El arte de aprender sin sobresaltos: orbitando en el camino del conocimiento

- “Texto creado a través de la inspiración generada por seres que desde las aulas buscan nuevas estrategias, incluso saliéndose de las órbitas establecidas, haciendo de la educación una vocación y comprendiendo a sus estudiantes como estructuras de tensegridad. A todas esas personas MAESTRAS en mayúsculas, el más sincero agradecimiento por ser esperanza y confianza en un sistema que rueda, en ocasiones, más enlentecido que los avances neurocientíficos”

Hay algo en los exámenes sorpresa que evoca la idea de que el aprendizaje es una prueba de resistencia: una invitación a que el estudiante esté siempre preparado, siempre en alerta, como si el conocimiento se tratara de un ejercicio de supervivencia. Sin embargo, cuando miramos la neurociencia, descubrimos que esta práctica no solo genera estrés innecesario, sino que desatiende las bases mismas del aprendizaje.
Sabemos hoy que el cerebro adolescente está en plena transformación. Las regiones encargadas de la planificación, la toma de decisiones y el control de impulsos (corteza prefrontal), se encuentran en una fase de maduración progresiva que se extiende hasta bien entrada la adultez. Esto significa que exigir a los estudiantes una gestión autónoma del aprendizaje sin una estructura clara y predecible es como pedir a un árbol joven que soporte el peso de una gran tormenta sin haber arraigado con firmeza.
Pero cada estudiante es distinto. Algunos parecen ruedas bien engrasadas, con un aprendizaje que fluye y se adapta con facilidad, rodando sin fricción por el camino del conocimiento. Otros tienen formas más angulares, como triángulos o cuadrados, que requieren más apoyo y contornos bien definidos para avanzar con seguridad. También están aquellos con mentes esféricas, capaces de conectar múltiples ideas y moverse en diversas direcciones, encontrando relaciones inesperadas entre conceptos. Sin importar su forma, todos necesitan un entorno propicio para desarrollarse plenamente.
Pero hay algo más. El aprendizaje no ocurre en el vacío, sino dentro de un equilibrio fisiológico en el que el sistema nervioso juega un papel clave. Cuando un estudiante es sometido a un examen sorpresa, su sistema nervioso simpático (responsable de la lucha o huida) se activa de inmediato. Esta reacción biológica, diseñada para situaciones de peligro, desvía la energía del cerebro hacia la respuesta al estrés, priorizando la supervivencia sobre la reflexión y el análisis.
El problema es que el aprendizaje profundo y significativo necesita justo lo contrario: un estado de calma y seguridad que favorezca la consolidación de la memoria a largo plazo. Aquí es donde entra en juego el sistema nervioso parasimpático, que promueve la relajación y la apertura para la adquisición de conocimientos. Para que el cerebro pueda integrar la información de manera efectiva, necesita un entorno donde lidere la previsibilidad, la conexión emocional y la oportunidad de estructurar el conocimiento con tiempo y apoyo, pues no podemos olvidar que “educar es guiar en el conocimiento y hacia el conocimiento”.
Las funciones ejecutivas son aquellas habilidades cognitivas que nos permiten organizar información, gestionar el tiempo y regular emociones. Éstas se fortalecen con una práctica guiada y un andamiaje efectivo. Por eso, los entornos de aprendizaje que proporcionan claridad, anticipación y estrategias de reflexión resultan mucho más efectivos que aquellos basados en la incertidumbre o el factor sorpresa bajo tensión.
Si el objetivo es fomentar la autonomía, lo más sensato es ofrecer herramientas que ayuden al estudiante a desarrollar una estructura interna de aprendizaje, en lugar de enfrentarle a pruebas inesperadas que activan su sistema de alerta, desviando recursos de la memoria de trabajo hacia la gestión del estrés.
En línea con estas evidencias, la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE) en España promueve la incorporación de metodologías activas y participativas que se adapten a las características del alumnado, fomentando una evaluación formativa y global del proceso de aprendizaje. Esta ley enfatiza la necesidad de adaptar la programación didáctica a las particularidades de cada estudiante, incorporando medidas de atención a la diversidad y promoviendo la educación en valores.
A nivel internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aboga por métodos de evaluación que apoyen el aprendizaje y promuevan el desarrollo integral y el bienestar del alumnado. Se recomienda priorizar evaluaciones formativas y basadas en datos empíricos, que fortalezcan la colaboración, la cooperación y la comprensión mutua, alejándose de prácticas que puedan generar estrés innecesario en los discentes.
El aprendizaje necesita significado y previsibilidad. La neurociencia nos recuerda que el cerebro aprende mejor cuando se siente seguro y cuando las experiencias educativas permiten integrar conocimientos de forma activa y consciente. Quizás sea el momento de revisar nuestras estrategias y preguntarnos si realmente contribuyen a formar mentes reflexivas y críticas o si seguimos anclados en modelos de enseñanza que la ciencia ya ha superado. Porque, al final, aprender no es solo recordar respuestas en un momento puntual, sino construir un conocimiento que acompañe a la persona a lo largo de toda la vida.
Como docentes, nuestra labor trasciende la enseñanza de contenidos académicos; formamos a las futuras generaciones que darán forma a la sociedad del mañana. Nuestra responsabilidad es ofrecer un aprendizaje que no solo transmita conocimientos, sino que también cultive valores, pensamiento crítico y habilidades necesarias para un mundo en constante cambio. Educar no es simplemente instruir, sino preparar a personas capaces de aportar a la sociedad, de innovar, de cuestionar y de construir un futuro más justo y equitativo. Solo cuando comprendemos la profundidad de esta tarea, podemos dar a cada estudiante las herramientas que realmente necesita para desarrollarse plenamente, en función de sus capacidades, su entorno y el mundo que le espera.
Como afirmaba Albert Einstein: “La educación no es el aprendizaje de hechos, sino el entrenamiento de la mente para pensar”. Porque educar no es solo transmitir conocimiento, sino preparar a los individuos para que puedan aportar lo mejor de sí mismos a la sociedad a lo largo de su vida.

UBUNTU
Profesora de la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podologia (Universidad de Sevilla) desde 2002. Máster en Estudios Avanzados sobre cerebro y Conducta (2007) y Máster en Atención Temprana. Miembro del grupo de investigación CTS-305. Coordinadora del programa de optimización al desarrollo y Atención Temprana en la Universidad de Sevilla.
Ha participado en formaciones relacionadas con la inteligencia emocional, con la diversidad funcional, con la Neurociencia y neurología, con la fisioterapia y su aplicabilidad y con la gerontología, tanto para profesorado y profesionales como para estudiantes.