El cuponazo de Semana Santa de la ONCE: Sentir en sus manos a la Virgen


. –Gracias de parte de la Hermandad.
–No, las gracias a vosotros en nombre de la Once.
Cuando el duende se hace presente, los sonidos negros de los que hablaba Lorca embargan a los presentes en un momento y lugar exactos. No se planifica, no se espera, no se pide. Surge. Y punto.
El mismo Dios fue quien se recreó “en tan graciosa belleza”. La Virgen de los Dolores de Osuna se presentaba así antes de su Función Principal: enhiesta, plena de divinidad y sin perder nunca la mirada a lo terrenal.
El Viernes de Dolores recibió la visita de los afiliados de la ONCE de Osuna, quienes le ofrecieron su “alma, vida y corazón” a pecho descubierto. Pudieron tocar a la Madre de Osuna, sus manos, su cara, su particular nariz, sus pómulos, sus lágrimas que en ese momento tornaron de alegría, sus pestañas, párpados… junto a su corona que pronto será canónica, un lujoso corazón traspasado por siete puñales que marcaron la vida de esta sencilla mujer, una ráfaga que la reviste de sol, una media luna y un manto en el que se puede palpar la Pasión completa del que cambió el mundo.
El mármol empezó a mojarse con un reguero las lágrimas de quien sentía algo nuevo por vez primera. Unos crearon una imagen visual que tambaleó los cimientos de su fe, para otros fue el rememorar a una Virgen que sí pudieron ver años atrás y que siempre ocupaba un lugar privilegiado en sus casas.
No se sabe si lloraron más los usuarios, sus acompañantes o los miembros de la hermandad servita. En sobreaviso les puso un muy cercano don Raúl Moreno, párroco de Nuestra Señora de la Victoria.
Para el hermano mayor, Javier Soto, fueron los momentos más emotivos de una legislatura que va llegando a su fin. Otros miembros cogían en brazos a los más pequeños. Y una usuaria, auspiciada por su madre, rompió el silencio imperante con un impactante “Bendita sea tu pureza”. Más integridad no cabía. Dios se estaba recreando en tan graciosa belleza y todos los presentes, todos, eran sus instrumentos.
La dolorosa granadina, la del “perfil de nardo dolorido”, la del gesto que enamora, la que imanta y magnetiza volvió a encender, una vez más, la llama del amor. Las manos se enriquecieron al tocarla, el gusto exquisito se paladeaba, el incienso aromaba el recogido ambiente, el silencio se rompió con los alumnos del Colegio Santa Ángela, que quisieron poner banda sonora a una película que jamás olvidarán, y la vista… la vista fue la protagonista de quien, a pecho descubierto, le imploró: “Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía”.
