El archivero morisco, Trapiello y don Francisco
Admiro el Quijote por varias razones. Por haber sido el germen de toda la novela actual es la principal. Otra, más de tipo sentimental, es que yo aprendí a leer en una edición escolar de ese libro. Mi afición a dicha obra justifica que tenga siete ediciones diferentes de la novela. A la par, declaro mi admiración y respeto hacia don Francisco Rodríguez Marín por ser uno de los mayores intelectuales que haya dado mi pueblo, Osuna; por su valor como estudioso y difusor del refranero, del folklore y de la cultura popular tradicional; y también, porque la primera edición crítica que leí del Quijote fue la suya.
Por eso me extrañó encontrar hace unos días en El Pespunte un artículo titulado El investigador morisco José Cabello contradice a Rodríguez Marín al descubrir el significado “de lanza en astillero” del célebre comienzo del Quijote, que firma José Antonio Reina. En él se habla del hallazgo por parte de José Cabello Núñez, archivero municipal de La Puebla de Cazalla, de un documento que contiene esa expresión a la que él da un significado diferente al que se le ha dado hasta ahora. De cómo asiste a una conferencia en la que Andrés Trapiello comenta su traslación al español actual de la novela de Cervantes y los problemas que tuvo. Y de cómo el archivero conversa con Trapiello y le manifiesta sus dudas sobre el significado de en astillero, que este parece dar por buena su teoría.
Me cuesta entender la obsesión de algunas personas, por lo general aficionados ―dicho con todo respeto, pues con ese adjetivo me refiero a que no son especialistas en la materia de que hablan― por hacer creer que han hallado una prueba que desmonta cuanto durante siglos ―con pruebas más fiables― vienen diciendo los expertos. Un abogado cordobés, José Contreras salió un día pregonando haber hallado una prueba irrefutable de que Cervantes nació en Córdoba. Muy pronto fue refutado su argumento. José Cabello Núñez, el archivero de La Puebla de Cazalla, dice haber encontrado un documento que desmontaría el significado que los lectores y críticos del Quijote han venido dando a en astillero. Y me cuesta entender que Andrés Trapiello, que debiera conocer muy bien el Quijote para embarcarse en la aventura de hacer una traslación del libro a la lengua actual, se deje llevar por la teoría del archivero.
Veamos con algo de detenimiento la cuestión. En su edición, Rodríguez Marín sostiene que lanza en astillero quiere decir que estaba en la percha en que se ponían las astas o lanzas. Y, poco más adelante, aclara que la expresión, por ya de continuo ociosas las armas de los hidalgos, hízose proverbial estar comidas de moho. ¿Es eso invención de don Francisco? No, puesto que, sin salir del primer capítulo de la novela, leemos que nuestro caballero lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
José Cabello dice haber encontrado un documento en que la expresión trigo y harina en astillero puede interpretarse como dispuestos para cerrar el negocio, de donde extrae que lanza en astillero sería dispuesta para su uso o para su venta. Si esto, como se dice en el artículo, contradice la interpretación de Rodríguez Marín, tenemos que afirmar que contradice la interpretación que hacen Clemencín, Casalduero, Martín de Riquer, Florencio Sevilla y el mismísimo Francisco Rico, grandes cervantistas que opinan lo mismo que el ursaonés.
Y ahora entro en qué pinta aquí la figura de Andrés Trapiello. Este “traductor del Quijote” al español moderno dio una conferencia en Sevilla en la que habló del asunto. Lo cuenta él mismo en un artículo publicado en El País en 2016. Hablando de los problemas que encontró, que serían muchos, dice que, en conversación con Rico, este le preguntó cómo pensaba “traducir” lo de lanza en astillero, expresión complicada de entender en la actualidad. Y que le contestó que iba a poner, como así hizo, lanza olvidada. O sea, lo que ya dijo nuestro paisano Rodríguez Marín. Supongo yo ―y digo supongo porque no lo sé― que Rico también podría haberle preguntado muchas cosas más, por ejemplo, cómo trasladar el refrán castígame mi madre y yo trómpogelas, que se las trae, y que aparece en el capítulo 43 de la segunda parte. Pero Trapiello no habla de ello y sigue contando que, acabada la conferencia, se le acercó el archivero, quien le expuso el contenido del documento hallado y su teoría de que lanza en astillero pudiese significar lanza preparada para el combate.
