio en el auditorio para más añoranza y dolor, no había más palabras para describirlo.
El pregonero entró en la recta final sin dejar atrás la devoción de San Antonio de Padua, otra de las hermandades de Gloria. Y comenzó describiendo un encuentro con el santo “frente a frente” propiciado por su hermano mayor, Rafael Lorca, allí presente. E insistió en cómo San Antonio era reclamado cada año “por devoción popular como patrón de Arahal”.
Una devoción recordada cada martes y jueves, con plegarias de “una madre que pide por su hija para que apruebe por fin esa oposición, el de la abuelo que necesita fortaleza para seguir viviendo sin la esposa que compartió toda la vida, el de la embarazada que implora que todo vaya bien el día de su primer parto, el del padre te suplica…” Un Santo que iguala a los distintos, el que hace creer al que duda, quien alienta al agotado, quien alcanza al accesible, todo desde una ermita de paredes blancas que estaba en el extrarradio y que siempre ha sido protagonista de la velá popular más importante del pueblo.
Pero la devoción es también y, principalmente, cosa de mujeres. El pregonero le dio la vuelta a una frase que había escuchado «mujer tenía que ser». Porque sin ellas no se entendería ni saldrían adelante cultos y actividades que son los cimientos de la vida religiosa, de las hermandades, coros.

Y llegará el día
El fin se acercaba y no podía Javier olvidar que Arahal está a seis días de una Coronación Canónica, la de la Virgen de los Dolores de la Hermandad Nuestro Padre Jesús Nazareno. Una devoción mariana que representa a todas. “Arahal como reina te va a rendir pleitesía”, dijo el pregonero para admitir que ese día, el 24 de mayo, estaría frente a ella, al igual que cualquier mañana de Viernes Santo.
“Durante la amanecida, cuando las luces revisten como nunca el resurgir de un nuevo día, a esa hora en que tu barrio ya no timbrea al impulso del rachear costalero sino aferrado a la fortaleza del alboroto que genera muchedumbre”. Llegados a este punto, Javier Rodríguez Caro se trasladó a ese día y dejó volar la imaginación adelantando lo que pasará el 24 de mayo, en el que “estaré contigo, Dolores, porque así lo hice desde que tuve uso de razón”. Una imagen que es “sencillamente mi madre, ¿hay algo más grande que eso? Y te llamaré también por Angustias, Piedad, Rosario y acabaré rematando irremediablemente por tu nombre, Dolores”. Todo esto dijo sonando de fondo la guitarra de Antonio Vera.
Así fue como dio pasó al penúltimo tramo de un pregón que dejaba el alma en vilo. Subió a las tablas del auditorio, la cantaora Ana María González para dedicar a la Virgen de los Dolores cuatro sevillanas compuesta para celebrar su Coronación Canónica.
Poco a poco llegó al final, momento en el que llamó al pianista Germán García González que tocó a piano su marcha ‘Dios de Esperanza’, un himno para los esperancistas y, en esta ocasión, la despedida del último Pregón de Glorias.

Redactora de El Pespunte.
Periodista sevillana con más de 30 años de experiencia. Fundadora y CEO de AionSur durante 10 años. Especializada en reportajes agrícolas y sociales en la provincia de Sevilla.