Don Jesús Navas González, patrimonio inmaterial del fútbol
- El mejor futbolista de la historia del Sevilla se despide este sábado del Sánchez Pizjuán
Si el amor es la compensación de la muerte (según Schopenhauer), Jesús Navas es la compensación del fútbol menos futbolero de la historia, el de ahora. En este sentido, probablemente no haya nada más verdadero que el palaciego, hasta tal punto, que me atrevo a afirmar sin el más mínimo asomo de hipérbole que Jesús Navas y fútbol son sinónimos.
Porque cuando cuelgue las botas (ya sea este sábado ante el Celta o la semana que viene en el Bernabéu contra el Real Madrid), al denominado deporte rey le faltará mucho más que un gran jugador. perderá hambre de balón, perderá amor desmedido e incondicional por ese dichoso juego que los ingleses inventaron hace siglo y medio en el que dos equipos de once luchan por meter más balones en la portería contraria que su rival y, sobre todo, perderá pureza.
Imparable desde la cuna
Precisamente por eso siempre ha sido imparable sobre el terreno de juego. Cuando siendo un niño metía goles como churros formando pareja con su vecino Eloy Galbarro en la escasa Plaza del Dique (donde la parte inferior de los bancos hacían de improvisadas porterías), justo al lado del que era su domicilio familiar de la calle Sol, en el palaciego barrio de Paco Majón; cuando destacaba sobremanera en los escalafones inferiores de la extinta Unión Deportiva Los Palacios (junto a promesas como el centrocampista David García o el portero Wilfred, que fue reclutado por Pablo Blanco para el Sevilla F.C. el mismo día que él), o cuando siendo todavía cadete sorteaba rivales adultos (como lo hacía Chicho Terremoto en la serie de dibujos animados) con Los Blanquitos del Camerún, el equipo aficionado de sus tíos Guti y José Antonio Navas, en las 48 horas de Fútbol Sala de su (nuestro) pueblo.
Decía, que prácticamente ha sido irrefrenable desde la cuna porque a sus condiciones físicas privilegiadas y a su talento de absoluta élite mundial nunca ha dejado de sumarle la misma candidez, ilusión y pasión por saltar al césped a entrenar, a jugar un partido de pretemporada o a disputar a cara de perro los minutos decisivos de la final de un Mundial. Y contra esa combinación es imposible competir.
El césped y el balón conforman su hábitat natural
A Jesús Navas nunca le han interesado los ‘extras’ supuestamente atractivos que ofrece el fútbol: ¿fama? ¿mujeres? ¿discotecas? ¿fiestas? ¿postureo en redes sociales? Quita, quita. De carácter discreto y humilde, está casado con su novia de toda la vida, vive en su pueblo y los fines de semana, en consonancia a sus firmes creencias cristianas, acude a la Parroquia Santa María la Blanca para escuchar misa.
Y es que de todo este negocio millonario en que se ha convertido el fútbol, a él lo que le gusta, lo que le entusiasma, es precisamente eso, jugar al fútbol. El césped y el balón componen su ámbito, como el aire es el del pájaro o el agua el del pez. Su pasión y su profesión se funden en el balompié.
La inmensa mayoría de futbolistas de élite son personas muy presuntuosas y con propensión al mesianismo (con una ‘s’). Nada que ver con el canterano, que huye de los micros y los flashes fuera del campo como de la peste, firmemente convencido de que merecer una alabanza es infinitamente mejor que ser alabado.
Deja huérfano el Sánchez Pizjuán
Qué raro y qué duro se hace siquiera imaginar que ya no volverá a correr la banda derecha del Sánchez Pizjuán, que ya no volveremos a verle de corto. Vendrán otros jugadores, ojalá que buenísimos, pero nadie podrá llenar el profundo vacío que su retirada deja en Nervión.
Menos mal que lo que ocurre en el pasado vuelve a ser vivido en la memoria. Por eso nunca olvidaremos su golazo en el viejo San Mamés, su arrancada que dio origen al histórico gol de Iniesta en la final del Mundial de Sudáfrica, su virtuosismo a la hora de meter centros al área, su velocidad olímpica, su pundonor, su honestidad, su juego limpio (nunca ha sido expulsado) y su sevillismo.
Sociedad endiablada junto a Dani Alves
Imborrable mella dejó también en quien suscribe este artículo la inigualable dupla que formó junto al brasileño Daniel Alves en la que sin duda ha sido la mejor banda derecha de la historia del Sevilla (y una de las mejores en general de lo que va de siglo). Alves de lateral y Navas de extremo. Casi nada al aparato. Uno terminó en el Barcelona y otro en el Manchester City de Guardiola. Juntos hicieron una sociedad para el recuerdo que fue determinante en la consecución de las dos primeras Europa League, una Supercopa de Europa, una Copa del Rey y una Supercopa de España.
Los números y el palmarés de Jesús Navas son sencillamente abrumadores, por supuesto, acordes con su estratosférico nivel futbolístico. En el Sevilla, su Sevilla del alma, es el rey de reyes. Sencillamente, es el mejor jugador de la historia del club.
Números para la historia
Resumiendo muy mucho, es el futbolista con más partidos disputados con la camiseta hispalense y el que más títulos ha ganado: cuatro Europa League, una Supercopa de Europa, dos copas del Rey y una Supercopa de España. Por su parte, en Inglaterra, de la mano de Pep Guardiola, se ‘entretuvo’ en ganar varios trofeos más, entre ellos una Premier League.
Pero no queda ahí la cosa, con la selección también es un hombre récord. Es el internacional español más laureado. Ha ganado más títulos que nadie con España: campeón del Mundial 2010, campeón de la Eurocopa 2012, campeón de la Nations League 2023 y campeón de la Eurocopa 2024.
Se va un ídolo en Nervión, un líder silencioso que ha guiado a varias generaciones de jugadores desde la actitud y la ejemplaridad y cuyos hitos sobre el verde están cincelados en los anales del Sevilla, pero su legado forma parte desde ya del mejor patrimonio inmaterial del fútbol. Gracias por todo, Jesús.