De tipejos y tipejas

Amo mi trabajo. Éste ocupa prácticamente el cien por cien de mi tiempo. Lo amo y lo respeto. Si es cierto eso que dicen los tipos guays del paraguays de que una cosa es el amor y otra el respeto, a mí me la pela. Yo no entiendo el amor sin el respeto. Tampoco comprendo cómo algunas personas tienen la poca vergüenza de faltar el respeto a otras a plena luz y durante días, semanas, e incluso meses. Esto me viene a la mente por lo que me ocurrió anoche. Unos amigos y quién escribe decidimos cenar en un conocido restaurante de Osuna. Todo comenzó de manera natural. Pasamos al salón y, tras pedir las bebidas y seleccionar el plato a degustar por cada uno, la señorita encargada de servir nuestra mesa recogió las cartas y nosotros comenzamos con nuestras charlas. A los pocos minutos, llegaron los platos. Yo pedí pescado. No mencionaré el nombre del restaurante. Tampoco el del plato que pedí. Mencionar uno u otro sería poner en negro sobre blanco el nombre de dicho restaurante, y no me agrada que molesten al director de este periódico con cartitas y chomineos como ha ocurrido otras veces. Como os iba diciendo, llegaron los platos y nos dispusimos a comer. Corté un trozo del pescado y, al acercármelo a la boca, el olor que desprendía el trozo no me pudo crear más desconfianza. De cocina no entiendo absolutamente nada. De pescado, menos. A lo máximo que llego es a enharinar boquerones y freírlos. Punto. Pero Jose tiene un olfato de sabueso. Le paso el trozo y, por la arruga de su nariz, deduje al instante que el puñetero pescado me la podía haber liado parda. Para asegurarnos, el trozo de pescado pasa a Carlos y Enrique. Ambos estuvieron de acuerdo. Olor raro para fliparlo mientras te tira de espaldas. Llamé a la señorita, y aquí es donde llega el tema del que os quiero hablar.
Si el pescado estaba en mal estado o no ni lo sé ni me importa estas alturas del melodrama.  Lo que sí sé es que, al salir a la calle y comer en un restaurante, dormir en un hostal o simplemente beber de una fuente pública, me la estoy jugando. Después llegan las reclamaciones y demás historias, pero ya el mal está hecho y no hay vuelta atrás. Pero lo que me tocó los cojones fue la forma en que me contestó la señorita al pedirle que me cambiaran el plato, por favor. ¿Qué le pasa?, me preguntó en tono hosco y chulesco. Huele mal, dijo Jose arrugando nuevamente esa nariz que Dios le ha dado. Y se llevó el plato sin decir ni mu. Pero ahí no quedó la cosa. Siguiendo el consejo de Jose, el siguiente plato que pedí era de carne. No se debe tentar a la suerte. Para acompañarlo pedí un refresco. 7Up. El refresco era para verlo. Fotito al canto y colgarla en el Facebook y el Tuenti. ¿Querrán acabar conmigo como lo intentaban cada dos por tres con los emperadores romanos?, me pregunté. Nos pasamos el vaso de uno a otro para ver el contenido, y no salíamos de nuestro asombro. Le pedí a la señorita que si era tan amble de cambiarme el refresco y, sin decir ni mu, cogió el vaso y a los pocos minutos colocó otro al lado de mi plato. Nuevamente, sin decir ni mu. Y sin que me dijeran ni mu pagamos la cuenta y nos marchamos del restaurante.
Jamás volveré a pisar ese restaurante.  No por el puto pescado. Como dije en el párrafo anterior, me la juego y asumo los riesgos y sus consecuencias. No lo volveré a pisar porque me quema las entrañas cuando veo a esos tipos y tipas que se ponen un pantalón negro y una camisa blanca y ya son camareros y camareras. No lo volveré a pisar porque, para ser camarero y camarera, aparte de trasladar de la cocina a la mesa con una sola mano la ciento y la madre de platos, se debe de tener más cosas (una de ellas vergüenza) y, en ese restaurante, carecen de todas ellas. Tengo amigos y amigas camareros a los que les gusta su trabajo. Personas que con su buen hacer y servicio impregnan de categoría y dignidad la hostelería. Hacen de servir al cliente un trabajo honorable. Y que estos tipejos y tipejas se comparen con ellos confundiendo la dignidad con la mala leche y la cortesía con el compadreo, no es más que el producto de esta mierda de sociedad donde todo hombre y mujer viviente para ser sexy debe de ser como los que salen en Hombres y Mujeres y viceversa y lo pronto que se enamoran los becerros y las chocholoco. Pero ese es otro tema, que quizás trate en el artículo siguiente.

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  • ¿No te parece que tu tambien te pasas un poco?, Pues por que una camrera (en este caso) no se comporte como es debido no se debe descalificar a todo el personar de ese restaurante y al restaurante en si, en cualquier grupo humano hay aveces quien no se comprta y por eso, repito, no se debe descalificar a la totalidad de ese grupo. Comparto la critica que haces del hecho en si, pero no la generalisacion,me parece desproporcionado. Una pregunta que opinarias si una camarera escribiera en esos terminos del comportamiento de incorrecto de algunos clientes?.

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