El gran vals

En mi escrito y vídeo «Mirada atrás», publicados conjuntamente en el diario digital El Pespunte, anuncié que explicaría las causas de la vinculación de la melodía insertada en la sección dedicada a Osuna con mis recuerdos de esta ciudad y, en consecuencia, estoy en el deber de hacerlo.

En el origen de la cuestión está una película que fue rodada en 1938, pero con una versión posterior de 1972, por lo que no es extraño que sea conocida por la generación madura actual.

No es muy comprensible, pero pasó. Y pasó en el espacio Osuna Madrid, Madrid Osuna al final de los años cuarenta y principio de los cincuenta.

«El gran vals» era el título de la mencionada película, que se exhibió en Osuna con una gran acogida por parte del público ursaonés, calculada tanto por el número de espectadores como por los elogios dirigidos a su temática y escenificación.

Tan abultadas fueron las alabanzas dedicadas a sus virtudes que provocaron en mí una reacción de irritabilidad y repulsión hacia la película, de tal manera que me negué a asistir al espectáculo. Una reacción absurda, irracional, visceral sin duda, pero respondiendo a lo que para mí significada una alienación de masa inducida por la propaganda.

Algún tiempo después tuve que incorporarme a filas con destino en Madrid, llevando en mi equipaje unos estudios pendientes con la obligación de completarlos simultaneando ambas actividades.

Yo era consciente de que no iba a atravesar un camino de rosas, pero daba igual si era de abrojos y espinas porque era el único que me llevaría a la meta a la que aspiraba o, de lo contrario, quedaría sumido en la ruina, psicológica y moralmente.

Una noche en la que en mi bolsillo sólo había de tres pesetas frente a las cinco necesarias para pagar la cena, salí a deambular y me encontré frente al «Gran vals» en un cine de barrio. Y sin saber porqué no lo dudé, pagué las tres pesetas y entré. A medida que pasaba la película mi ansiedad gástrica aumentaba, pero mi aversión al Gran vals decaía y se anulaba, trocándose en entusiasmo.

Sinopsis. La película relata la biografía de Johan Strauss. Éste trabajaba en un banco, pero fue despedido. Fundó una orquesta y actuaba en un café donde se produjo una acción de la policía, de la que Strauss y la cantante Carlas escaparon y se refugiaron en Los bosques. Subieron en una carroza y durante el paseo iba percibiendo sonidos de aquí y de allá e, inspirándose en ellos, compuso el vals «Cuentos de los bosques de Viena».

Cuando con permiso iba a Osuna, comentaba con los amigos mi nueva posición frente a la película.

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Durante una Semana Santa en La Carrera, cuando se acercaban los pasos mi mente huyó hacia los Bosques de Viena, lo que me ocurría con frecuencia por evocar aquella música que me había cautivado. Entré casi en un estado de trance y, mientras tanto, ensimismado, entonaba yo quedamente aquella melodía. Cuando mi mente «regresó» a La Carrera, la procesión ya no estaba, pero la melodía quedó cimentada sólidamente allí aquella mañana de Viernes santo en Osuna para siempre, ligada a aquel lugar y a las personas que me acompañaban.

Podría ser más explícito, pero también más cansino , de manera que con lo expuesto creo haber cumplido el objetivo de explicar la manera en que se tejió la doble ubicuidad de un recuerdo, siempre presente en Madrid y Osuna. Un recuerdo que se generó en Madrid, que viajó y extendió a Osuna a lomo de uno de los valses más hermosos de Johan Straus II: Cuentos de los bosque de Viena.

Antonio Palop Serrano

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