
LARGO DE PENSAR
Montilla, Córdoba. Periodista de los de antes, columnista del ahora. Escribo como tomo un buen vino: saboreando los matices.
La calufa entra por los poros, se derrite el asfalto de la capital, llega el verano de las tormentas perfectas un viernes en el que los edificios parecen tambalearse hasta caer al suelo de la desdicha democrática. “Son las cinco y no he comido”, escucho por la calle a una pareja hablando aireada, como enfadada, llamando sinvergüenza a más de uno. La verdad es que no son las cinco de la tarde y ambos toman una tapa en una terraza hasta las trancas de gente que se refugia en la sombra y las gafas de sol.
Llego a mi bar de confianza y veo a varios hombres que parecen acabar de salir del currelo. Toman una copa de Fino Gran Barquero en el madrileño bar La Beoda. Les recogemos el guante y pedimos dos más. “Si necesitan ayuda que la pidan”, se escucha entre el grupo de hombres que se apostan en la barra de madera como si fuera la barandilla de un salto al vacío en el que el eco clama elecciones. Discuten sobre lo esto y sobre lo otro hasta que un nombre salta a la palestra. Ábalos: “Qué huevos tiene, ese es el que va a tirar abajo todo esto”. La expresión me recuerda a algo que dijo mi colega el otro día. Había visto que, al exministro socialista, varios perfiles de Twitter habían empezado a llamarlo Don José Luis Ábalos Parera Díaz de Vivar.
Lo de Don creo que le venía porque se le discutía como putero pero con planta de señor. Lo de José Luis y lo de Ábalos imagino que le venía de familia. Lo de Parera hacía referencia al mejor deportista español de todos los tiempo, y lo de Díaz de Vivar, bueno, lo de Díaz de Vivar lo dejo para aquellos que recuerden algo de la historia de esta nuestra españita. Sea como sea, se le endiosaba como al buen héroe pícaro que contaba sus andanzas; como al lazarillo de Torrente que era pillado por el ciego cada vez que este le hacía un agujero a la jarra de vino.
Se le recordaba con la cara de hormigón armado y la camiseta universitaria de Chenoa a las puertas de su casa dando declaraciones a los medios y explicando que el registro de la UCO había sido de lo más normal del mundo. Obviando que los agentes se habían encontrado a una “amiga” suya en el piso que intentó llevarse un pen drive con conversaciones con el presidente del Gobierno. Se le parafraseaba con aquello del “no tengo a nadie, vengo sólo en mi coche, no tengo secretaria y me enfrento a todo el poder político, de un lado y de otro”. Esa amenaza del que no tiene nada que perder.
Del mismo que ha dejado de entonar la melodía sabinera del “lo niego todo, incluso la verdad”; y ha reconocido que hubo trama. Que el Santos que no llega a monaguillo y el portero de un puti lo liaron para que ejerciera presión con las adjudicaciones de obras públicas. Ese que ha provocado junto al notario Koldo que Sánchez se encierre en La Moncloa durante dos días preparando sus próximos movimientos mientras la Guardia Civil registra Ferraz y los edificios presidenciales se tambalean por la calor y apuntan hacia el suelo. Puede que sea verdad lo del tipo de la barra de La Beoda: que Don José Luis Ábalos Parera Díaz de Vivar vaya a ser el que tire abajo todo esto.
