Del palio más antiguo de Andalucía al paso de cristo más contemporáneo: los contrastes de la Hermandad de Nuestro Padre de Carmona

La Hermandad de Nuestro Padre de Carmona es una institución con una importante e histórica trayectoria que se remonta a los albores del siglo XVII, venera desde sus inicios a dos importantes imágenes por su devoción y su calidad escultórica: Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores.
Ambas esculturas son protagonistas indiscutibles de la Semana Santa carmonense procesionando en la noche del viernes santo marcado por el silencio y el recogimiento. Sin embargo, la disparidad en la concepción de sus pasos procesionales ofrece un elocuente diálogo entre la audacia de la modernidad y la solemnidad de una tradición de tres siglos, con una perspectiva privilegiada sobre la transformación del arte sacro y la continuidad de las costumbres cofrades.
Nuestro Padre y la Virgen de los Dolores
La venerada talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra manierista esculpida por Francisco de Ocampo en el año 1607, inmortaliza el instante en que Jesús porta la cruz. Concebida en madera de cedro y de tamaño mayor que el natural, la imagen se caracteriza por una postura de amplia zancada, con la pierna izquierda semiflexionada soportando el peso del cuerpo.
Por su parte, la imagen de María Santísima de los Dolores es obra del 1696 por el imaginero José Felipe Duque Cornejo con encarnadura de Francisca Roldán al año siguiente. La talla, de candelero y tamaño natural, presenta un rostro inclinado de una mujer de avanzada edad, ovalado y de tez pálida con un ligero sonrosado. Representando iconográficamente a la Virgen como madre, reina y sacerdotisa.
Ambas son obras cumbre de la Semana Santa de Carmona que representan siglos de historia y devoción y ambas procesionan en unas andas que crean un dialogo único entre el pasado histórico y el presente rompedor.
El palio más antiguo de Andalucía
El paso de palio de María Santísima de los Dolores representa una joya inigualable del patrimonio cofrade andaluz y español, datando de finales del siglo XVII. Este palio de cajón ha sobrevivido más de tres siglos sin alteraciones significativas, convirtiéndose en una auténtica reliquia histórica siendo como conjunto el más antiguo que procesiona en Andalucía.
Sus cuatro bambalinas lucen una leyenda en latín bordada en letras de plata: «Tuam Ipsius Animan Pertransibit Gladius», la profecía de Simeón («Y a ti misma una espada te atravesará el alma»), complementada con un versículo del Evangelio de San Lucas.
Bajo las bambalinas se despliega una crestería de plata de exquisito labrado y calado finísimo. El techo del palio está tachonado de estrellas también de plata. Los varales, obra de Simón Gómez Navarro en 1695, conservan la antigua usanza de cinco por cada lado. La peana y la media luna a los pies de la Virgen, ambas realizadas en plata traída de México por Antonio de Luna, son elementos coetáneos al palio.
A pesar de incorporaciones posteriores como los respiraderos de Eduardo Seco, las jarras y faroles de Villarreal y la candelería del siglo XX, la hermandad ha mantenido una escrupulosa coherencia estética, adaptando los nuevos elementos al carácter antiguo del conjunto. Incluso el manto, adquirido a la Esperanza de Triana en 1908 y atribuido a Emilia Salvador Ibarra, se integra en la sobriedad del conjunto. Las velas de la candelería, de grosor menor al habitual, es otro detalle que preserva la estética de otra época.
De una joya barroca a la vanguardia procesional
Por su parte, el actual paso procesional de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en su configuración actual, se aleja de las formas tradicionales para concebirse como un altar móvil de corte contemporáneo.
Obra del artista sevillano Juan Fernández Lacomba estrenado en 2008, busca una nueva apreciación del plano real donde se desarrolla la Pasión, se ha optado por una disposición diagonal de las imágenes de Jesús y el Cirineo, lo que genera una mayor riqueza de ángulos de visión.
El diseño se fundamenta en tres conceptos esenciales: el risco o camino rocoso del Calvario, la idea del cáliz-patena como símbolo del sacrificio, y la propia forma de altar-andas.
La canastilla, o trono, se distingue por su color sangre de toro, aplicado en laca, una elección que establece un diálogo visual con el carey de la cruz. Esta ausencia de talla y decoración confiere al conjunto una estética simple y despejada, evocando tanto el purismo renacentista como elementos neoclásicos y tendencias minimalistas.
El primer cuerpo de la canastilla presenta esferas convexas doradas engastadas en una moldura corrida, que se hace saliente en las esquinas para cobijar los faroles de plata. Una cornisa de plata delimita el plano superior. El cuerpo inferior, en contraste, se articula con formas flexionadas hacia el interior y semiesferas cóncavas doradas.
La disposición en aspa de las imágenes y la cruz crea tensiones compositivas y triángulos isósceles de gran elegancia. Las maniguetas de cristal con detalles de plata y punta de diamante son elementos puramente simbólicos, evocando pureza, levedad y elegancia. En su conjunto, el paso se concibe como un escenario que realza el dramatismo y la dimensión artística de las históricas tallas. Desde su estreno, ha generado disparidad de opiniones por lo rompedor de su estilo.
Un diálogo en el tiempo: modernidad conceptual frente al legado histórico
El contraste entre ambos pasos procesionales es, por tanto, profundamente significativo. Mientras el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno se aventura en una concepción contemporánea, buscando impacto dramático y riqueza visual a través de un diseño innovador y la evocación de diferentes estilos artísticos, el paso de María
Santísima de los Dolores se erige como un baluarte de la tradición barroca, preservando con esmero cada uno de sus elementos originales del siglo XVII.
El paso del Nazareno nos invita a reflexionar sobre la relectura contemporánea de un misterio sacro, utilizando un lenguaje estético actual para intensificar la carga emocional de las imágenes.
Su sobriedad y la fuerza expresiva de las tallas se ven realzadas por un diseño que busca la pureza de líneas y la potencia del color. En contraposición, el palio de la Dolorosa nos transporta directamente a la Semana Santa de hace tres siglos, ofreciendo una visión auténtica de la riqueza artesanal y la simbología barroca.
Esta dualidad enriquece profundamente la Semana Santa de Carmona. Permitiendo tanto la evolución del arte sacro y las diferentes formas de representar la Pasión de Cristo, como la pervivencia de tradiciones centenarias que han sido transmitidas a lo largo de generaciones. La modernidad reflexiva del paso del Nazareno entabla un diálogo silencioso con la majestuosa antigüedad del palio de la Dolorosa, creando una experiencia procesional única, profundamente evocadora y cargada de significado histórico y devocional que cada viernes santo se repite con Carmona como escenario.
