Discurso político y perversión: ¿Es perverso ser catalán?
Me he decidido a hablar de la política, de los políticos, un lío. Pero no a favor de unos y en contra de otros, que es lo fácil, sino a reflexionar sobre cómo funciona ese asunto, aplicándole la lupa del psicoanálisis, para que podamos comprender de alguna manera algunas trampas y triquiñuelas de los discursos políticos y evitarlas, o no. En 2003, para una revista ya extinta, “Diván el Terrible”, publiqué un artículo cuyo tema sigue siendo de actualidad: perversión y discurso político. Vuelvo sobre ello.
La política es consustancial a la vida en comunidad, considerada por muchos un mal menor para evitar males mayores. Se trata del ejercicio del poder, hoy en democracia, abierto a todos los ciudadanos como electores y elegibles, independiente de su cuna, fortuna o saber, y dependiente del voto de cada uno.
El psicoanálisis es una potente lupa para indagar los motivos que mueven el espíritu humano y los vínculos sociales. El fenómeno del liderazgo es parte de la vida de grupos y organizaciones sociales. El líder es necesario en la estructura social, como soporte de transferencia e identificación. El líder tiene un carisma que no se soluciona con asesores de imagen; es el depositario de razones inconscientes instaladas en el espacio virtual del gran Otro social. La convivencia se sostiene en el pacto social, en el lenguaje, principal aportación de nuestra especie a la evolución de la vida. Los partidos políticos actualizan la estructura tribal de tótems y clanes que descubren los antropólogos en las sociedades primitivas. El voto al final es individual, cada sujeto decide a quién dárselo, y sus motivos en última instancia responden a la singularidad de cada uno, influenciada por el entorno social en que se mueve.
Freud encuentra varias formas de cristalizaciones de la personalidad en la naturaleza humana: la normalidad, las neurosis, los trastornos narcisistas (perversiones, psicopatías) y las psicosis. El perverso, como sujeto psicológico/psicopatológico, es una de las cristalizaciones clínicas. Veamos cómo se comporta, por ejemplo, un exhibicionista.
El perverso se caracteriza porque actúa su síntoma, que es egosintónico, no le molesta, se produce en las relaciones interpersonales, necesita al semejante para su expresión, lo hace sufrir. Considera su síntoma en todo caso anormal, pero no patológico; hay una escisión entre lo que dice y lo que hace, vivida sin conflicto interno, sin culpa. Dirá el perverso: ¿a quién no le gusta darse un gusto? Voluntad de gozar, que no es disfrutar, es una defensa ante la castración que nos produce la vida, ante la frustración del deseo; se buscan satisfacciones más asequibles, violentando al otro, no contando con él.
La sociedad democrática tiene la servidumbre del sistema representativo, juego de seducción, de sugestión o de convicción, que no son lo mismo; servidumbre de la política a la psicología y a la psicopatología. Los partidos necesitan un número suficiente de semejantes que les cedan su representación para el acceso al poder político, que no es el único poder contante y sonante en la sociedad. En un liderazgo representativo no triunfa el más preparado, sino el más apropiado, el más correcto políticamente. En la vida social hay un margen entre el mundo de las apariencias y las verdades; este lugar de la apariencia lo domina el perverso.
El síntoma perverso es social, pues en su naturaleza necesita al semejante, lo que coincide con la obligación de todo político de seducir, sugestionar o convencer a sus votantes. En las maneras de hacerlo es donde podremos encontrar un estilo que podamos clasificar como perverso, neurótico o normal. La política no es perversa necesariamente, aunque hay políticas perversas y los individuos que las representan no tienen que ser perversos; y viceversa, políticos perversos con un discurso político no perverso. Ejemplos hay de lo uno y de lo otro, antiguos y recientes.
El lenguaje es el soporte del vínculo social; el perverso pervierte su uso, promete satisfacer nuestro deseo aun sabiendo que es mentira. Ejemplo paradigmático: en 1994, el Sr. Luis Roldán fue nombrado primer director civil de la Guardia Civil, un planteamiento político nada perverso: desmilitarizar la institución policial. El error humano del PSOE puso al frente de la benemérita institución a un perverso, cara dura, putero, que por otra parte mejoró las casas cuartel de los guardias como medio para sus robos, un ladrón de jefe de la policía.
Ser catalán no es perverso, pero tenemos el procés, un proyecto perverso del que han gozado los nacionalistas catalanes, política perversa que mentía a sus votantes, les prometía un imposible, como así se ha demostrado. Y el principal adalid de esta política, el expresident Puigdemont, identificado con ese proceso, prometiendo lo imposible, mintiendo. Dijo que iba al Parlament, engañó a su policía y se volvió para la frontera, para seguir gozando con la apariencia de seguir siendo President. Lo goza, pero no lo disfruta; ahora quien lo está disfrutando es el señor Illa.
EL CIBERDIVÁN, LA OREJA DE FREUD.
Psiquiatra psicoanalista impulsó la reforma psiquiátrica “salta la tapia” en el hospital de Miraflores. Fue Director de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) y Coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Autor de numerosos artículos científicos. Tiene dos libros publicados: Psicoanálisis medicina y salud mental, y La religión en el diván.