De la Merced a Pinichi. Breve historia de un hospital

El Concordato de 1.851 fue un tratado firmado entre España y la Santa Sede. En esta fecha, el entonces presidente del Consejo de Ministros español Juan Bravo Murillo, de acuerdo con la Reina Isabel II trató de cumplir un viejo objetivo del Partido Moderado: el restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado a través de la firma de un concordato.

A lo largo del siglo XIX, desde las Cortes de Cádiz hasta Mendizábal se había sucedido un proceso acelerado de desamortización de los bienes eclesiásticos. Aprovechando el momento propicio de la Década Moderada que en 1845 ya había aprobado la Ley de Donación de Culto y Clero que restituía a la iglesia católica en los bienes desamortizados y no vendidos, aprobó y firmó con el Papa Pío IX un concordato por el que el Estado español reconocía a la Iglesia católica como la única de la «nación española» así como sus derechos a poseer bienes.

A cambio, la Iglesia Católica confirmó el reconocimiento de Isabel II como Reina de España, ya que desde 1833 se mantuvo en una posición «neutral» en el pleito dinástico entre carlistas e isabelinos y no llegó a reconocer como Reina legítima a Isabel hasta ocho años después de acabada la guerra carlista (1833-1840).

Asimismo la Iglesia aceptaba la desamortización efectuada hasta entonces y levantaba las condenas eclesiásticas efectuadas en su momento contra el Estado y sus instituciones a causa de las mismas, tal como queda reflejado en el artículo 42 del mencionado Concordato.

En estas circunstancias el Ayuntamiento en 1.851 solicita el convento de Mercedarios de la Merced para hospital, dado el mal estado del de San Juan de Dios, separando la Iglesia y habitación para Capellán al objeto de poder seguir con los cultos. Se rigió por Patronato desde el principio y simultaneó su existencia con el de San Juan de Dios, hasta casi fin de siglo estando regido hasta entonces  por una junta de Señoras de la localidad.

Llevaba el hospital una vida tan lánguida y falta de recursos que el Centinela de Osuna aconsejaba que las obras de caridad habían de hacerse con el hospital que carecía de lo más indispensable. El pueblo de Osuna, el clero y el mismo Ayuntamiento ven preciso que alguna comunidad religiosa se haga cargo del hospital. La solución la buscan en Madre Carmen fundadora de las Hermanas Terciarias Franciscanas, que con tanta abnegación y buenos resultados se habían hecho cargo de las huérfanas en el Real Colegio de Santa Isabel de Marchena. La fundadora está dispuesta, pues su deseo de hacer el bien a los enfermos y necesitados está por encima de las dificultades que se prevén.
De esta manera se llega al Cabildo Municipal del 10 de Agosto de 1.892, en el que coincidiendo con la cesión del inmueble para colegio sita en el nº 1 de la calle Cueto por parte de Doña Ángela Tamayo, se toma el siguiente acuerdo:

Leída una exposición que suscriben varias Señoras de esta Villa, en solicitud de que las hermanas de la Congregación de terciarias Franciscana, que han de establecerse en esta localidad para la educación de la niñez, se encarguen de la dirección y asistencia de los enfermos del Hospital Civil se acuerda que pase a la comisión de Beneficencia para que elabore el informe correspondiente. El martes 27 de Septiembre de 1.892, el cabildo ordinario una vez leído el informe de la comisión de beneficencia, acuerda encargar la dirección y asistencia de los enfermos del Hospital Civil a las Hermanas Terciarias Franciscanas que deben personarse en la Alcaldía, presidida por D. Francisco Mesa Larqué al objeto de que se le haga mediante inventario la entrega de cuanto exista en el Hospital.

El lunes 7 de Noviembre, el Arcipreste de Osuna recibe respuesta del Arzobispo que complacido bendice y da licencia para el establecimiento de la comunidad y para que realicen las tareas que se les encomienda. A su vez el 14 de Noviembre, mediante oficio del Arzobispado reciben las hermanas licencia para ocupar la contigua Iglesia de la Merced para que puedan las seis religiosas atender a sus necesidades espirituales así como los enfermos, en número de treinta y, demás personal que prestan servicio en el establecimiento.

La guerra de Cuba supuso un aumento de la actividad hospitalaria hasta la fatiga y el cansancio extremo, pues es sabido que la demanda de plazas solicitada por el Gobierno para los enfermos y heridos de la guerra de Cuba, fueron nada más y nada menos de cincuenta camas. La medicina que se practica es puramente paliativa pues hasta 1946 no dispone de material de quirófano, comprado de 2ª mano a la clínica Nuestra Señora de Montserrat de Pozoblanco, contando el lote con un aparato de Rayos X. Continuó prestando servicio, ya en solitario hasta 1.964, que con el mismo nombre pasa al edificio del antiguo pósito Municipal, hasta la construcción del Hospital Comarcal de la Merced a principio de los noventa.


La presente colaboración no es fruto de un trabajo de investigación dado que no aporta nada nuevo. Es simplemente un resumen-compendio de publicaciones realizadas en diversas épocas. Tales son: Amor, Humildad y fortaleza de María de los Ángeles Maeso Escudero, Franciscana de los SS.CC., Actas Capitulares y Aproximaciones a la sanidad de Osuna a principio del siglo XX de Manuel Flores Muñoz y Encarnación Jiménez García, que constituyen la fuente de donde he extraído la información básica para la elaboración de este humilde relato.


Manuel García Aguilar

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