Diego y Paco, un ejemplo.

«Uno puede devolver un préstamo de oro, pero está en deuda de por vida con aquellos que son amables.» Es un proverbio malayo.

El dicho no es del todo aplicable a los tiempos que corren. Con la sangría de paro y la actitud de este gobierno de proteger a los bancos, pagar un préstamos se está convirtiendo en otra deuda de por vida en la mayoría de familias. Por suerte las sanguijuelas financieras no acabarán con la virtud de ser amable entre las personas.

Un ejemplo de amabilidad son Diego y Paco, tan diferentes y alejados en la vida cotidiana y tan iguales y cerca en el guión familiar. Ellos ilustran el texto y son mis almibarados cuñados.

Diego Zahonero además de tener nombre de un célebre bandolero de Utrera (Diego Corrientes) nació donde lo hiciera el rebelde y castizo «Luis Candelas» en Madrid. Y si tengo que resaltar una correría o aventura de Diego, reconocida por la familia, no será la de haber atracado un banco o robar la cartera a ningún político en una caravana oficial, sino la cualidad de resistir al volante y emplear el menor tiempo posible en recorrer los casi 1000 Km de ida y vuelta entre Osuna y la capital del Estado. Récord conseguido anterior al tonteo del gobierno con la velocidad (antes 110, ahora 120…) en aras al ahorro del consumidor dicen… ¡Es que…! Por otro lado, y esto lo afirmo, no existe un ciudadano de los alrededores de Lavapiés o Chamberí que más veces se haya adentrado en las entrañas de Despeñaperros con destino Osuna o viceversa en los últimos 34 años.

Todo lo contrario ocurre con el bonachón de Paco Mejía al que desde siempre le detecté una inclinación natural de buenismo con conductas graciosas que no tienen precio. Él, que nació y vive en la Osuna «inmensa» de campos de olivos alineados, no oculta la generosidad con el entorno y consigo mismo. Para Paco la Villa Ducal es enorme de grande, lo demuestra cada vez que se aleja del Casino de Osuna conduciendo su vehículo. Llegar hasta los límites de la venta de Juan Sánchez (algo más allá de Jornía) es un logro personal importantísimo. La prudencia de Paco conduciendo le lleva a tener deferencias con el copiloto de turno ya que éste puede darse su cabezaita con tranquilidad a cualquier hora, Paco nunca cree necesario rebasar a un tractor antes de llegar al Puerto de la Encina… ¿Qué prisa hay? Mi cuñao Paco es amable y atento hasta con las matas de alcaparras que crecen de un año para otro en el montículo de chichas y nabos (La Gomera) que diría Rodríguez Marín.

Así es, y así son, diferentes, pero ambos en calidad humana van a la par y es lo que me ocupa. La cuota de agradecimiento que felizmente pago por el crédito que vienen concediendo desde hace un montón de años sin intereses, y menos aún sin alardes propagandísticos. Crédito rebosante de empatía que ambos conceden desde la grandeza interior que poseen, por la actitud tolerante siempre dispuestos para encontrar como justificados y lógicos los sentimientos de su pareja. Por el sacrificio silencioso en la sombra. Por la comprensión y saber estar. Eso, comprensión. Porque ser comprensible es ir más allá de «entender» los motivos que rodean a una circunstancia. No es necesario saber como pasó o por qué ocurrió. Para la persona amable, comprensible, la situación está ahí y punto. Ser comprensible es dar algo más de nosotros mismos y eso no es patrimonio de todos. Ellos, Paco y Diego, que sin duda son honestos, desde que incrementaron la familia con su presencia se entregaron a la causa e ingresaron sus sensibilidades al mismo número de cuenta. Desde un principio entendieron que las circunstancias se presentan sin que nadie la llame.

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Orgulloso me siento de estar hipotecado de gratitud hacia ellos.

Antonio Moreno Pérez

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