El ómnibus prime y el sindicalista Espartaco


El ómnibus es el decreto clave de la semana. Ese por el que se han peleado Ejecutivo, socios de Gobierno y oposición. Tanto se ha desmadrado la cosa que los sindicatos han organizado una manifestación —no te lo vas a creer— contra la oposición. Yo creía que eso de los sindicatos estaba para presionar a aquellos que tienen el poder, a los que gobiernan y ponen leyes o dicen ponerlas. Pero se ve que eso era antes, que ahora ya, si deciden que algo va mal, lo ponen en conocimiento de las bases para que la líen contra los responsables, que por supuesto son los que toquen y que, casualmente, nunca han sido los líderes de este gobierno de “mayoría progresista” sin mayoría progresista en el Parlamento.
Es el decreto en el que Pedro —nuestro Pedro— metió, como suele hacer, leyes y normas que nada tenían que ver con las sociales de las que hacían gala. Que si el palacete parisino para el PNV, que si el impuesto a la banca que la oposición dice que repercute en el cliente final, que si una ley de información para evitar supuestos bulos en las redes sociales… Al final, cosas que eran tan evidentes que no se podían separar a juicio del Gobierno que se acabaron troceando al primer quejido del conde de Waterloo.
Algo así fue: no se puede separar, no se puede dividir; sí se puede trocear, sí se puede dividir, Lo típico del Gobierno de Sánchez, abonado al ‘no, no; sí, sí’. Y, como de costumbre, hizo el proceso echando culpas a los de Feijóo, acusándolos de no querer subir las pensiones —bendita la hora que eso fuera verdad— y de usar a los pensionistas como baza electoral, cuando la coacción venía de meter con calzador medidas que nada tenían que ver con las ayudas a la DANA o al transporte público.
La cosa es que los populares ejemplificaron el chantaje con el blanco fácil, con el titular llamativo, el palacete “regalado” a los peneuvistas. Clamaron al cielo por la compra del voto en la Cámara Baja a los de Aitor Esteban, acusaron a Sánchez de chantajista y le tumbaron el decreto. Se quedaron en la incómoda situación de tratar a los españoles como si fueran adultos mientras que Junts paralizaba La Moncloa a las puertas del Consejo de Ministros para pactar su apoyo a un ómnibus ahora troceado a cambio de su inverosímil debate sobre si Sánchez debe presentarse a una moción de confianza.
Descuartizaron el decreto, lo transformaron en el ómnibus prime —si me permiten la referencia a la película Transformers, aunque la única vez que intenté verla me quedé dormido al minuto— y lo presentaron al mundo como una victoria, a pesar de que este seguía incluyendo el palacete y la prórroga de la prohibición de los lanzamientos, que favorece al movimiento okupa. Demostraron, una vez más, que Puigdemont tiene más capacidad para sacarle algo a Sánchez desde Bélgica con sus siete votos maltrechos que el grupo mayoritario en el Congreso.
Y, los otros tragaron con el palacete y con lo de los okupas tras meses y meses magnificando el problema de la okupación alegando ser un partido de Estado que debía apoyar la subida de las pensiones, cuando un partido de Estado lo que debería plantear es una reforma integral de un sistema abocado al fracaso. Todo por llevarle la contraria a Sánchez, según expresó el propio Feijóo, y no darle el titular de que el PP está en contra de los pensionistas —todopoderoso grupo de votantes—.
Una estrategia que les ha valido un “cambio de opinión” de esos que tanto le critican al líder socialista —dime de lo que presumes y te diré de lo que careces— y una manifestación en contra de la oposición que los sindicatos van a mantener pese al apoyo expreso de los populares al ómnibus prime. Aunque si eso les parece inverosímil, quizás vayan a manifestarse este domingo por la capital para protestar contra un problema que no existe, y a favor de la aprobación de un decreto que ya está aprobado; y se encuentren por allí al “gran sindicalista” Espartaco, que para Yolanda Díaz ya no es el protagonista de una de esas rebeliones históricas fallidas contra el poder establecido, sino un currante de toda la vida que pedía derechos laborales en la antigua Roma y, por qué no, uno de los padres fundadores de Sumar.

LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.