Desde mi calle – El último viaje (3 y último)
Los pueblos tienen su magia y Osuna no la ha perdido. Las llamadas de nuestra gente empezaron a llegar a mi teléfono. No recuerdo cómo se enteraron pero las primas de mi madre supieron de nuestra llegada y enseguida hicieron lo posible por vernos. Esa tarde estuvimos con ellas y visitamos a Rosario en la calle San Cristóbal. Mi madre nos dejó en 2017, sin embargo ellas siempre se acuerdan de que en Barcelona hay una parte de los suyos. Cuando era niño disfruté de los hermanos de mi abuela materna, Rafael y Dolores, y de sus hijas y familias.
Esa noche mi primo nos había invitado a visitar la Peña la Seguiriya. Aunque no había ninguna actividad oficial, algunos aficionados al buen cante se reunían para ensayar. Éramos muy pocos alrededor de una mesa. Recuerdo esa noche como una de las más emocionantes que haya podido vivir. Oír cantar y tocar la guitarra tan de cerca y con tanta pasión, es indescriptible. El duende del flamenco entró en nuestras venas, apenas empezaron los primeros compases de guitarra. Me pregunto cómo es posible que artistas de tanta calidad no alcancen la profesionalidad. Debo pedir perdón por no recordar sus nombres, porque me habría gustado hacer mención de ellos. Nos comentaron que quien tocaba la guitarra había hecho de ese arte su profesión, así que Francisco y yo tuvimos el gran honor de ser testigos de una velada flamenca entre grandes voces y un excepcional profesional a la guitarra. Se puede decir que la última juerga flamenca de Francisco fue con su hijo, aunque no sé si se puede llamar juerga. Solamente nos dejamos inundar por el arte que allí se respiraba y apenas tomamos alguna cerveza.
La mañana siguiente fuimos a desayunar a una cafetería de la Carrera. Nos atendió un señor muy simpático que, al no reconocernos como vecinos, nos preguntó. Estábamos allí visitando a Antonio. El hombre nos confesó su frustración porque toda su familia era de Osuna y eso le había impedido tener una buena excusa para conocer otras tierras. Lo único que había conseguido era que su hijo tuviera una novia del Puerto de la Encina, pero eso no le daba para conocer el mundo. Fue una conversación muy animada y empezamos el día con unas buenas carcajadas.
Antes de ir a ver a mi tío tuvimos tiempo de visitar a dos grandes amigos. De los de verdad. De los que tienen su casa abierta para nosotros. A los que quiero por muchos motivos. Pasamos un ratito con Pepe Ligero y con Rocío. Encontrarse con ellos tras tanto tiempo y no notarlo. Es como si te hubieran visto el día de antes. Cercanos, generosos y alegres como siempre. Ellos y sus hijos han sido y serán. Como en tantos veranos fueron.
Más tarde estuvimos al lado de Antonio. Ese fue el motivo del viaje de Francisco. Estar con Antonio todo el tiempo posible, aunque no pudieran decirse nada. Solamente mirarse, sonreír y poco más. Comunicarse va mucho más allá de intercambiar palabras. A veces, cuando las palabras no salen, las miradas hablan. La complicidad existe cuando hay cosas que decirse. Entre ellos recordarían a su madre, sus riñas, sus diferencias y la ausencia de un padre que les dejó cuando apenas empezaban a vivir. Yo no podía asistir a esos momentos de intimidad porque era mucha la emoción. Me iba a dar una vuelta por la Residencia. Hacía una llamada a casa o a algún amigo. Eran momentos para ellos.
Lo teníamos todo programado desde casa. El sábado fuimos a comer a la Peña Bética. Un lugar con mucha historia para nosotros. En esa peña y gracias a mi amigo Ligero, decidí que el Betis me uniría para siempre a ella. En las noches de aquellos veranos me hice seguidor del Real Betis Balompié y ya se sabe lo que ser seguidor del Betis. A veces me arrepiento y otras me alegro porque mis hijos han continuado mi afición por el equipo de mis amores. Mientras comíamos vimos en la Peña cómo el Betis le ganaba al Girona, con un gol de Loren.
Hay una leyenda que recorre el mundo entero,
verde y blanco sus colores,
blanco y verde es el sendero,
luz en la mañana y en la noche quejío y quiebro.
Betis musho Betis, en el mundo lo que más quiero.
Luz en la mañana y en la noche quejío y quiebro.
Betis musho Betis, en este mundo lo que más quiero.
Por la tarde y después de haber descansado un rato en el hotel, nos fuimos a callejear. En mi casa gustan los dulces de la Confitería San Francisco, así que compramos un surtido de la buena repostería de ese establecimiento tan emblemático. Era un encargo de mi mujer y no podía fallar.
El domingo empezó con un desayuno típico de café con leche y churros en la cafetería El Arco. El tiempo acompañaba. Día soleado y con una temperatura que invitaba a disfrutar de un buen paseo antes de visitar por última vez a Antonio. La visita tuvo una sorpresa muy especial. Uno de mis primos fue a verlo desde Sevilla y nos encontramos después de muchos años. Conocimos a sui hija mayor, con quien mantengo el contacto. Fue una alegría inmensa poder encontrarme con Curro y hacernos unas fotos alrededor de Antonio y Francisco. Esas fotos quedarán para toda la vida.
De vuelta a Sevilla al mediodía, para tomar el vuelo de las cinco de la tarde y llegar a Barcelona cargado de emociones inolvidables. Creo que nuestras vidas no son nada si no están acompañadas de quienes nos quieren. Las patrias no son territorios o banderas. Las patrias son personas y momentos. Mi patria son los míos. Los que nunca se olvidan. En mi patria está Francisco, Antonio, mi familia, mis amigos y todas personas que se alegran de verme. Tengo la suerte de que en Sevilla hay un buen puñado de ellas. Gracias por vuestro afecto.
Juan Zamora Bermudo
AZADONES
Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada estaban llenos de tiempo oprimido. Revisaba las últimas cajas que quedaban en el salón. Había postergado mi decisión y no sabía cómo enfrentarme a ellas. Su ropa todavía desprendía el olor de su piel, el calor de su risa y el azul de sus te quiero. Todavía oía entre las cuatro paredes su voz sevillana, sus desvelos en noches de juergas, su risa, sus silencios, sus llantos. No supo ser abuela, pero sí fue buena madre. Aquella ropa y aquellos libros de juventud allí quedarían, para que fuera el destino quien supiera qué hacer con ellos.
© Gaelia 2018
Twitter: @gaeliadeideas
Fotografía: Pixabay
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