El Patrón salió a la calle para bendecir el pueblo aguadulceño

San Bartolomé, llenaba de fe nuestro embalse, al igual que el cielo, ante los cortes de agua en nuestro pueblo, nos demostraba que, ante la incertidumbre, el miedo y los imprevistos, si confiamos, si vamos y vemos, ocurre el milagro.
Nuestro Patrón, salía a la puerta de su casa a enseñarnos que sigue ahí, que no se ha ido, que permanece en el mismo sitio donde se quedó en su última procesión, que él se acerca a nosotros, pero que somos nosotros quienes tenemos que acercarlo a él, a quienes más lo necesitan, que somos nosotros los que contagiados de la fe que el profesaba tenemos que entregarnos a los demás, y que nos demuestra que, sin él, sin los demás, nosotros no somos nada.
San Bartolomé, Natanael, el “regalo de Dios” a nuestro pueblo, presidía la calle, y venía a demostrarnos que le necesitamos, que necesitamos el amor para luchar contra todo lo que nos hace mal y nos aleja de los demás, es quien nos demuestra, año tras año que, a pesar de las dificultades, desigualdades y diferencias, es lo único que une a nuestro pueblo, desde mayores a pequeños, residentes o forasteros, los que van de paso y llegan, y aquellos que se marcharon al cielo.
Una vez más, la Iglesia, nos regalaba un momento de Hermandad, de comunidad, de gritar en silencio que sigue ahí, para los que más lo necesitan, y que, cumpliendo todas las medidas de seguridad, acercaba el cielo a la tierra, o la tierra al cielo.
Una vez más, el silencio erizaba la piel de los presentes, centelleaban sus ojos, y se podía sentir cómo las plegarias alcanzaban el cielo.
Una vez más, Aguadulce se quedaba mudo entre tanto bullicio, su patrón se despedía de las calles de su pueblo, y en la noche cerrada, desde su altar, San Bartolomé, confía en volver a vernos.
Helena Herrera
Gestión de texto, fotos y vídeos: Carlos Herrera