El plan Olona


Este jueves, y después de varias semanas de negociación, navajeo en Génova mediante, conocimos que el Partido Popular y Vox habían llegado ‘in extremis’ a un acuerdo por el que la formación de Abascal entraría por primera vez en un gobierno autonómico. No se hicieron esperar las reacciones. En los círculos voxeros se hablaba de un pacto histórico, mientras que la izquierda político-mediática ponía el grito en el cielo y señalaba a Feijóo como el principal culpable de la inclusión de los ultras en las instituciones. No podía saberse.
La izquierda española es tan previsible cuando se trata de hablar de Vox, que se equivoca. No se dan cuenta, o sí, de que rasgarse las vestiduras ante un pacto democrático como el del jueves, para lo único que sirve es para dar gasolina a Vox, y ahora, por cierto, está muy cara. El “que viene el fascismo” ya vimos el pasado 4 de mayo en Madrid que no es una carta efectiva, es más, utilizar esa estrategia es darle a Vox la posibilidad de jugar en un marco discursivo en el que no tienen rival: el del miedo. Tampoco suena muy convincente hablar de cordones sanitarios cuando se está haciendo malabares para gobernar con partidos que causan una poderosa desafección en una gran parte de la sociedad.
Por no hablar, de lo ventajista que resulta cargar las tintas contra Feijóo cuando se sabe perfectamente que él no estuvo en la toma de decisión del adelanto electoral, que hasta el día de ayer no se supo que era el único candidato para presidir el partido y que él jamás ha gobernado en Galicia con la “extrema derecha” (Pons dixit). Yo creo que la verdadera prueba del algodón va a estar en Andalucía. Para entonces, las cartas estarán al descubierto.
Vox ya lleva meses operando en el tablero andaluz. El plan Olona es una realidad. Desde mayo del año pasado llevan creando hype con la posibilidad de que la abogada del estado se presente a las andaluzas. Es una apuesta fuerte, uno de los mayores activos del partido, buena oradora y con proyección nacional. Una cara conocida para el gran público. Hace tiempo que empezó su batalla del relato sureño, recordemos aquella foto con la Esperanza Macarena. En Vox son conocedores de la fuerza de los símbolos, máxime en Andalucía, por eso el eje de su narrativa lo están enfocando hacia ese espacio. La semana pasada ya la vimos posar vestida de flamenca, y una semana antes dar un mitin el día de Andalucía con un autobús a las espaldas con la cara de Chaves y Griñán junto al lema: “Devolved lo robado”. En aquella alocución habló de “culturas incompatibles”, de “inseguridad”, de “defender nuestra casa”, de “derribo de las cruces cristianas”. Está todo estudiado al milímetro, por eso cuando ella dice que es de Granada y sale Teresa Rodríguez a recordarle que es de Alicante, ella habla de que es una mujer libre. Saben perfectamente que esa confrontación es un win-win para las dos.
Es fácil imaginarse por donde van a ir los tiros, no duden que la veremos emocionarse ante una levantá, probablemente se vista de mantilla. Tampoco es descartable que la veamos con la camiseta del Granada, o con la del Betis, y, por supuesto, de cacería. Les convendría a Moreno y a Bendodo seguir con la estrategia centroderechista moderada que han venido adoptando y entrar en el juego lo menos posible. Puede que les parezca un disparate, pero creo que blanquear a Vox es la única manera de competir contra ellos sin doparlos. Desnudar sus ideas con argumentos, dejarlos que se retraten.
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EL POYETE
Sevilla, 2001. Caballo de carreras de fondo, escritor de distancias cortas. Periodista, bético, sevillano.