Derechos humanos y derechos divinos

Estamos celebrando la Semana Santa. Antaño, la religión ocupaba todo el espacio social. Durante nuestra dictadura franquista, se cerraban las salas de fiestas, se hacía ayuno y abstinencia el Jueves Santo. Ahora no se nota tanto. Hoy, en sociedades menos desarrolladas que la nuestra, por ejemplo en países islámicos donde la religión es la argamasa social determinante, el Ramadán lo invade todo.
Estimado lector, hoy en día usted tomará esta semana como un tiempo de vacaciones sin más, o estará en el grupo de los que ven en ella su dimensión religiosa de fe y de cumplimiento de ritos como principal.
Pero, ¿qué es una religión? La religión nace con la sociedad y humanizó al hombre. Existe una comunidad inicial de lo religioso y lo social, el hombre es religioso por naturaleza. Aunque hoy podríamos hablar de que hay religiones laicas.
A partir de un animismo primitivo evolucionaron todas las religiones. El animismo es la personificación de la naturaleza, atribuir a sus elementos alma y características humanas, como una respuesta al dolor y a la muerte. Una religión es una representación del mundo, una simbolización del mismo, y así podemos relacionarnos e influir en la naturaleza. Si no llueve, sacamos a los santos. Aparecen los dioses, escribe María Zambrano, para encontrar una explicación a la naturaleza, encontrarle un sentido a través de los mitos religiosos que lo explican todo, y una manera de influir en el mundo a través de los ritos. Después de la muerte, todo se soluciona en el más allá.
Toda religión crea su Olimpo, politeísta en general, ya que es una metáfora de la vida social y no está claro que el monoteísmo sea una mejora. El desarrollo del panteón es paralelo a la historia de la comunidad a la que pertenece, las formas de poder político y la organización jerárquica entre los dioses son compañeros de viaje. Por ejemplo, actualmente asistimos a movimientos ecuménicos religiosos que no se han dado anteriormente, lo que respondería a una contaminación con el fenómeno social de la mundialización. Así pues, cada religión es fruto de una sociedad, es étnica, nace unida a un pueblo, a una comunidad. Aunque cada una se considera la verdadera, no tienen por qué repelerse entre sí por principio.
En todas las religiones, el origen mítico de la humanidad es una creación divina. Dice el Génesis: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó”. Pero vale la equivalencia de que los dioses han sido una creación de los hombres a su imagen y semejanza. Tanto monta, monta tanto.
La religión es consuelo ante la impotencia y la angustia ante la muerte y el dolor, en este valle de lágrimas. Dios es una figura omnipotente que lo contrarresta y le da sentido y explicación a todo. Pertenecer a una religión es ser miembro de un club antiquísimo, la mayoría de las veces lo afilian a uno sin preguntarle en el momento de nacer. Hay distintos clubes, pero con las mismas funciones, entre otras, decir lo que debe ser una vida humana desde el nacimiento hasta la muerte. Así, solo hay que seguir las indicaciones.
En España, hoy, los dioses de cada uno están protegidos por nuestra Constitución. El artículo 16 garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto, tanto individual como colectiva. También establece que nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. Estos son los derechos divinos incluidos en los derechos humanos.
Conflictos entre comunidades originados por aspectos políticos o económicos pueden presentarse como conflictos religiosos. Antiguamente ha ocurrido, por ejemplo, las cruzadas o, más cerca, nuestra terrible guerra civil.
Hoy hay dos conflictos bélicos: en Ucrania y en Gaza. Expresión no de conflictos religiosos sino de otro tipo. Entre una sociedad con principios democráticos, que es Ucrania, y otra agresora con ambiciones expansionistas, que es el régimen tiránico ruso. En Gaza tampoco hay guerra de religión, es una agresión del expansionismo de la ultraderecha israelí, liderada por Netanyahu, que quiere expulsar a los habitantes de Gaza para colonizarla, y los palestinos que llevan siglos viviendo allí.
En este mundo laicizado hay religiones sin Dios, como la de los derechos humanos, que incluye a los derechos divinos. Cada Dios debe amar a los suyos y no tiene que odiar a los otros. La religión del odio deshumaniza y lleva a la guerra: el odio de Netanyahu y la derecha judía, y el de Hamás también, o el de Trump hacia los inmigrantes.
Recemos y actuemos para que el pueblo palestino tenga los derechos humanos que hoy le están siendo negados. En estos días en que el cristianismo conmemora un acto cruel y despiadado como fue la crucifixión de Jesús, injustamente condenado a muerte, aunque con final feliz ya que era Dios, rebelémonos y salvemos al pueblo palestino del genocidio al que le está sometiendo la ultraderecha judía y el silencio de Occidente. Que no consigan crucificarlos. Recemos y actuemos, por favor. Ellos no son dioses.
