Desde mi calle – El medio y el fin


A veces Gaelia me ha preguntado cuál es el mecanismo por el que algunas personas ven el dinero como un fin y no como un medio. Yo, la verdad, nunca he sabido qué responder porque para mí el dinero no tiene valor en sí mismo, sino que es una herramienta que nos hemos dado los seres humanos para ser correspondidos por nuestro trabajo, por nuestra inteligencia o por nuestras inversiones. El dinero es la mercancía que sirve para conseguir aquello que nos es necesario, o simplemente queremos. Una vivienda segura, calzado, ropa, libros o experiencias a cambio de una cantidad determinada de monedas, ya sea en papel, en metal o electrónicas. Hay personas que padecieron carencias básicas en su infancia y el único objetivo que tienen en su vejez es acumular riqueza por el mero hecho de tenerlas. No tienen ninguna utilidad práctica ni previsible. Llegados a los ochenta años, la madre de Gaelia solamente acumula fondos en sus cuentas bancarias y presume de sus viviendas y fincas. Su vida se ha convertido en un amasijo de reproches y en cúmulo de dinero en una bañera de oro. Vivir en una democracia de baja calidad, como dijo alguien recientemente, quizás tenga que ver con que haya gente que no conozca el verdadero propósito del dinero. Quizás el hecho de tener exiliados como los viejos exiliados republicanos (según el mismo alguien) tenga que ver con que el mecanismo que se activa o no para saber descifrar la realidad que nos rodea, esté averiado.
La realidad que retrató Goya en sus pinturas de la época negra, fue premonitoria para siglos posteriores. Parece que la humanidad no aprende de lo vivido y que las generaciones de hoy siguen cometiendo errores que ya fueron cometidos por sus padres o abuelos. Ahora vemos a chicos incendiando las calles de medio país, vestidos con sudaderas de marca y organizando la quema a través de móviles de última tecnología. Quizás esos que protestan porque les ha tocado vivir en una democracia de baja calidad, no sepan que a casi nadie le han regalado nada. Que la democracia es imperfecta por naturaleza y que en su viaje a Itaca no llegarán jamás a su destino. Eso sí, casi todos han estado en lugares donde los de mi generación jamás supimos que se podía llegar como turista. Nos han demostrado muchos de ellos que son más de entrar a robar ropa de marca que de participar en una huelga obrera. Hoy día, si vivieran Luís García Berlanga o Fernando Fernán Gómez, se frotarían las manos ante tanto disparate nacional. Los guiones los crearían a capazos, solamente viendo el esperpento que hoy nos regala la realidad. La realidad de hoy busca el ascensor que necesitamos todos alguna vez. En mis tiempos llamábamos al pulsador de la planta baja para subir al cuarto. Ahora en vez de pulsar, se quema directamente porque parece que nunca viene al vestíbulo de la vida.
Si algún día llego a viejo y mis amigos observan que me vuelvo un poco avaro, están autorizados a darme un golpe en la cabeza. Esperaré a ver si el mecanismo de la realidad se activa y sigo pensando que el dinero es el medio que nos puede ayudar a vivir mejor.
¡Salud y Letras!
© Juan Zamora Bermudo
Volver a casa
Subir de nuevo a la habitación era lo que quería hacer, cuando una ráfaga de viento le llevó al lugar de donde salió hacía varias décadas. Partió hacia ninguna parte, a donde solamente la necesidad y el hambre llevan a quienes no pueden despojarse de ella. Alcanzó el desarraigo, los días de fábrica y las noches de invierno; conoció la felicidad de sentirse triste. Pintó su vida con paisajes de gris perla, de solares cochambrosos y calles sin asfaltar. Se fue del mundo hacía días y desde aquí arriba vi cómo una ráfaga de viento llevó su esencia hasta el lugar de donde salió hacía varias décadas.
© Gaelia 2016
Fotografía: Pixabay.
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