El porrito no es delito

Un entrañable amigo de mi adolescencia y primera juventud lo repetía siempre que se iba a fumar uno: “El porrito no es delito”, decía. Hace casi un año que su coche chocó a poca velocidad contra una farola. Se lo llevó un infarto y cayó desplomado sobre el volante. El porrito no es delito, pero tampoco es bromita.
El pasado mes de febrero el Ministerio de Sanidad inició el trámite de redacción del Real Decreto para la aprobación y regulación del uso medicinal del cannabis. Soy partidario. Desde muy joven estoy metido de lleno en casi todas las caras del sufrimiento humano. Hay gente que lo necesita desesperadamente para paliar el dolor más insoportable y también contamos con estudios científicos ampliamente avalados sobre su uso clínico.
En España conseguir y consumir cannabis sin transacción económica está permitido por falta de legislación. Esto hace que la hierba apenas está controlada. En cambio, acceder a ella en un ámbito clínico se reserva para unos pocos casos muy específicos. Como consecuencia, quienes la necesitan con fines médicos –e incluso por consejo médico al oído– deben buscarla en el mercado negro y autorregularse sin la ayuda ni el control profesional.
Ahora bien, me da la impresión de que se está allanando el camino al esperado debate de la legalización del cannabis con fines recreativos. Y se está allanando de muchas formas. Los clubes sociales de cannabis se multiplican prósperamente en el centro del vacío existente al respecto en la legislación española. Además, en plena alza estadística del consumo lúdico del cannabis entre los más jóvenes de nuestro país, observamos cómo el mensaje que mucha gente ha malinterpretado con esta iniciativa del Ministerio de Sanidad es que la marihuana es terapéutica, ansiolítica, hipnótica y sedante. ¡Mucho más sana para dormir bien que cualquier pastilla!
Esto no es cierto. Según la Agencia Europea del Medicamento, de los más de 100 componentes cannabinoides, sólo algunos de ellos tienen valor terapéutico. Todos los demás elementos son tóxicos, adictivos y altamente perjudiciales. Además, ¡atención papás! El porro de hace 20 años no es el de hoy. A causa de los avances genéticos, actualmente se produce un cannabis con un porcentaje mucho más elevado de THC, que es el elemento psicotrópico de la marihuana. Un consumo de cannabis de más del 10% de THC se puede considerar ya un consumo de riesgo. Pues bien, la media está ligeramente por encima del 15% y, en el caso de los concentrados, los niveles promedio se elevan al 54-69%.
Como director de un centro de desintoxicación, les puedo garantizar que un paciente de alcohol y cocaína entraña mucho menos dificultad en su manejo clínico que un chaval que consume porros. Generalmente han padecido alguna vez en su corta vida un brote psicótico. Además, se tornan depresivos, desmotivados, padecen alteración de la memoria a corto plazo, dificultad de concentración, somnolencia, alteraciones perceptivas, sensación de irrealidad, efectos sobre el rendimiento psicomotor y mayor riesgo de accidentes o, como mi amigo de la adolescencia, efectos cardiovasculares y respiratorios.
En cambio, el inicio a su consumo en España se desploma por debajo de los 14 años. Todos conocemos casos incluso anteriores. Lo que muchos desconocen es que su impacto sobre la arquitectura neuronal es demoledor. Durante la adolescencia se produce la denominada “poda neuronal”. Es decir, se eliminan las conexiones neuronales de menor uso (poda) para fortalecer otras zonas del cerebro más funcionales que se siguen desarrollando. Pero el consumo de cannabis altera este proceso generando problemas cognitivos, en el aprendizaje y en funciones ejecutivas como la planificación, toma de decisiones, control de impulsos, problemas para mantener la atención, etc.
Además, hay una relación directa entre el consumo de cannabis y la aparición de trastornos psicóticos en adolescentes y jóvenes. Incluso trastornos a los que podemos estar genéticamente predispuestos como la bipolaridad o la esquizofrenia, despiertan sacudidos por el consumo de cannabis.
La adicción aparece entre el 7 y el 10% de las personas que lo han probado y en 1 de cada 3 de los que lo consumen habitualmente.
Algunos padres le restan importancia diciendo que el porrito es cosa de jóvenes. Bueno, realmente sabemos que por desgracia es cosa hasta de niños, y eso que no lo podemos considerar ni mucho menos una droga blanda.
Entiendo que, en cualquier debate social, cada uno debe hacer su aportación. La que podemos realizar los especalista en adicciones y personal sanitario es ésta: el 85% de las conductas adictivas que precisan atención sanitaria es por consumo recreativo de cannabis. El porrito será o no será delito, pero pensemos en las cifras que queremos dejar mientras debatimos sobre si su consumo es o no es progresista.
