El harén de la talla 38

Detengo mi paso ante un escaparate. El escaparate pertenece a una tienda de ropa. Esta ropa, perfectamente expuesta para su venta, es ropa de o para mujer. Mujer joven, para ser exactos. Y digo para ser exactos porque esa parece ser la intención de los dueños o dueñas de la tienda, ya que todas las fotos enmarcadas y colgadas por distintas paredes del interior del establecimiento están protagonizadas únicamente por jóvenes mujeres que posan sus delgados cuerpos ante la cámara y están vestidas con distintas prendas colocadas estratégicamente ahí, en estanterías y perchas y al alcance de nuestra mano.

Pero estoy así, frente al escaparate, y en este mismo instante vienen a mi memoria escaparates de tiendas de ropa que he visto en ciudades como Sevilla, Madrid, Lima, Lisboa, París, Bilbao, Donostia… En todos ellos, esos maniquíes tan altos, tan estilizados, tan estupendos… También recuerdo páginas de un libro que releo constantemente, Feminismo para principiantes, escrito por la feminista Nuria Varela, y concretamente las páginas que recuerdo son las que hacen referencia a una experiencia vivida por la escritora y feminista marroquí Fátima Mernissi, y que dicen así: <<La escritora marroquí Fátima Mernissi describe en su libro El harén en Occidente, la perplejidad que vivió el día que, por primera vez, fue a una tienda de Estados Unidos con la intención de comprar una falda. Explica que también fue el día que escuchó por primera vez que sus caderas no iban a caber en la talla 38. >> En este mismo párrafo, Nuria Varela transcribe en su libro las palabras con las que Fátima Mernissi cuenta su experiencia en esa tienda: <<A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. >>

<<¡Es usted demasiado grande!>>, le dijo la dependienta.

<<¿Comparada con qué?>>, respondió Mernissi.

Nuria Varela nos cuenta que en el justo momento que respondía a la dependienta Fátima Mernissi pensó en su sobrina de 12 años, que usaba la talla 36. Este pensamiento desembocó en una reflexión entre los paralelismos de restricciones patriarcales entre Oriente y Occidente. Y es que, para Fátima Mernissi, y así lo narra Nuria Varela en su libro: <<… el hombre musulmán establece su dominación por medio del uso del espacio. A las mujeres se las excluye de los lugares públicos y en los más privados –las mezquitas o las casas–, se las separa en habitaciones o zonas bien diferenciadas. El occidental, según Mernissi, lo que manipula es el tiempo. >> ¿Y de qué forma o con cuáles medios manipula el tiempo el hombre occidental? El argumento con el que nos responde Fátima Mernissi es el siguiente: <<Afirma que una mujer es bella sólo cuando aparenta tener catorce años. […] Al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura. Las mujeres deben aparentar que son bellas, lo cual no deja de ser infantil y estúpido. […] El arma utilizada contra las mujeres es el tiempo. […] La violencia que implica esta frontera del mundo occidental es menos visible porque no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética. >> Es decir, ninguna mujer es obligada a hacerse una operación de cirugía estética o a pasar hambre, de esto es muy consciente Mernissi y así lo dice, pero también es cierto que lo que viene sucediendo es que simplemente se rechaza a toda mujer que no entra en el canon o modelo impuesto en sociedad. Pone el ejemplo de las mujeres en la China feudal, a quienes se les vendaban los pies. <<No es que los chinos obligaran a las mujeres a ponerse vendajes en los pies para detener su crecimiento normal. Simplemente definían el ideal de belleza. >> Por poner otro ejemplo, podemos hacer referencia al uso del velo en el mundo musulmán. En alguna ocasión he oído decir que son las mismas mujeres las que eligen tapar su rostro, a lo que yo respondo con una pregunta: ¿Qué sucede con aquellas mujeres que deciden por propia voluntad no seguir haciéndolo?

La dominación del tiempo y el cuerpo de las mujeres por parte de un sistema patriarcal, machista y androcéntrico tiene unos enormes instrumentos a su servicio en los medios de comunicación, la publicidad, las entrevistas de trabajo, el cine, la televisión, la música, la pornografía… y los escaparates. Las consecuencias, las sabemos: muchachas en plena adolescencia sumidas en la anorexia, la bulimia; mujeres viviendo su día a día en un profundo estado de ansiedad y consumidoras de cualquier producto que prometa belleza y juventud en siete días. Y sabiendo todo esto, siendo conscientes de estas terribles y trágicas consecuencias, creo que deberíamos apostar por una educación por y para nuestras hijas e hijos basada en la propuesta que hace la escritora y feminista australiana Germaine Greer: la mujer completa, definida como una mujer que no existe para dar cuerpo a las fantasías sexuales masculinas ni espera que un hombre la dote de identidad y estatus social, una mujer que no está obligada a ser bella, y que adquiere autoridad con la edad.

No es nada fácil que puedan introducirse en colegios e institutos las palabras de Nuria Varela, Fátima Mernissi y Germaine Greer. Sobre todo, porque es muy probable que un número no pequeño de profesoras y profesores no tengan la más mínima idea ni interés sobre temas relacionados con el movimiento social, cultural y político feminista, y mucho menos conozcan ni por asomo la existencia de estas autoras. Pero existe un modo de hacerles llegar a los y las jóvenes de nuestra sociedad las palabras de estas mujeres, y no creo que resulte nada costoso ni en tiempo, ni en espacio. Se trata de formar una biblioteca en casa. Ir colocando en una estantería, poco a poco, las palabras escritas por mujeres y hombres que sirva a nuestro hijos e hijas de sostén, de soporte para sus vidas. Una base sobre la que se sustente una deseada nueva sociedad y en la que todas y todos, como bien explica la escritora feminista Naomi Woolf en su libro El mito de la belleza, seamos conscientes de lo siguiente: <<Los cosméticos sólo son un problema cuando las mujeres se sienten invisibles o inútiles sin ellos. Igual que cuando se sienten obligadas a adornarse para que las escuchen o para conseguir un empleo o mantenerlo. Lo mismo que la ropa deja de ser crucial cuando las mujeres tienen una identidad sólida. En un mundo en el que las mujeres tengan verdaderas opciones, lo que hagan respecto de su propio aspecto pasará a tener una importancia muy relativa. >>

Una biblioteca repartida entre las paredes del interior de casa y al alcance de su mano, y con libros cargados de palabras con los que hacer añicos cientos de escaparates.

Álvaro Jiménez Angulo 

 

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