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El amor se sirve con hielo

El amor se sirve con hielo

En las últimas horas, en Twitter se ha abierto un debate provocado por la valiente, transgresora y acertada campaña navideña de JB. Una campaña que buscaba justamente lo que ha conseguido; levantar una polémica alrededor de un vídeo, que pronto se hizo viral, y que le ha servido a la marca de whisky no solo para colocar su logo en las pantallas y las cabezas de toda España, sino también para reforzar su Responsabilidad Social Corporativa al haber visibilizado de una manera bella y emocionante un tema que, para muchos sectores de la población, sigue siendo tabú.

Han sido los usuarios de las redes sociales, tanto los que han aplaudido la campaña, como los que han dicho que es un atropello y un ataque a la Navidad, los que con sus opiniones se han encargado de viralizar el contenido. Yo, en este caso, he decidido abstraerme y permanecer agazapado, digiriendo el anuncio y ejerciendo el interesante y tan infravalorado papel de observador. Sin embargo, ha habido dos reacciones, una como respuesta de la otra, que han despertado en mí la insensata necesidad de zambullirme en el barro.

La primera fue la de Macarena Olona, antiguo miembro de Vox, a la que tras su abrupta salida de la formación de Santiago Abascal hemos visto dar un gigantesco giro a su discurso. Parece que la otrora diputada estrella de Vox en el Congreso y candidata fallida a la Junta de Andalucía se ha despojado del conservadurismo radical de la formación verde para mostrar una faceta más libre y personal en la que no tiene reparos en simpatizar con prostitutas y transexuales. Su mensaje, citando el vídeo, rezaba: “La familia es la llave del armario que encierra nuestra identidad. Amor, comprensión, libertad. Enhorabuena, @jb_spain. No dejará indiferente a nadie”.

Tras este tuit, se sucedieron todo tipo de reacciones distintas: aplausos, reticencia, críticas de oportunista e insultos. Pero hubo una en especial que es el verdadero motivo de este artículo; la del Padre Pablo (@PadrePich), un, según su biografía, “Sacerdote de Jesucristo de Barcelona”. Nunca había oído hablar de él hasta que Olona, para justificar su discurso, colgó una captura para responder a un usuario que le preguntaba por su cambio de postura. En esa imagen del 2020 respondía a un mensaje del Padre Pablo que decía: “No se pueden bendecir “parejas” homosexuales porque la bendición no puede ir nunca dirigida hacia algo que atenta contra el orden natural”. A esta captura de la abogado del Estado respondió el sacerdote acusándola de haber engañado a “quien quiso ser engañado” y diciendo: “Si todo es amor, nada es amor”. Posteriormente siguió: “El ‘todoamor’ de Macarena Olona es la misma perversión que pregona Irene Montero”. Para finalizar escribiendo: “Está de moda ir de víctima”.

Tengo el convencimiento de que sacerdotes como el Padre Pablo son la excepción dentro de la Iglesia, pero estoy igual de seguro de que este tipo de clérigo reaccionario y casposo le hace un flaco favor a la institución. Con todo el respeto, Padre, hablemos de ese ‘todoamor’ que tanto le preocupa. Creo que es muy fácil pontificar con una sotana puesta, creo que usted no es capaz de empatizar con nada que se salga de su estricta y maniquea creencia. Yo soy el primero al que le asaltan dudas con algunos puntos de la Ley Trans, pero trato de ponerme en la piel de esas personas y, por supuesto, no sentencio sobre ello.

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Me gustaría verle en la tesitura de que su hijo le dijera que se siente niña o de que su niña le dijera que se siente niño. Me gustaría que un amigo le confesara que tiene novio o que una amiga le contara que tiene novia. Me gustaría ver su reacción. Porque le aseguro que, si tiene algo distinto a una piedra en el lado izquierdo de su pecho, no se atrevería a suscribir ni una sola de las letras de sus tuits retrógrados. Porque para hablar de amor, no basta con amar a Dios, sino que también hay que saber amar y respetar a las personas. Porque en la vida, el amor hacia las personas a las que queremos nos hace respetar su forma de amar y de ser. Porque el amor, de verdad, se adapta a las personas a las que amamos. Y, se lo digo en serio, se sorprendería de cuántos de sus más fieles y ancianos feligreses harían lo imposible por hacerle la vida más fácil a su nieto transexual, cuántas de sus feligresas agarrarían una pancarta el Día del Orgullo si su hijo va montado en una carroza. Y no, Padre, no por ello son menos cristianos. Porque el que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. Por favor dedíquese a dar la palabra de Dios, no la de Vox. Que no es lo mismo.

Santi Gigliotti

Twitter: @santigigliotti
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