Este “traductor del Quijote” al español moderno ―¡qué mal me suena eso de traducir el Quijote a nuestra propia lengua!― expone los escrúpulos filológicos de conciencia que la conversación le dejó, pero concluye: Por todo ello sugiero a los que tengan ese Quijote [el suyo modernizado] que anoten a lápiz en su ejemplar, como he hecho yo en el mío, junto a “de los de lanza ya olvidada”, un “de los de lanza casi a punto”.
¿Está equivocado el archivero de La Puebla de Cazalla al interpretar en astillero, como dispuesto para la venta? No diría yo que sí. Diría que yerra ―él no es filólogo― al olvidar qué es eso de la sinonimia, es decir, que una palabra, o una expresión, puede tener significados diferente en según qué contextos. Desde 1770, el Diccionario de la Real Academia da a astillero estos significados: percha en que se ponen las astas o picas y lanzas; oficial que hace los peines de los telares; paraje donde se construyen y componen navíos; fondo de la nave. Y de la expresión en astillero dice: poner a un sujeto en puesto, dignidad o empleo autorizado. Curiosamente, no aparece su interpretación, lo que no significa que, en algún lado, se haya usado. Pero es que, si recurrimos a Gonzalo de Correas, gran recopilador de refranes, como Rodríguez Marín, encontramos con Estar en astillero, que define como lo que no está en perfección, como las naves que aún están en astillero, es decir, todo lo contrario de lo que dice José Cabello.
¿Se equivoca, entonces, Andrés Trapiello al adoptar la tesis de Cabello para “su” Quijote? Sinceramente, creo que sí. Primero, porque no hay duda de que el astillero, en la, es la percha o estante en que se guardan las lanzas y que las armas de don Quijote, por no usadas, olvidadas y viejas, estaban mohosas y arrumbadas. No se lo inventa nadie. Lo dice Cervantes. Segundo, porque don Quijote, pobre hidalgo de aldea, no estuvo dispuesto a nada hasta que las lecturas alteraron su juicio; y cuando decidió tirarse al monte de la caballería, tuvo que empezar por limpiar todos aquellos viejos arreos. Y tercero, porque toda la crítica cervantina, aunque unos lo digan expresamente y otros no, se apoya en el argumento de Sebastián de Covarrubias, que en 1611 ―es decir entre la publicación de la primera y la segunda parte del Quijote― había sacado su Tesoro de la Lengua Castellana o española, primer diccionario de nuestra lengua. En una parte de la entrada dedicada a lanza podemos ver: Lancera, que por otro nombre se dice astillero, de asta, es un estante en que se ponen las lanzas, adorno de la casa de un hidalgo, en el patio o soportal. Si admitimos la tesis del archivero, no solo echamos por tierra la opinión de Rodríguez Marín y todos los demás, sino también la de Covarrubias.
Y se equivoca Trapiello al meter en este asunto al lexicólogo Pedro Álvarez de Miranda afirmando que el ilustre académico le dijo no conocer, aparte del Quijote, ningún texto en que en astillero significase estante para las lanzas. Yo, que no tengo la categoría ni los conocimientos de Álvarez de Toledo, puedo citar al menos dos: Las aventuras del bachiller Trapazas (1637), de Alonso Castillo Solórzano, y Vida y fugas de Fanto Fantini (1972), de Álvaro Cunqueiro. O sea, para cerrar, que no existe ningún documento que contradiga la interpretación de don Francisco Rodríguez Marín acerca de qué es lanza en astillero.
OSUNA EN EL RECUERDO
Licenciado en Filología Románica. Profesor en Lora del Río, Fuengirola y Málaga, donde se jubiló. Participó en experiencias y publicaciones sobre Departamentos de Orientación Escolar. Colaborador de la revista Spin Cero, galardonada en 2003 con el Reconocimiento al Mérito en el Ámbito Educativo, e impulsor de la revista-homenaje Picassiana. Editor de Todos con Proteo, publicación colectiva en favor de la Librería Proteo tras su incendio. Desde 2006 mantiene el blog La Agenda de Zalabardo.
Autor de cuentos y novelas, de las que ha publicado tres, una permanece inédita y una quinta está en proceso de creación. Reside en Málaga.