San Carlos «Baratillero»

Con el permiso y la venia de José Manuel Haro – cronista de la sección compañera El Pespunte Taurino – me dispongo a escribir este artículo crónica-opinión de lo acaecido el sábado 2 de noviembre en Osuna.

La Villa Ducal, desértica ciudad de iglesias toreras, disfrutó de la presencia de un valiente ursaonense ante la mirada de una imagen mariana dolorosa de nuestra localidad. Pues ante la suerte presentada de Gonzalo Cruz en su pueblo, ante su gente y ante un novillo con hechuras y cuidado de la ganadería de Julio de la Puerta, instantes previos se dispuso a rezar delante de María Santísima en su Soledad y Amargura, devoción arraigada en la familia Cruz Díaz. Gonzalo, con sus hermanos – María, Rafael y Jaime -, así como sus padres – María Dolores y Rafael – son fieles devotos de esta imagen mariana de la Hermandad del Santo Entierro y, como buenos cristianos que me profesa que son, se presentaron con el novillero vestido de luces ante la hechura de la Virgen, expuesta en Besamanos.

Era un momento exquisito, idílico para el diestro, único para Osuna, pues salvo la capilla que posee el interior de la Centenaria Plaza de Toros de Osuna, ésta – repito -está desértica de iglesias toreras. Y es aquí la cuestión: «¿Debería nuestro clero habilitar un Patrimonio Histórico-Artístico – una iglesia – para que los toreros momentos antes de su suerte recen al Señor y a María?»

Ayer la iglesia de San Carlos, vulgo «La Compañía», se covirtió en San Carlos «Baratillero». Allí dentro se vivió además de oración por el sueño de un maleta, un punto de inflexión para el mundo cofrade-taurino de la Villa. Osuna debe, y tiene, iglesias para que las figuras del toreo presenten sus ruegos y peticiones ante nuestras imágenes porque aunque el mundo cofrade-taurino no va siempre de la mano – hay cofrades que no son taurinos – si hay que destacar que aproximadamente el 95% del mundo taurino sí es cofrade y religioso – se puede ver en las corbatas, monteras y chaquetillas de los lidiadores, subalternos y picadores estampas, pines y medallas de Vírgenes y Cristos del orbe católico -. ¡Qué bonita sería en Osuna tener un Baratillo! (Iglesia cercana al Coso de La Maestranza de Sevilla donde los toreros rezan antes de comenzar la lidia)

Gonzalo Cruz ayer hizo «historia» en su corta historia de vida, pues la valentía, el desparpajo, el tesón y la «poca vergüenza» que presentó ante el astado al que le realizó el quite con unas lopecinas y después al que lidió recibiéndolo de rodillas, poniendo banderillas por su asta izquierda, posteriormente partiéndolas con rabia en las tablas del Coso de San Arcadio para ponerlas «cortas» y finalizando con una faena algo alocada – tiene que calmarse -, seria, elegante – parece que llevase haciendo esto toda la vida – y con una maestría que nos recordaba a más de un torero profesional. Culminó a lo grande para conseguir el máximo trofeo – dos orejas y rabo – con una entrada a matar sin muleta, la desesechó segundos antes de entrar en suerte.

El cúlmen del artículo no es narrar cómo y qué hizo Gonzalo, pues no soy quien para ello, es ensalzar y arrimar el hombro a la Escuela Taurina «Antonio Osuna» y al hecho de esta joven promesa del toreo de presentarse ante la mirada de una Virgen para rezar, algo tan católico, cristiano y de tanta fe que es digno de tener en cuenta para repetirse en sucedáneas ocasiones en las que el Coso Taurino de Osuna abra sus puertas para celebrar la Fiesta Nacional.

Expresar mi completo agradecimiento a la Familia Cruz Díaz por el cariño recibido, por la sencillez, humildad, simpatía y cercanía que muestran en cada palabra que cruzamos, para conmigo y con mi hermano Francisco José.

Carlos Bellido García

Fotos: Rafael Cruz y María Dolores Díaz

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